Un centinela alemán, observa con sus binoculares, a los prisioneros aliados capturados en las playas de Dunkerque
Después de la caída de Polonia, comenzó un período que sería conocido como "la guerra falsa", si bien Gran Bretaña y Francia estaban en guerra contra Alemania, nadie se atacaba.
Esto no quiere decir que los teutones no tenían planes hostiles hacia sus vecinos.
La ofensiva, denominada Fall Gelb (Plan Amarillo) se pospuso varias veces, y el plan de atacar en pleno invierno de 1939 fue retrasado debido a las malas condiciones meteorológicas, quedando fijado finalmente para el 17 de enero de 1940.
El 9 de enero, de la base aérea alemana de Münster, el Mayor Erich Hoenmans y el Mayor Helmuth Reinberger traban amistad. Éste último, perteneciente a la 7ª División Fallschirmjäger (paracaidista) de la Luftwaffe, tenía que asistir a una importantísima reunión de Estado Mayor en Colonia. Para evitarse el viaje en tren, Hoenmans se ofrece a llevarlo en avión, algo que le permitiría además seguir acumulando horas de vuelo. A la mañana siguiente, ambos despegan a bordo de un ligero y moderno Messerschmitt Bf 108 Taifun de enlace y transporte, predecesor en diseño y líneas al caza Bf 109. Un magnífico monoplano, con buenas capacidades acrobáticas y útil también como avión de instrucción.
El cielo, limpio y despejado al principio, se fue cubriendo amenazadoramente de nubes y el ágil Taifun volaba muy rápido, por lo que, sin la ayuda de referencias visuales, principalmente el curso del Rin, que atraviesa Colonia, Hoenmans se desorientó y perdió el rumbo. Tras varios angustiosos giros, el piloto divisó un río y descendió, pero en ese momento el motor se detuvo, sin combustible. El aterrizaje de emergencia fue muy brusco y destrozó la aeronave, pero los aviadores estaban ilesos.
Mientras intentaban abrir la carlinga y salir del Taifun, oyeron hablar a los campesinos que habían acudido a ayudarles y fue cuando se dieron cuenta de que aquel río era el Mosa y de que se encontraban en territorio belga. Reinberger corrió a la cabina a tomar su cartera y sacando los documentos que contenía, trató de quemarlos.
Estos documentos eran, ni más ni menos, de los ultra-secretos planes alemanes para la ofensiva en el Oeste, cuyo inicio está previsto para siete días más tarde.
La irrupción de soldados de los soldados fronterizos, impide que los pilotos alemanes puedan cumplir con su cometido, siendo detenidos y enviados al cercano pueblo de Mechelen-sur-Meuse, mientras que los documentos son salvados y analizados por oficiales belgas en Bruselas, que, tras descartar que se tratase de un señuelo alemán para incitarlos a mover sus tropas primero, se dan cuenta de que se tratan de documentos genuinos. Los planes alemanes han sido descubiertos.
Cuando Berlín conoce la noticia horas más tarde, Adolfo manda detener e interrogar a las familias de los dos oficiales capturados y segando la cabeza del General Helmuth Felmy en el mando de la Luftflotte 2, a la que pertenece Reinberger, pocos días más tarde. Incluso el propio Hermann Göring recibe una severa reprimenda por la falta de criterio y de cuidado, ya que todos los oficiales estaban instruidos para que documentación de aquel rango jamás viajaran en un avión. En cuanto a los propios Hoenmans y Reinberger, fueron condenados a muerte, in absentia, claro está.
Mientras tanto, y apenas un día después, en la fortaleza de Vicennes, cerca de París, un diplomático belga entrega un extracto de todos los planes al general francés Gamelin. El hecho de no entregar la totalidad de la documentación impidió que tanto franceses como británicos dieran como totalmente fidedigna la información. Todavía no habían llegado los tiempos en que los aliados tuvieran una planificación común, y que, como amargamente comprobarían, era una de las formas más decisivas para afrontar la guerra contra un enemigo tan poderoso como el Tercer Reich.
Es cierto que se efectuaron trabajos de fortificación en las zonas previstas para la invasión alemana, que se enviaron más tropas a la frontera franco-belga, en el norte, y que se reforzaron en lo posible las fuerzas aéreas belgas. pero nada más se hizo para explotar aquel golpe de suerte que había caído del cielo. Francia desconfiaba de los británicos, Bélgica no aceptaba tropas francesas de refuerzo y todos se remitieron mensajes ambiguos o confusos. Aquella "Guerra Falsa" afectaba a los aliados hacia la indecisión y la ineptitud, justo en el peor momento posible.
Los belgas, como los holandeses, siguieron manteniéndose neutrales, mientras franceses y británicos nunca fueron capaces de establecer una línea común de actuación.
En el lado alemán, se reaccionó, a pesar del shock inicial, de otra manera. Como es lógico, la ofensiva decide cancelarse ya que, por otro lado, Adolf Hitler ya había reparado en la importancia estratégica de Noruega, cuya costa era fundamental para las rutas marítimas de aprovisionamiento de minerales y para servir de bases para sus buques de superficie y submarinos, aún en el Báltico.
Además, los planes de invasión, debido al incidente de Mechelen (como se lo conocería posteriormente), hubieron de ser modificados. Ideados por el General Erich von Manstein, el plan, denominado Sichelschnitt tenía ahora una diferencia fundamental: esta vez, el peso fundamental del ataque se llevaría a cabo por el sur de Bélgica.
Naturalmente es imposible saber qué hubiese pasado de haberse tenido más en cuenta el regalo que la Diosa Fortuna entregó a los aliados, y si esos documentos secretos hubieran sido correctamente interpretados, tenían un "as bajo la manga" y no lo usaron como correspondía.... como terminó Fall Gelb, ya lo sabemos.
FUENTE:
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General Invierno
Pedro Pablo Romero Soriano PS