Danzig, marzo de 1945

0



Durante muchos años Danzig había jugado un papel de vital importancia en la historia de la Europa Oriental. No solo era la principal salida de Polonia al mar, sino que constituía el puerto más valioso del Báltico. En aquel momento, además de ser el punto más importante desde donde huían los alemanes cercados por la ofensiva soviética, era uno de los pocos "Festungen" o reductos que quedaban en el Este. Tal era su importancia que Hitler había ordenado que se defendiese la zona hasta el último hombre. Situado a más de trescientos sesenta kilómetros en línea recta al nordeste de la cabecera de puente más próxima de Zhukov, sobre el Oder, este reducto se había convertido en el amparo de innumerables refugiados civiles y militares que procedían de Prusia, al punto que en esos momentos se apiñaban casi un millón de almas en Danzig y su puesto gemelo, Gotenhafen, situado unos veinte kilómetros al Norte.
A comienzos de marzo, el mariscal Rokossovski había hecho avanzar su 2° Frente Bielorruso por detrás de Danzig, cortando por completo la retirada hacia el Reich, a excepción de la ruta marítima. El 22 de marzo, el mariscal soviético introdujo repentinamente una cuña entre Danzig y Gotenhafen, Gdynia, para los polacos. Dos días más tarde unos folletos exhortando al cese de la resistencia, firmados por el propio Rokossovski, fueron lanzados desde aviones soviéticos. El mariscal advirtió que estaba instalando efectivos de artillería para bombardear ambos puertos. “En semejantes circunstancias” escribía, “vuestra resistencia resultará insensata, y solo tendrá como consecuencia la aniquilación de centenares de miles de mujeres, niños y ancianos… A los que se rindan les garantizo que será respetada su vida y los bienes personales”. Los demás serían muertos durante la lucha.
La respuesta llegó aquella misma noche desde el propio cuartel general del Führer: “Cada metro cuadrado de la zona Danzig-Gotenhafen debe ser defendido hasta el fin”. Era la sentencia de muerte para dos ciudades que se hallaban ya exhaustas. Los aviones del Ejército Rojo comenzaron poco después a lanzar bombas incendiarias y explosivas, en tanto que la artillería procedía sistemáticamente a arrasar la zona. Al cabo de unas horas, un muro de humo y llamas se alzaba de la ciudad de Danzig.
También imperaba el terror en la población. Para incitar a la resistencia, los miembros de las SS procedían a ahorcar en las ramas de los árboles a numerosos hombres. Alrededor del cuello les colgaban letreros que decían: “Soy un traidor”, “Soy un cobarde”, “Desertor”, “He desobedecido a mi comandante”. Y cuando los vehículos de los fugitivos se apiñaban en las carreteras, sus conductores eran con frecuencia arrastrados fuera de ellos y ahorcados, como advertencia para los demás. Los oficiales denunciaron en ocasiones este terrorismo, y hubo momentos en que estuvieron a punto de producirse conflictos entre los propios defensores.
Por la noche del Domingo de Ramos, 25 de marzo, Frau Klara Seidler, una anciana viuda, se refugió con unos amigos en el sótano de una casa próxima de Danzig. De pronto el edificio se estremeció como por efectos de un fuerte terremoto; las luces se apagaron y sobre el grupo cayó una lluvia de escombros. La explosión derribó la puerta y comenzaron a arder los restos de la casa. El pequeño grupo, con la cara cubierta con toallas mojadas, logró salir a la calle, conduciendo cada persona la mayor cantidad posible de objetos personales. Corrieron a través de las calles llenas de humo, buscando un refugio contra la lluvia de bombas y granadas, que caían cada vez en mayor número. Hallaron varios lugares atestados, y al fin se introdujeron en una casa, al tiempo que estallaba una granada a la entrada de la misma. Llenos de pánico, salieron de nuevo a la calle, pasando sobre los cadáveres de cinco personas, y luego trataron en vano de entrar en el bunker situado en las proximidades del dique, que se encontraba atestado de gente hasta las escaleras.
Pocos minutos más tarde, el búnker recibía un impacto directo y se convertía en una hoguera. Con los vestidos y el pelo ardiendo, mucha gente salió al exterior tambaleándose y gritando. El grupo de frau Seidler abandonó todas sus pertenencias, menos el equipo de mano. Corrieron calle abajo, pasando sobre innumerables bultos y maletas, y sobre los cuerpos de muertos y moribundos. Al fin hallaron refugio junto con otras dos mil personas, en el sótano de la compañía del gas, donde permanecieron todos apiñados y llenos de terror, a lo largo de toda la noche, mientras las granadas estallaban sobre sus cabezas con aterradora regularidad.

Por la mañana, casi todos los que estaban en buenas condiciones huyeron del sótano, pero el grupo de Frau Seidler permaneció allí todo el día. A medianoche se produjo un repentino silencio, y luego oyeron unas marchas militares transmitidas por altavoces. A las dos de la madrugada del 27 de marzo se oyó gritar a alguien desde la calle: “¿Se rinden los que están ahí abajo?” Sacaron apresuradamente un trapo blanco, que colgaron en la puerta del sótano. Pasó media hora más de tensión nerviosa, al cabo de la cual varios soldados rusos penetraron en el refugio y cortésmente rogaron a todos que regresaran a sus casas. No habría más bombardeos. Todo había terminado.
Ante la casa de Frau Seidler se detuvo un vehículo soviético y cuatro oficiales del Ejército Rojo pidieron a la viuda que les proporcionase agua. Tenían miedo de que lo demás que les ofrecían estuviese envenenado, y rechazaban el café y el té. A semejanza de los rusos que entraron en el sótano, los oficiales se mostraron correctos, y ofrecieron cigarrillos a los atemorizados civiles. Al fin, uno de los civiles alemanes se sentó ante el piano y tocó las tonadas rusas que alcanzaba a recordar, en tanto las mujeres cosían los botones que faltaban en las guerreras de los militares. Pero en otros puntos de la ciudad, comenzaba el martirio para muchas mujeres. Aquellas que se encontraban en el refugio junto a Frau Seidler no tuvieron dificultades hasta que los ocupantes rusos se marcharon al anochecer del 27 de marzo. Poco rato después llegó otro grupo de soldados soviéticos y la suerte de las mujeres que se encontraban con Frau Seidler cambió radicalmente…




FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=595056302645549&set=pb.100064235526662.-2207520000.

Historia de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: “Los Cien Últimos Días – El Final de la Segunda Guerra Mundial en Europa” de John Toland (1965) 


 



















Pedro Pablo Romero Soriano PS

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios