Capitán de Navío Hans Langsdorff en Buenos Aires, Argentina, 18 de diciembre de 1939
Hace exactamente 81 años, se libraba la Batalla del Río de la Plata, la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial. Es una efeméride importante, ya que recordaremos a una personalidad que merece ser reconocida como el ejemplo de lo que debe ser un “Caballero de Mar”: el Capitán de Navío Hans Wilhelm Langsdorff, quien en vida fue el comandante del temible crucero pesado (mal llamado “acorazado de bolsillo”) Admiral Graf Spee.
Apenas comenzada la Segunda Guerra Mundial, se le transmitió a Langsdorff, quien estaba en navegación, la orden de convertir al Graf Spee en un buque corsario, debiendo atacar el tráfico mercante del Imperio Británico en los mares australes. Así fue como entre septiembre y diciembre de 1939, el navío de Langsdorff navegó por el Océano Atlántico y el Océano Índico hundiendo a nueve mercantes británicos: SS Clement, SS Newton Beach, SS Ashela, SS Huntsman, SS Travanion, SS Africa Shell, SS Doric Star, SS Tairoa y SS Streonshalh. Aparte de estos números, lo notable es que ninguno de los tripulantes de los mercantes resultó muerto o herido.
En efecto, durante su cacería, Langsdorff demostró lo que realmente era: un caballero como pocos. Antes de destruir los mercantes enemigos, intimaba a la evacuación total de la tripulación y la rescataba, apresándola dentro de su unidad. Incluso llegó a hacer amistad con algunos de los reclusos, como por ejemplo el capitán Patrick Dove del carguero SS Africa Shell.
El 13 de diciembre de 1939 el Graf Spee fue interceptado por una escuadrilla de tres cruceros que lo venían buscando: el HMS Exeter, HMS Ajax (Royal Navy) y HMNZS Achilles (Nueva Zelanda) frente a las costas de Punta del Este (Uruguay). Tras hora y media de combate, el Exeter debió abandonar la lucha. El Ajax y el Achilles también estaban en muy mal estado. El Graf Spee, también herido y con decenas de muertos dentro de su tripulación, se retiró hacia el puerto neutral de Montevideo, donde liberó a todos sus prisioneros. En atención al ímpetu con que los ingleses atacaron, Langsdorff supuso que los tres cruceros eran una avanzadilla de una flota mayor de buques británicos y decidió escapar.
Cuando el Graf Spee repostó en el puerto de Montevideo, Uruguay, Langsdorff comenzó una serie de negociaciones diplomáticas con el gobierno uruguayo para permanecer por más de 24 horas (tiempo otorgado por la 13a Convención de la Haya para permanecer en un puerto neutral), mientras la Royal Navy bloqueaba el estuario del Río de la Plata con los cruceros HMS Cumberland, HMS Ajax y el HMNSZ Achilles. El Cumberland había llegado a las 22:00 del 14 de diciembre, después de recorrer 1.014 millas náuticas desde las Islas Malvinas en tiempo récord.
El espionaje británico que operaba en Latinoamérica hizo creer a Langsdorff que en la salida de Montevideo había una enorme escuadra británica. Desafortunadamente, el comandante alemán una vez más picó el anzuelo y el 17 de diciembre, después de acaparar toda la atención de la prensa mundial en su persona, el comandante navegó hasta la salida del estuario del Río de la Plata y ordenó a su tripulación abandonar el buque, justo antes de colocar explosivos y hacer saltar al Graf Spee por los aires, para finalmente hundirse en las turbias aguas rioplatenses. Centenares de uruguayos fueron testigos del evento.
Inmediatamente al hundimiento del Graf Spee, el capitán Hans Langsdorff se alojó en una dependencia naval en Buenos Aires. El día 20 de diciembre de 1939, envuelto en una bandera del III Reich, se suicidó de un disparo en la cabeza. Otras fuentes indican que estaba envuelto en la bandera Imperial de Alemania o en la de la Kriegsmarine (el acta judicial que constató la escena del suicidio sólo indica "bandera alemana").
En su carta dirigida al embajador alemán en Buenos Aires, explicó los motivos de su decisión y dejó grabado su inquebrantable sentido del honor.
“Excelencia: Después de haber luchado largo tiempo, he tomado la grave decisión de hundir el acorazado Admiral Graf Spee a fin de que no caiga en manos del enemigo. Estoy convencido de que, en estas circunstancias, no me quedaba otra resolución que tomar después de haber conducido mi buque a la “trampa” de Montevideo. En efecto, toda tentativa para abrir un camino hacia alta mar estaba condenada al fracaso a causa de las pocas municiones que me quedaban. Una vez agotadas esas municiones, sólo en aguas profundas podía hundir el buque a fin de impedir que el enemigo se apoderara de él.
Antes de exponer mi navío a caer parcial o totalmente en manos del enemigo, después de haberse batido bravamente, he decidido no combatir, sino destruir su material y hundirlo (…) Desde un principio he aceptado sufrir las consecuencias que implicaba mi resolución. PARA UN COMANDANTE QUE TIENE SENTIDO DEL HONOR, SE SOBREENTIENDE QUE SU SUERTE PERSONAL NO PUEDE SEPARARSE DE LA DE SU NAVÍO (…) Ya no podré participar activamente en la lucha que libra actualmente mi país. Sólo puedo probar con mi muerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera. A mí sólo corresponde la responsabilidad del hundimiento del acorazado Admiral Graf Spee. Soy feliz al pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra Marina. Me enfrento con mi destino conservando mi fe intacta en la causa y el porvenir de mi Patria y de mi Führer.”
Este ilustre marino yace enterrado en el Cementerio Alemán de Buenos Aires junto a cuatro tripulantes más, Johannes Eggers, Wolfgang Beyrich, Josef Schneider y Peter Kranen.
Los 20 de diciembre, es honrado por la Delegación Naval Británica en Buenos Aires, autoridades navales y los familiares de los descendientes de los marinos del Graf Spee, radicados en la Argentina. Es una de las primeras tumbas que se ven al ingresar al Cementerio Alemán de Buenos Aires.
Fortis Leader
FUENTE:
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Crédito y agradecimientos a Fortis Leader
Pedro Pablo Romero Soriano PS