El cabo Yukio Araki

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Pilotos kamikaze (神風特攻隊) japoneses fotografiados el 26 de mayo de 1945. El cabo Yukio Araki sostiene un cachorro, con otros cuatro pilotos del 72º Escuadrón Shinbu en Bansei, Kagoshima. Araki murió al día siguiente, a la edad de 17 años, en un ataque suicida contra barcos cerca de Okinawa

Yukio Araki había nacido en Kiryu, Japón, y a la edad de quince años había ingresado en el Programa de Formación de Jóvenes Pilotos del Servicio Aéreo del Ejército Imperial Japonés.
En septiembre de 1943, o alrededor de esa fecha, empezó a entrenar en la base aérea de Tachiarai.
El 27 de mayo de 1945, a la edad de 17 años, Araki despegó del aeródromo de Bansei, en la prefectura de Kagoshima (Japón), en su avión Mitsubishi Ki-51, para no volver jamás.
Su avión Ki-51 podría haber sido uno de los dos que atacaron al USS Braine frente a Okinawa, Japón, matando a 66 personas pero sin conseguir hundir el destructor.
Cuando Araki regresó a casa en abril de 1945, dejó cartas a su familia para que las abrieran al conocer la noticia de su muerte.
La carta a sus padres decía:
"Cuando miro hacia atrás, me disculpo por no haberme dedicado a ustedes de ninguna manera durante unos diez años hasta el día de hoy.
Gracias a las enseñanzas de varios oficiales superiores tras mi ingreso en el Ejército, ahora me dedico a mi país como miembro de la fuerza de ataque especial.
Por favor, encuentren placer en su deseo de mi lealtad al emperador y devoción a los padres. No me arrepiento de nada. Solo sigo mi camino
Les pido que enseñen a mis tres hermanos menores para que puedan servir a nuestro país como nobles aviadores.
Espero sinceramente que se cuiden mucho y que se esfuercen mucho en el frente interno.
Por favor, dadle recuerdos a todos mis familiares y a todos los de la asociación de vecinos.
Hasta la vista,
Yukio Araki
72º Escuadrón Shinbu".




26 de mayo de 1945. El cabo Yukio Araki, sostiene un cachorro junto a otros cuatro pilotos. Araki murió al día siguiente, a la edad de 17 años, en un ataque suicida en Okinawa. Su avión Ki-51 podría haber sido uno de los dos que golpearon al USS Braine, matando a 66 marinos pero sin poder hundir al destructor.

Dejó una carta para ser abierta después de su muerte: "Por favor, encuentren satisfacción en mi deseo, mi lealtad al Emperador y la devoción a mis padres. No me arrepiento. Simplemente sigo mi camino".
Los kamikaze eran hombres normales como cualquiera de nosotros. Bebían sake cuando podían, buscaban los favores de alguna mujer cuando tenían la oportunidad, a menudo se quejaban, a veces se desesperaban, alguna vez se volvían arrogantes fruto de la desaforada maquinaria propagandística, y quizá muy a menudo, desearían estar en cualquier otro lugar.
Resulta demasiado fácil, como reacción ante las descripciones aliadas contemporáneas de los pilotos suicidas como “sanguinarios enloquecidos y nacionalistas fanáticos”, dejarse llevar por el sentimentalismo y ver a los kamikaze como patriotas románticos, la flor de su generación, que iban con alegría y sin mucha reflexión a buscar sus espectaculares finales a la luz del Sol Naciente.
Y cuando les decían que despegasen y fueran a la muerte, obedecían.

Si lo miramos de ese modo, haciendo un ejercicio de abstracción, no hicieron algo muy diferente de otros muchos soldados Aliados o del Eje condecorados a título póstumo por su bravura en combate, ni de muchos miles cuyas hazañas pasaron desapercibidas y quedarán en el anonimato. Es interesante en este punto indagar sobre la tasa de pérdidas del Comando de Bombarderos de la RAF o de la 8va Fuerza Aérea estadounidense sobre los cielos de Alemania entre 1943 y 1944.
Pero estamos en el Pacífico, y conozcamos un poco más acerca de los kamikaze y toda la mística que los rodea. ¿Estaban todos dispuestos a morir? ¿Eran voluntarios? ¿Cuáles eran sus posiciones respecto a ello y cuales eran sus argumentos?
Es lógico cuestionarse los motivos y sentimientos de aquellos aviadores japoneses que deseaban sacrificar sus vidas al servicio de su patria. Los generales y almirantes aseguraban que los hombres estaban orgullosos de morir por su país y que, más que cometer suicidio, se estaban entregando a la destrucción del enemigo. De acuerdo con el teniente general Masakasu Kawabe, Comandante General del Ejército del Aire «no importa como lo mires, todos los que participaron en estos ataques murieron felices en el convencimiento de que obtendrían la victoria final mediante su propia muerte».

Esta sería la visión que se tenía desde las altas instancias, pero no era necesariamente compartida por los pilotos. Recientes investigaciones llevadas a cabo por Emiko Ohnuki han arrojado nueva luz sobre el proceso por el que se convencía a los jóvenes de que la participación en el programa de ataque especial era algo más que loable. Según esta investigadora, estos jóvenes fueron víctimas de una propaganda cuidadosamente orquestada por el gobierno que utilizaba la flor de cerezo como un símbolo tanto del nacionalismo como de su juventud.
Entre los pilotos del Cuerpo Especial de Ataque había muchos que pensaban que la misión constituía un gran honor y que era la mejor manera de proceder. Tildados de Kichigai (los locos) por sus compañeros pilotos, estos aviadores vivían para la misión. Para ellos no había mejor manera de expresar la lealtad y el código del bushido que estrellar su avión en un buque enemigo.

El teniente de la Armada Takuji Mikuriya de la Unidad de Ataque Especial Shinpui dijo que ellos morirían de una manera feliz, habiendo dado sus vidas por su país. Otros encajaban más en la categoría de sukebei (liberales). Estos pilotos también deseaban morir por su país pero veían el Cuerpo de Ataque Especial como el último recurso, más que como un método preferible de combate.
Hachiro Sasaki, un miembro de la Unidad de Ataque Especial Showa, evidenció una filosofía todavía más pragmática. Según él, era una cuestión de destino. Él había nacido japonés y el papel que le había asignando la vida era una responsabilidad que debía aceptar. Sasaki cayó mar adentro en Okinawa, el 14 de abril de 1945.

Algunos aviadores no se oponían a volar este tipo de misiones pero fueron realistas sobre sus posibilidades de éxito. Yukihisa Suzuki describió que los aviones de los ataques especiales estaban en unas condiciones tan lamentables que tendrían dificultades a la hora de completar las misiones. Además de volar aviones anticuados, los pilotos kamikaze tenían también que atravesar una gran barrera de cazas norteamericanos para poder alcanzar sus blancos. El intenso fuego de la artillería antiaérea procedente de los barcos hacía casi imposible estrellarse en uno. Él deseaba ir pero no era optimista sobre sus posibilidades de llevar a cabo una misión exitosa Se refería al obsoleto y deficientemente mantenido Kate que le habían asignado para volar como un «miserable ataúd».

Otros se mostraron abiertamente contrarios a la utilización de los Cuerpos de Ataque Especial como un arma. El oficial Jujisaki, antes de pilotar su Sonia desde Chiran a finales de abril de 1945, escribió su última carta a casa. Acusaba a los líderes militares de «incompetencia y estupidez», y decía que estaban explotando el patriotismo de los jóvenes pilotos. El teniente Yukio Seki era más realista: le dijo a sus compatriotas que llevaría a cabo su inminente misión suicida desde Mabalacat por su esposa, no por el Emperador.
Se ha afirmado frecuentemente que todos los pilotos kamikaze japoneses eran voluntarios, pero no todos los investigadores parecen estar de acuerdo con esta cuestión, entre los cuales me incluyo. Shogo Hattori sostiene que hay evidencias de que «en los últimos meses de la guerra alrededor de un tercio de los kamikazes no fueron voluntarios». Yukihisa Suzuki informó de las palabras de su compañero piloto, el teniente Kawashima, que había dicho: «No me ofreceré voluntario para ser un miembro del Cuerpo de Ataque Especial, pero si soy seleccionado y obligado a ir, haré todo lo que esté en mi mano. Pero no quiero morir. Al nacer hombre, quiero morir como un hombre».
Cuando le preguntaron si los pilotos kamikze habían sido voluntarios, Guy Toki respondió, «Nunca supe de ninguno». Sin embargo, admitió que hubo muchos que lo hicieron. Un amigo y él, ambos procedentes de la universidad, no quisieron voluntariarse. Según Toki, los voluntarios procedían en su mayor parte de aquellos que habían asistido a escuelas militares o aquellos que tenían muy poca educación.
El general Miyoshi, jefe del 30º Grupo de Vuelo, indicó que los primeros kamikazes eran todos voluntarios, pero que después «se hizo obligatorio y eso fue negativo».

Las familias de los pilotos de los Cuerpos Especiales de Ataque estaban notoriamente orgullosas de sus hijos, hermanos y familiares que habían realizado el sacrifico supremo, sin embargo, no todos pensaban que el gobierno los hubiera empleado del mejor modo. Muchos sentían que era un derroche de jóvenes patriotas, y otros eran críticos con aquellos que habían ordenado a sus seres queridos a ir a la muerte. Aquellos que habían servido y sobrevivido recordaban a sus camaradas con especial cariño ya que eran los únicos que podían comprender a lo que se habían tenido que enfrentar.
Para con aquellos que no volvieron, las emociones oscilaban desde el orgullo a la sensación de haber sido en vano.

El historiador japonés Saburo Ienage escribiría: «Legiones de jóvenes prometedores fueron enviados a una muerte sin sentido».


FUENTES:
Extracto de artículo de Andrés A. Lapedra para su grupo La 2da. Guerra Mundial - Historia, Armas y Tácticas. (OFICIAL)
https://www.facebook.com/fortisleaderpacific/photos/a.115526410728720/173500051598022/
https://www.facebook.com/fortisleaderpacific/photos/a.115526410728720/325805766367449

Fortis Leader - The Pacific & Asia


https://www.facebook.com/106890305037109/photos/a.106912105034929/139448595114613

Soldados de la Segunda Guerra Mundial WW2





















Pedro Pablo Romero Soriano PS

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