La Wehrmacht fue siempre consciente desde el comienzo de la guerra, que los soldados estarían tentados por la diversión, las bebidas alcohólicas y las mujeres que podrían encontrar en la población más cercana a su lugar de estacionamiento.
El alcohol y el juego, no era mayor problema, pero las relaciones con las mujeres merecían una mayor consideración. Desde la Campaña de Polonia, las prostitutas locales acarreaban una serie de enfermedades venéreas que causaron importantes contagios entre los soldados. En Francia, por ejemplo, durante todo el período de ocupación, las prostitutas incapacitaron a más soldados, que el Ejército francés durante la campaña de 1940.
Una vez iniciadas las acciones bélicas, la Wehrmacht dispuso de normativas para el control de la prostitución y para alcanzar los fines perseguidos el Alto Mando ordenó el establecimiento de dos tipos de burdeles (“Wehrmachtsbordellen”) controlados. Los Burdeles de Guarnición, para las grandes ciudades, donde el número de efectivos concentrados o en tránsito era mayor y los Burdeles de Campo que viajaban detrás de las líneas para atender a los soldados del frente, mientras se encontraban de descanso por uno dos días.
Esas unidades de prostitutas eran administradas por la Feldgendarmerie y las Unidades Médicas. Las mujeres, denominadas en la jerga militar “Offizierdecke” (oficiales de cama) pertenecían a varias categorías. Unas eran las prostitutas profesionales reclutadas en Alemania y los países ocupados. Otra categoría correspondía a mujeres “fáciles” muchas de ellas convictas de crímenes civiles o políticos que preferían ese servicio a realizar trabajos forzados en campos de trabajo. Las otras eran prisioneras de guerra, la mayoría procedentes de las repúblicas soviéticas ocupadas, dispuestas a realizar ese trabajo. Aunque el reclutamiento era voluntario, han habido denuncias de casos de “trabajo forzado” de mujeres del populacho, pero sólo en poblados del este de Europa.
Todas esas categorías de mujeres prestaban servicios sexuales exclusivamente para la tropa. Los oficiales tenían servicios separados especialmente en situación de guarnición, con reglas particulares para mantener la categoría de “Hotel” a los establecimientos que realmente eran burdeles exclusivos. En todo caso, la responsabilidad de la administración de los burdeles recaía en el “Ortskommanturen” (Comandante de Área) quien se preocupaba por el mantenimiento de una “Sanierstube” (estación de sanidad) existente en cada burdel. Tanto en los Burdeles de Guarnición como en los Burdeles de Campo el procedimiento era el mismo. Primero el soldado iba al “Sanitatssoldat” para certificar su estado de higiene y salud y recibir un Pase .
Modelo de Pase.
A. Autorización de ingreso para el Wehrmachtsbordellen.
Fecha: _________________________
Libro de control Nº: ______________
¡Mantener relaciones sexuales sólo con condón!
Hacer tratamiento profiláctico inmediatamente después del acto sexual.
B. En el Wehrmachtsbordellen.
Firma de la Offizierdecke: _____________________
Nº: ___________________
C. Certificado de tratamiento profiláctico subsiguiente.
Nº y unidad de la placa de identificación: ____________
Número del puesto de campo: ______________________
El soldado ha recibido tratamiento profiláctico:
a las ________horas, en el Sanierstube Nº: ___________
Certificado por:
Rango ____________ Nombre: _____________________
Este documento debe guardarse por tres meses y debe ser presentado en caso de enfermedad
El soldado recibía el Pase con la certificación sellada y fechada. En el Pase estaba el nombre y número del burdel adecuado para el soldado y un espacio para que la prostituta pusiera su firma y número. El soldado recibía un condón y una pequeña lata verde o gris con desinfectante en aerosol (spray). La Policía de Campo revisaba el Pase del soldado y lo hacía esperar en la fila correspondiente. Generalmente la espera en la fila era mayor que el tiempo que el soldado pasaba con la mujer y ese era el mayor motivo de queja de los soldados. Antes del acto sexual, la mujer tenía que abrir las piernas y el “cliente” le vaciaba el desinfectante en sus genitales. Sólo entonces la mujer firmaba el Pase y ponía su número. Después del servicio, el soldado devolvía el Pase y la lata vacía. De no hacerlo, recibía dos semanas de trabajo extra y guardia como castigo.
Los manuales de instalación de las estaciones sanitarias con la descripción del procedimiento se titulaban “Heeresverordungsblatt 1943, Richtlinien für die Einrichtung von Sanierstellen und Durchführung der Sanierung” y “HDv 59. Merkblattes über Sanierungen”. Nótese en el modelo de “Pase” que el nombre del soldado no aparece en ningún lado, pues sólo se escribía el número de identificación y unidad de su placa de identificación.
Este procedimiento dio buenos resultados a juzgar por el número relativamente bajo de enfermedades venéreas producidas en los burdeles militares, pero en caso de ocurrir era fácil localizar a la mujer enferma y a los soldados posiblemente contagiados para su tratamiento médico correspondiente. Entre los años 1939 y 1943, por contagio venéreo de todo tipo, hubo unos 250.000 casos de enfermedades reportadas en el Heeres (Ejército de Tierra). El estado de salud de las prostitutas era responsabilidad del oficial médico del área, quien debía disponer la revisión médica de las mujeres dos veces por semana.
En Francia, después del Armisticio, la necesidad de vigilar y reglamentar esas casas de cita, tenía como primer objetivo evitar que las tropas alemanas entablaran relaciones personales con mujeres francesas, también para ejercer un control sanitario que evitara la propagación de enfermedades venéreas, pero sobre todo para impedir que los militares alemanes fueran víctimas del chantaje, espionaje y el terrorismo. De esa forma, se velaba por la seguridad de los propios soldados evitando la potencial amenaza que conllevan las citas clandestinas.
Por otro lado, de acuerdo con la doctrina del Partido Nacionalsocialista, los mandos de la OKW (Alto Mando de las Fuerzas Armadas) velaban para que los soldados alemanes tuvieran relaciones con mujeres dentro de los límites que las exigencias de los criterios de raza y política imponían y por sobre todo, para evitar que una relación muy personal con mujeres francesas causara influencia política en los soldados, con el peligro consecuente para la moral de la tropa. En consecuencia, lo recomendable era el reclutamiento de mujeres alemanas, para prestar sus servicios en Francia.
En la segunda mitad de julio de 1940, se inició la organización de los burdeles en Francia. Formaron parte de los equipos de trabajo, el OKW, la policía, la Gestapo y los mandos de los cuerpos de salud de las fuerzas armadas.
Dispusieron un plan de reclutamiento de prostitutas en los burdeles. Primero se las clasificó de acuerdo a una “afiliación por raza” y luego se les sometió a controles sanitarios y policiales, medida que se hizo extensiva a los empleados de los burdeles.
El caso de los oficiales fue especial en el país galo. Por razones de disciplina, se prohibía a los oficiales concurrir a los burdeles destinados a la tropa. En contraparte, fueron establecidos “hoteles” donde los oficiales podían pasar unas horas en un ambiente adecuado y con la “calidad de servicio” correspondiente a su rango.
Reunión social en París.
Las reuniones sociales de los soldados con mujeres francesas en público, no estaban prohibidas.
El sistema de burdeles y hoteles funcionó desde el día de la capitulación, hasta la liberación de Francia en 1944. En todas las principales ciudades existían casas de cita y se perseguía a las prostitutas clandestinas en calles, bares, hoteles y restaurantes.
Hubo algunos abusos contra mujeres de clase baja que ejercían trabajos como cocineras, limpiadoras de baños etc., que en alguna ocasión fueron acusadas de prostitución al ser sorprendidas en relaciones íntimas con soldados alemanes.
A fines de 1941, en el Distrito A de Francia, que comprendía un tercio de la zona ocupada por Alemania, existían 143 burdeles del ejército donde trabajaban 1166 mujeres. En el puerto de La Rochelle, trabajaban 250 mujeres francesas, en burdeles reservados a la tropa alemana.
Las reuniones sociales públicas, no eran causal de represión policial y a medida que pasaba el tiempo, las relaciones de amistad o sentimentales entre soldados alemanes y mujeres francesas, dejó de ser considerada confraternización. Sin embargo, por la parte francesa al finalizar la guerra, esas relaciones fueron motivo de brutales venganzas, acusando de colaboracionistas a todas aquellas mujeres que mantuvieron algún tipo de relación más o menos estable con soldados alemanes.
El renombrado comentarista social francés Patrick Buisson ha denominado a la proliferación de dichos establecimientos uno de los ejemplos más flagrantes de “colaboracionismo horizontal” que avergonzó a su país durante la Segunda Guerra Mundial. En un nuevo libro, 1940-1945 Années Erotiques, Buisson efectivamente socava el mito popular de que la época de París como una guarnición alemana fue un sombrío periodo de privación, implacable persecución y resistencia.
Las habitaciones privadas, por su parte, ofrecían todo tipo de vicios. “Las casas eran templos de erotismo aristocrático”, afirma Buisson. “Eran un descanso dentro el estancamiento económico y el aburrimiento de la existencia cotidiana –una distracción y una oportunidad para enaltecer los sentidos, un refugio de los problemas, un reposo festivo de las frustraciones de la vida diaria”. Por el lujo que ofrecían, señala Buisson, “Eran islas de abundancia en un océano de austeridad, vastas cavernas llenas de todo tipo de cosas que no se podían encontrar afuera”. Curiosamente, una aldea en el departamento occidental de Charente, Le Chabanais, no sufrió durante la guerra ninguna de las carencias que llevaron a muchos de los que vivían en el campo al borde de la inanición.
El caso de los oficiales fue especial en el país galo. Por razones de disciplina, se prohibía a los oficiales concurrir a los burdeles destinados a la tropa. En contraparte, fueron establecidos “hoteles” donde los oficiales podían pasar unas horas en un ambiente adecuado y con la “calidad de servicio” correspondiente a su rango.
Se estableció también las condiciones de trabajo, los precios y los servicios que prestarían. Para ello, imprimieron un catálogo con instrucciones para el buen funcionamiento de la actividad sexual. Simultáneamente la administración del OKH (Comando del Ejército), emitió instrucciones con el propósito de perseguir y capturar a las mujeres que se sospechara que realizaban la prostitución clandestina.
Cabaret
Los oficiales alemanes tenían ciertos privilegios. Podía haber una guerra en curso, pero una visita a Le Chabanais, el burdel más elegante de París, siempre restauraba la fe de un alto mando alemán en la civilidad gala.
Las mujeres a menudo preferían a los invasores alemanes que a sus propios compatriotas. Aunque en su mayoría estuvieron relacionados con el sexo, los burdeles siempre mantenían un ambiente relajado en las llamadas “salas de club”. “Fueron el sustituto de la calidez de un hogar lejano”, apunta Buisson. “Eran lugares de convivencia donde ibas a tomar una copa, escuchar música, bailar con las mujeres sin necesidad de subir las escaleras con una de ellas al final de la noche”.
A pesar de los enormes beneficios involucrados, Buisson sugiere que no sólo era el incentivo financiero lo que hizo que las mujeres francesas dieran la bienvenida a los alemanes con tanta calidez. Estaban impresionadas por el encanto genuino y la caballerosidad de muchos de los oficiales teutónicos. Buisson escribe: “Todo indica que los nuevos clientes que llegaron en el verano de 1940 recibieron un trato favorable que el simple poder seductor de la Reichsmark no puede explicar del todo.
En lugar de un personal de burdel sufriendo los horrores usualmente asociados con la ocupación, las maisons eran frecuentadas por muchas de las figuras más importantes del Tercer Reich, así como por cientos de oficiales de menor rango. Esto significaba enormes inyecciones de dinero en efectivo, cantidades casi ilimitadas de productos del mercado negro e incluso donaciones de obras de arte extraídas de los tesoros apilados en los puestos de avanzada del imperio alemán en expansión.
Condones Odilei
La prostitución de clase alta floreció, con complacientes madames y mademoiselles contribuyendo a convertir París en la ciudad sexualmente más ardiente de Europa.
Prostitución clandestina en Francia 1940.
En la segunda mitad de julio de 1940, se inició la organización de los burdeles en Francia. Formaron parte de los equipos de trabajo, el OKW, la policía, la Gestapo y los mandos de los cuerpos de salud de las fuerzas armadas. Dispusieron un plan de reclutamiento de prostitutas en los burdeles. Primero se las clasificó de acuerdo a una “afiliación por raza” y luego se les sometió a controles sanitarios y policiales, medida que se hizo extensiva a los empleados de los burdeles.
Todos los vicios, en oferta
La mayoría de las chicas estaban tan enamoradas de los invasores arios que pusieron su mejor esfuerzo para que se sintieran como en casa, incluyendo el aprendizaje del alemán, la interpretación de su música clásica favorita e incluso el teñido negro del cabello para ofrecer un contraste exótico a sus clientes predominantemente rubios.
Casi todas las noches de la semana eran de fiesta, con alcohol como combustible de las orgías que dominaban la vida social en un momento en que la mayoría de la población tenía que obedecer el toque de queda de las 23:00 a las 5:00 horas. Incluso, aunque el Holocausto se fue extendiendo a la comunidad judía de Francia y las bombas aliadas llovían sobre las fábricas de los suburbios, el libertinaje continuó. “Fue una época dorada para los burdeles de Francia”, explica Buisson. “Muchos habían sido amenazados con ser clausurados en los días de libertad, pero bajo los nazis fueron completamente restablecidos”.
La prostitución clandestina era perseguida de manera implacable, no solamente para evitar la confraternización y la proliferación de enfermedades, sino para impedir la conformación de redes de espionaje que bajo esa cobertura, tenían un campo de trabajo ideal para realizar esas actividades. Sin embargo, algunos soldados violaban el reglamento yendo a burdeles civiles no controlados, donde las mujeres eran un tanto más atractivas y profesionales, pero si el soldado enfermaba, primero era curado y luego enviado a un Batallón de Castigo en el Frente del Este por un lapso de dos semanas a tres meses.
Tras la conquista de Francia en el verano de 1940, los invasores resultaron ser clientes insaciables. La Wermacht y las unidades de las SS comandaban no menos de 22 burdeles conocidos, convirtiéndolos en establecimientos para el uso exclusivo del personal militar y algunos funcionarios franceses complacientes.
Los comandos militares fijaron tarifas para los burdeles, con impuestos nominales que debían ser pagados a las autoridades colaboracionistas francesas. Los médicos alemanes examinaban a las prostitutas tres veces por semana para asegurarse de que no hubiera ningún brote de enfermedades venéreas, consideradas como “actos de sabotaje”.
FUENTES y Bibliografía:
— Insa Meinen (35), Studium der Diplom-Pädagogik und Sozialwissenschaften, Doktorandin im Fach Geschichte, Stipendiatin des DAAD, führte unter der Leitung von Prof. Dr. Werner Boldt und Prof. Dr. Ahlrich Meyer ein Forschungsprojekt zum Thema “Wehrmacht und Prostitution während des Zweiten Weltkriegs im besetzten Frankreich” durch, das von 1996 bis 1998 von der Volkswagen-Stiftung finanziell gefördert wurde.
—”Der deutsche Sanitatsdienst 1921-1945; Organisation, Dokumenteund Personliche Erfabrunsen. Osnabruk Bibilo Verlag, 1982. ” por Hubert Fischer.
—Ärzte im Wüstenkrieg: Der deutsche Sanitätsdienst im Afrikafeldzug, 1941-1943 (Bernard & Graefe Medizin) por Rolf Valentin.
— Erfahrungen deutscher Pathologen im Kriege 1939-1945 (Thieme Copythek) por Hubert Fischer
Libro— 1940-1945 Wehrmacht et prostitution sous l’Occupation – Insa Meinen.
https://elrincondeschlosser.wordpress.com/2017/04/02/sexo-amor-y-erotismo-en-el-paris-ocupado/
Pedro Pablo Romero Soriano PS