2 de diciembre de 1943: Incidente del gas mostaza en el John Harvey

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El bombardeo de Bari fue una de las más exitosas acciones emprendidas por la Luftwaffe. El el puerto fue completamente cerrado durante tres semanas. Se perdieron 38.000 toneladas de cargamento, entre ellos 10.000 tm de planchas de acero destinadas a los aeródromos. La 15ª Fuerza Aérea también se vio seriamente afectada por el éxito del ataque alemán ya que sólo dos días después del raid había planeado junto con la 8ª F.A. una ofensiva combinada contra Alemania que, hubo de posponerse no pudo realizar ninguna contribución de importancia a la guerra hasta Febrero de 1944.
Tras el ataque, los heridos comenzaron a llenar los hospitales militares y civiles y casi inmediatamente comenzaron a presentar escozor de ojos, reaccionando negativamente a los tratamientos clásicos para sus heridas convencionales. Los ojos se irritaban cada vez más y aparecían erupciones y lesiones en la piel. Desconociendo el origen de tales síntomas, la mayoría de ellos permanecieron con las mismas ropas empapadas en gas que vestían durante el ataque. Las erupciones en la piel dieron paso a las quemaduras y a las complicaciones respiratorias, pero nadie en los hospitales sabía como debían tratar a los heridos que comenzaron a morir; incluso aquellos que lograban recuperarse debían arrastrar una larga y dolorosa convalecencia: ceguera temporal, quemaduras, dolores genitales… Los doctores comenzaron a sospechar que podía haber relación con algún tipo de agente químico e inmediatamente culparon a los alemanes, que debían haber lanzado el ataque con armas químicas al que tanto temían. Se envió un mensaje a Argel al responsable de sanidad aliado, el general Fred Blesse, mencionando que los pacientes estaban falleciendo por una «misteriosa enfermedad». Para resolver el misterio, Blesse envió a Bari al teniente coronel Stewart Francis Alexander, un experto en tratamiento contra armas químicas

El 3 de Diciembre de 1943 la Luftwaffe sorprendía a los aliados en el puerto italiano de Bari, donde descansaba su flota. El bombardeo duró menos de una hora y dejó 28 barcos destruidos y más de 2.000 muertos. Pero algo pasó que cambiaría el curso de la historia

El 3 de Diciembre de 1943 la aviación alemana sorprendía a los aliados en el puerto italiano de Bari, donde descansaba su flota. El bombardeo duró menos de una hora y dejó 28 barcos destruidos y más de 2.000 muertos. Pero algo pasó que cambiaría el curso de la historia




Era un espectáculo frecuente ver líneas de soldados ciegos, con la mano sobre el hombro del hombre que lo precedía, guiados por un vidente hasta la enfermería. Las secuelas fueron tan devastadoras, que después de la Primera Guerra Mundial la Convención de Ginebra de 1925, prohibió el uso de este tipo de armas químicas en los enfrentamientos bélicos

El 2 de diciembre de 1943 un buque de la armada de EEUU, el SS John Harvey, permanecía atracado en el puerto de Bari (Italia) con un cargamento secreto almacenado en sus bodegas: 100 toneladas de gas mostaza. Ese mismo día el Ejército alemán lanzó un ataque aéreo matando a más de 1.000 personas, y hundiendo 17 barcos, uno de ellos el Harvey, que tras incendiarse liberó su carga letal al mar, provocando una enorme nube tóxica


La ciudad italiana de Bari tenía alrededor de 200.000 habitantes en 1943; su historia se remontaba muchos siglos atrás. Fundada por los peucetios, floreció en tiempos de los romanos que intuyeron su estratégica posición para los tráficos comerciales con el Oriente. Había sido afortunada en el transcurso de la guerra al haber sufrido tan sólo unos daños menores por haber sido catalogada por las fuerzas aliadas como un «puerto de importancia estratégica» y depósito de suministros. Pero a finales de 1943 y como resultado del avance aliado, la calma de la ciudad había sido sustituida por una frenética actividad, con barcos aliados entrando y saliendo de su puerto constantemente y un enorme tráfico de mercancías y suministros.

El puerto estaba bajo jurisdicción británica, en parte debido a que Bari era la base principal de suministros para el 8° Ejército Británico de Montgomery. Pero la ciudad también alojaba el Cuartel General de la 15ª Flota Aérea Norteamericana, que había sido activada en Noviembre del mismo año con el fin de apoyar desde el Sur la campaña de bombardeo de la 8ª Flota Aérea de los Estados Unidos para incluir entre sus blancos a objetivos en los Balcanes e Italia. Su comandante, el general James H. Doolitle había llegado a Bari el 1 de Diciembre. Todo ello hacía que además del típico material de guerra, los barcos anclados en Bari transportasen combustible de aviación, bombas y municiones. El 2 de Diciembre de 1943, al menos 30 barcos aliados se encontraban en el puerto, que estaba casi al 100% de su capacidad útil.
Los aliados estaban absortos en que la 15ª F.A. estuviese operativa lo ante posible y dieron muy poca importancia a la posibilidad de un ataque aéreo alemán sobre Bari. La Luftwaffe en Italia estaba muy debilitada y tan dispersa que no creían que fuese capaz de organizar un gran ataque. Y Los continuos vuelos de reconocimiento alemanes sobre Bari, lejos de alertarles, les resultaban más una molestia; al principio los artilleros antiaéreos solían lanzar unos cuantos disparos sin mayor interés, pero finalmente acabaron por ignorar los vuelos para evitar, de paso, malgastar munición. Durante la noche, todas las luces del puerto permanecían encendidas para facilitar las tareas de carga y descarga, activas las 24 horas del día y nadie había pensado en la necesidad de un oscurecimiento. El mismísimo vicemariscal del aire británico, Sir Arthur Coningham, había convocado una conferencia de prensa en la que afirmó rotundo a los reporteros que la Luftwaffe había sido completamente derrotada en Italia.
Estaba seguro de que los alemanes nunca podría atacar Bari, afirmando que «consideraría como una afrenta personal y un insulto que la Luftwaffe pudiera intentar cualquier acción de importancia en este área«. Sin embargo, el oficial al mando de la defensa del puerto, el capitán A. B. Jenks,, era consciente de que las medidas dispuestas para la defensa no eran adecuadas, pero el y otros oficiales fueron ignorados por el auto complaciente Vicemariscal.
Así, cargueros y buques tanque esperaban tranquilamente su turno para ser descargados en el puerto. Entre ellos, el SS John Harvey, aparentemente un Liberty más, no muy distinto del resto de los que esperaban anclados en el puerto. La mayor parte de su carga era también muy convencional: municiones, comida y equipamiento. Pero el barco también transportaba una carga secreta mortal: aproximadamente 100 toneladas de bombas de gas mostaza, «una precaución» ante la posibilidad de que Alemania recurriera a la guerra química. En 1943 esta era todavía una posibilidad a tener en cuenta; la iniciativa estratégica había pasado a los aliados, que ya habían puesto pie en suelo europeo y Alemania comenzaba a perder terreno poco a poco, en todos los frentes.
Los informes de inteligencia aliados sugerían que Alemania estaba almacenando armas químicas, incluyendo un nuevo agente químico llamado Tabun. Contra lo que pueda parecer, Hitler no era un defensor de las armas químicas en el campo de batalla y sólo cabía la posibilidad de que fuese persuadido de ello si esto representaba un vuelvo significativo en la balanza de la guerra. El Presidente Roosevelt había hecho publico un comunicado en el que condenaba el uso del gas por parte de cualquier nación civilizada, pero manteniendo el derecho de los Estados Unidos a responder del mismo modo si el enemigo se atrevía a utilizar esas armas primero. El SS John Harvey había sido elegido para transportar el gas venenoso a Italia ante tal eventualidad.
Ya hacía tiempo que los aliados habían autorizado el establecimiento de grandes depósitos químicos en el mediterráneo; para garantizar la venganza rápida anunciada por Roosevelt, se acordó acumular en el mediterráneo una reserva de armas químicas para 45 días, entre ellas más de 200.000 bombas de gas mostaza. La Casa Blanca también autorizó la creación en Foggia de una gran almacén secreto cuyo primer envío era el que se hallaba en las bodegas del John Harvey. No obstante, nunca se ha explicado debidamente cómo habrían podido ser disuadidos los alemanes si los métodos de disuasión permanecieron en secreto.
El embarque se había mantenido en el mas absoluto secreto e incluso el capitán del buque Edwin F. Knowles no había sido informado sobre la carga; para mantener el secreto de la operación, el aspecto de las bombas era absolutamente convencional y cada una medía 4 pies de largo, 8 pulgadas de diámetro y contenían 70 libras del gas. Entre la tripulación se encontraban el 1er. Teniente Howard D. Beckstrom, de la 701ª Compañía de Mantenimiento Químico junto a un destacamento de seis hombres, todos ellos expertos en el manejo de materiales tóxicos. El oficial de seguridad del barco, el teniente Thomas R. Richardson, era una de las pocas personas a bordo que oficialmente conocía la carga de gas mostaza,que sin embargo y a pesar de todo el secretismo, figuraba claramente en el manifiesto como una carga de «2.000 proyectiles M47A1 de gas mostaza«. Richardson estaba ansioso por desprenderse de la carga cuanto antes, pero cuando el barco llegó a Bari, el 26 de Noviembre de 1943, sus esperanzas se esfumaron: el puerto estaba colapsado, lleno de barcos esperando ser descargados y todavía se esperaba la llegada de otro convoy.
Ya que la presencia del gas no era oficial, el SS John Harvey no recibiría ningún trato especial y tendría que esperar como los demás. Así, durante cinco días el barco permaneció amarrado en el muelle 29, mientras el capitán Knowles intentaba sin éxito conseguir que el buque fuera descargado lo antes posible. No podía contar nada de la carga especial de su barco ya que oficialmente no existía dicha carga y se suponía que él tampoco sabía de su existencia. Algunos autores, como Gerald Reminick , aseguran que también había cargamento tóxico en el SS Samuel L. Tilden.



FUENTES: 
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(Claudio A Aguirre)























Pedro Pablo Romero Soriano PS

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