Cientos de miles de soldados y oficiales afroamericanos y de otras minorías, incluyendo a los nipo-estadounidenses (los nisei), lucharon en África, Europa y en el Pacífico. Muchas decenas de miles entregaron sus vidas, muchos más figuran como desaparecidos o quedaron con secuelas permanentes debido a las heridas que recibieron en combate. Ni una sola de las unidades que conformaron defeccionó ante el enemigo y muchas de ellas se destacaron por su heroísmo y decidieron la victoria en los combates que libraron y en las tareas que se les asignaron. Sin embargo, durante décadas se ocultaron los episodios de odio racial, asonadas, motines, golpizas, atentados y las repulsivas medidas segregacionistas que sufrieron por parte de sus mismos compatriotas.
El racismo en los altos mandos estadounidenses no había cambiado mucho desde que los unionistas derrotaron a los confederados en 1865. El aguerrido desempeño de los soldados de color en la Guerra de Secesión, en el sometimiento de las tribus indígenas del Oeste y en las guerras coloniales de fines del siglo XIX y principios del XX, no amortiguaron en nada el profundo racismo que estaba fuertemente arraigado en la sociedad estadounidense y predominaba sobre todo en los estados del sur...