En la foto soldados de la Compañía 12, del 546° Regimiento de la 389ª División de Infantería, atacando el parte del sector de la fábrica Octubre Rojo. El soldado que está arrodillado, junto a la pared a la derecha, que porta un subfusil MP-40, se llama Gerhard Paul Görbig. Murió en combate
La "Rattenkrieg". La guerra de ratas de Stalingrado.
En esta icónica fotografía se aprecian a soldados del 6.º Ejército alemán en la llamada Rattenkrieg de Stalingrado, a mediados de septiembre/octubre de 1942
En Stalingrado se desarrolló el combate urbano más importante de la Segunda Guerra Mundial, aunque no fue el primero, ni sería el último, éste fue sin duda el más salvaje e intenso de toda la guerra. Los soldados alemanes llamaron a la batalla “la guerra de las ratas” –rattenkrieg- Durante la batalla se desarrollaron nuevas tácticas de combate urbano a corta distancia. Las líneas estaban a treinta o cuarenta metros. A esa distancia, las granadas de mano, las afiladas palas cortas de infantería y los subfusiles eran las armas más letales, en un feroz cuerpo a cuerpo sostenido durante meses. A menudo se combatía en los mismos edificios en ruinas, ocupando los alemanes los pisos inferiores y los soviéticos los superiores o viceversa.
No hay adjetivos que puedan hacer justicia a la magnitud de los combates de Stalingrado. Salvo en Varsovia en 1939, hasta la invasión de la URSS, los combates urbanos habían tenido una escala reducida en todas la campañas de la Wehrmacht. Sin embargo, en la "Universidad del Combate Callejero", como denominaron los soldados alemanes a las ruinas de Stalingrado, las tácticas de combate y asalto combinado, que tan exitosamente habían probado las tropas del Reich durante los victoriosos años de la blitzkrieg, tuvieron que replantearse ante la respuesta de unas fuerzas soviéticas que, sorprendentemente, fueron capaces de actuar con mucha mayor flexibilidad en este tipo de lucha, la Rattenkrieg, la guerra de ratas, desarrollando nuevas tácticas para contrarrestar la superioridad maniobrera alemana.
¿Nuevas tácticas? Por un lado, el «abrazo», consistente en desplegar las tropas propias «pegadas» a las enemigas para contrarrestar la superioridad aérea de la Luftwaffe y de la artillería alemana. Manteniéndose «unidos» a las fuerzas enemigas, los soviéticos conseguían disminuir la eficacia de los bombarderos aéreos y artilleros germanos, ante la posibilidad de alcanzar por error a las propias fuerzas. Por otro lado, la táctica de «diques» o «rompeolas», edificios convertidos en fortificaciones que encauzaban los movimientos de
las tropas atacantes hacia zonas de denso fuego y emboscada, en las cuales los carros de combate o la superioridad material y maniobrera germana carecían de eficacia. Junto a ello, el uso cada vez más destacado en ambos bandos de francotiradores activos todo el tiempo en busca de "presas" o las permanentes incursiones nocturnas. "Ni un momento de descanso para los invasores" proclamaban los mandos y la propaganda soviética. Así, el combate nocturno se convirtió en norma, con continuos golpes de mano de pequeñas unidades que realizaban permanentes contraataques locales y excepcionalmente ataques masivos a mayor escala.
Ambos contendientes se adaptaron rápidamente al nuevo tipo de batalla,Las fuerzas soviéticas se mostraron más flexibles también en cuanto al mando. Las formaciones clásicas de compañías o batallones como unidades de combate, no tenían viabilidad en una lucha tan fragmentada como la que estaba teniendo lugar en Stalingrado, donde se combatía edificio a edificio y hasta planta a planta, en medio de la destrucción total causada por los bombardeos de la Luftwaffe y la artillería alemana,
La tropas del VI ejército germano adaptaron pronto a este tipo de batalla y fueron capaces de imponer su calidad y destreza en combate, ayudadas por un excelente apoyo aéreo (cuando era posible) y por su probada flexibilidad táctica. Eso sí, a costa de una continua sangría de bajas, al igual que su oponente soviético, convirtiendo Stalingrado en un gran sumidero que se tragaba reemplazos, refuerzos y pertrechos imprescindibles en otros frentes…
mientras la escasa población que quedaba en la ciudad vivió en condiciones atroces, que en nada se diferenciaban de las de los soldados de uno y otro bando, que en medio de lo más crudo del invierno se vieron forzados a una cruel lucha por la supervivencia. Un sacrificio por y para dos regímenes tiránicos y dos líderes para los que la vida de sus soldados importaba bien poco…
En esta icónica fotografía se aprecian a soldados del 6.º Ejército alemán en la llamada Rattenkrieg de Stalingrado, a mediados de septiembre/octubre de 1942
En Stalingrado se desarrolló el combate urbano más importante de la Segunda Guerra Mundial, aunque no fue el primero, ni sería el último, éste fue sin duda el más salvaje e intenso de toda la guerra. Los soldados alemanes llamaron a la batalla “la guerra de las ratas” –rattenkrieg- Durante la batalla se desarrollaron nuevas tácticas de combate urbano a corta distancia. Las líneas estaban a treinta o cuarenta metros. A esa distancia, las granadas de mano, las afiladas palas cortas de infantería y los subfusiles eran las armas más letales, en un feroz cuerpo a cuerpo sostenido durante meses. A menudo se combatía en los mismos edificios en ruinas, ocupando los alemanes los pisos inferiores y los soviéticos los superiores o viceversa.
No hay adjetivos que puedan hacer justicia a la magnitud de los combates de Stalingrado. Salvo en Varsovia en 1939, hasta la invasión de la URSS, los combates urbanos habían tenido una escala reducida en todas la campañas de la Wehrmacht. Sin embargo, en la "Universidad del Combate Callejero", como denominaron los soldados alemanes a las ruinas de Stalingrado, las tácticas de combate y asalto combinado, que tan exitosamente habían probado las tropas del Reich durante los victoriosos años de la blitzkrieg, tuvieron que replantearse ante la respuesta de unas fuerzas soviéticas que, sorprendentemente, fueron capaces de actuar con mucha mayor flexibilidad en este tipo de lucha, la Rattenkrieg, la guerra de ratas, desarrollando nuevas tácticas para contrarrestar la superioridad maniobrera alemana.
¿Nuevas tácticas? Por un lado, el «abrazo», consistente en desplegar las tropas propias «pegadas» a las enemigas para contrarrestar la superioridad aérea de la Luftwaffe y de la artillería alemana. Manteniéndose «unidos» a las fuerzas enemigas, los soviéticos conseguían disminuir la eficacia de los bombarderos aéreos y artilleros germanos, ante la posibilidad de alcanzar por error a las propias fuerzas. Por otro lado, la táctica de «diques» o «rompeolas», edificios convertidos en fortificaciones que encauzaban los movimientos de
las tropas atacantes hacia zonas de denso fuego y emboscada, en las cuales los carros de combate o la superioridad material y maniobrera germana carecían de eficacia. Junto a ello, el uso cada vez más destacado en ambos bandos de francotiradores activos todo el tiempo en busca de "presas" o las permanentes incursiones nocturnas. "Ni un momento de descanso para los invasores" proclamaban los mandos y la propaganda soviética. Así, el combate nocturno se convirtió en norma, con continuos golpes de mano de pequeñas unidades que realizaban permanentes contraataques locales y excepcionalmente ataques masivos a mayor escala.
Ambos contendientes se adaptaron rápidamente al nuevo tipo de batalla,Las fuerzas soviéticas se mostraron más flexibles también en cuanto al mando. Las formaciones clásicas de compañías o batallones como unidades de combate, no tenían viabilidad en una lucha tan fragmentada como la que estaba teniendo lugar en Stalingrado, donde se combatía edificio a edificio y hasta planta a planta, en medio de la destrucción total causada por los bombardeos de la Luftwaffe y la artillería alemana,
La tropas del VI ejército germano adaptaron pronto a este tipo de batalla y fueron capaces de imponer su calidad y destreza en combate, ayudadas por un excelente apoyo aéreo (cuando era posible) y por su probada flexibilidad táctica. Eso sí, a costa de una continua sangría de bajas, al igual que su oponente soviético, convirtiendo Stalingrado en un gran sumidero que se tragaba reemplazos, refuerzos y pertrechos imprescindibles en otros frentes…
mientras la escasa población que quedaba en la ciudad vivió en condiciones atroces, que en nada se diferenciaban de las de los soldados de uno y otro bando, que en medio de lo más crudo del invierno se vieron forzados a una cruel lucha por la supervivencia. Un sacrificio por y para dos regímenes tiránicos y dos líderes para los que la vida de sus soldados importaba bien poco…
Stalingrado, tropas alemanas en la fábrica de tractores
Uno de los episodios más significativos de la Batalla de Stalingrado, fue el combate por el control de la Fábrica de Tractores, parte importante del complejo industrial 'Octubre Rojo', ubicado al norte de Stalingrado.
La Fábrica de Tractores de Stalingrado, en ruso Stalingradski Traktorni Zavod (STZ), que también llevó el nombre del oficial bolchevique F. Dzerzhinsky y a partir de 1961 se renombró como Fábrica de Tractores de Volgogrado, fue una fábrica de maquinaria pesada creada en 1930 en la ciudad de Stalingrado (Volgogrado a partir de 1961) en la Unión Soviética. Creada para la fabricación de tractores, también fabricó carros de combate soviéticos de la Segunda Guerra Mundial como los T-26 y T-34, y muchos vehículos posteriores a la guerra. Sufrió grandes daños durante la Batalla de Stalingrado entre 1941 y 1942 pero una vez recuperada la ciudad fue puesta en funcionamiento de nuevo.
Los míticos T-34 salían desde allí y tenían su bautismo de fuego rápidamente, porque las líneas enemigas se encontraban a sólo 200 metros de la fábrica.
“Trabajaban doce horas al día construyendo y reparando tanques. Luego luchaban ocho horas y dormían cuatro. Incluso continuaron trabajando una vez que la línea del frente se desplazó a otro lugar. De todos modos, la fábrica fue bombardeada y murieron soldados y obreros en ella, pero nunca se fueron… siempre se mantuvieron en este lugar”, cuenta la historiadora Nadezhda Beloúsova.
La necesidad era apremiante. Los trabajadores de la fábrica de tractores se convirtieron también en soldados, dejaron sus herramientas para tomar las armas y luchar contra los invasores alemanes.
Pese al elemental entrenamiento militar, el grupo de trabajadores destacó por su valentía. Algo que tomó por sorpresa a los soldados alemanes, que con arrogancia aseguraban que tomarían la fábrica en sólo tres días.
“Los alemanes sabían que había soldados soviéticos y atacaron el 23 agosto. Ellos querían reparar sus tanques en la planta y pensaron que en tres días lograrían ocupar.
Pero se equivocaron. Y aunque se hicieron con el control de una parte, nuestros soldados tenían conductos subterráneos por donde se comunicaban y durante la noche atacaban a los alemanes. Los soviéticos no dejaron la fábrica por completo nunca”, comenta Nadezhda Beloúsova.
Los combates en la planta terminaron tres días después de que las fuerzas alemanas se rindieran en aquella zona. La fábrica de tractores nunca dejó de producir y reparar tanques, estos eran demasiado importantes no sólo para defender Stalingrado, sino también para obtener la victoria final.
Soldados alemanes preparándose para un ataque a un almacén en Stalingrado, 1942
En septiembre de 1942, se libraba una brutal batalla cuerpo a cuerpo dentro de Stalingrado. Mientras combatían casa en casa y de calle en calle, los alemanes descubrieron que todas las ventajas tácticas que tenían en la lucha a campo abierto se perderían en los extremos de la ciudad.
Los tanques y la estrategia mecanizada de la Blitzkrieg fueron inútiles en una guerra urbana. Debido a la proximidad de la gran ciudad, la maniobrabilidad de los tanques era imposible e ineficaz.
Paradójicamente, un francotirador era más efectivo que un tanque. A menudo los soldados usaban cuchillos y bayonetas para matarse. La falta de suministros, los elementos toscos y la terca resistencia soviética condujeron finalmente a la derrota del Ejército alemán.
Se produjeron encarnizadas batallas por cada ruina, calle, fábrica, casa, sótano y escalera. Incluso las alcantarillas eran lugares de rodaje. Los alemanes, llamando a esta guerra urbana invisible Rattenkrieg ("Guerra de las Ratas"), jugaron amargamente a capturar la cocina, pero siguieron luchando por la sala de estar y el dormitorio.
Los edificios tuvieron que ser limpiados habitación por habitación a través de los escombros bombardeados de los barrios residenciales, edificios de oficinas, sótanos y rascacielos de apartamentos. Algunos de los edificios más altos, convertidos en proyectiles sin hogar por el anterior bombardeo aéreo alemán, vieron piso a piso, combate mano a mano, con alemanes y soviéticos en niveles alternos, disparándose entre sí a través de agujeros en el piso.
La doctrina militar alemana se basaba en el principio de los equipos de armas combinadas y la estrecha cooperación entre los tanques, la infantería, los ingenieros, la artillería y los aviones de ataque terrestre. Vasily Chuikov, el comandante soviético del 62º Ejército, desarrolló la importante táctica de "abrazar al enemigo", por la cual los soldados soviéticos mal armados mantenían al Ejército alemán tan cerca de ellos que minimizaban la superioridad en el poder de fuego de la Wehrmacht.
Esto frenó el avance alemán y redujo la efectividad de la ventaja alemana en el apoyo al fuego.
Wilhem Becker fue un soldado alemán que combatió en Stalingrado. Su vivencia en la ribera del Volga, nos da un pantallazo de lo que fue aquel infierno.
Para enero de 1943, los alemanes ya estaban condenados. En aquel último mes de batalla, los teutones eran los defensores de la ciudad. Justamente, eran estos los que ahora defendían la colina de Mamayev Kurgan, de los embates soviéticos.
Becker se encontraba allí, en un pozo de tirador.
El viento helado segaba la colina como una guadaña, formando remolinos con los copos de nieve.
Era imposible ver con claridad mas allá de diez metros, pero Becker, con ese sexto sentido del soldado veterano, intuía que algo iba a pasar.
Enfiló su ametralladora hacia la oscuridad y esperó. Los segundos de angustiosa tensión le reanimaron un poco, aunque no logró sentir sensación alguna en sus pies.
Estuvo a treinta grados bajo cero metido casi 24 hs en aquel agujero, sus piernas empezaron a congelarse.
En ese tiempo había comido una tajada medio cruda de carne de caballo y un mendrugo de pan. La única ventaja de aquella nevera: el frío congelaba hasta los olores.
Si, de repente, llegara el verano a Stalingrado, todos tendrían que salir huyendo: entre los escombros cubiertos por la nieve yacían mas de 100.000 cadáveres petrificados por el frío.
De repente, algo alertó a Becker, su ametralladora comenzó a disparar ráfagas breves y precisas. Uno, dos, tres bultos blancos se desplomaron a pocos metros. Becker se sobresaltó al advertir que era él quien disparaba: “es el oficio, que no se olvida ni en medio de esta mierda”, se dijo.
Todo el frente recobró repentina actividad. Los morteros alemanes sembraban de granadas la vertiente rusa de la colina, mientras un sonido, como de colmena en actividad, hizo hundirse aún mas a Becker en su agujero: un haz de cohetes lanzado desde el otro lado del Volga cayó sobre las trincheras alemanas.
Otra vez, las baterías de Krasnaia Sloboda, hacen estragos en los alemanes.
Las explosiones generan grandes trozos de hielo y tierra dura como el granito, saltaron por el aire mezclados con la metralla.
Becker fue arrancado de su agujero.
En medio de un volcán de fuego se arrastró hacia el búnker de su batallón. Intentó ponerse en pie y notó con horror que sus pies no le obedecían. ¡Estaban congelados!.
Metro a metro, con terribles dolores en su hombro, alcanzó el refugio. Allí no había rastro de vida: su mísero techo de tablas, tierra y nieve se había hundido bajo el impacto de una granada soviética. A Becker se le pasaron las ganas de vivir, pero tuvo suerte: dos compañeros que se retiraban tropezaron con él y le llevaron a un hospital.
Wilhem recobró el conocimiento en un sótano donde docenas de heridos cubiertos de harapos, sangre y vendajes poblados de piojos clamaban pidiendo agua, comida, analgésicos o un tiro en la cabeza.
"¿Cómo podía suceder esto? ¿Cómo los modélicos hospitales de campaña alemanes habían quedado reducidos a infectas pocilgas heladas donde se mezclaba el olor a excrementos, a sangre corrompida, a carne putrefacta? Aquel hospital era la fiel representación de lo que le ocurriría en Stalingrado a la Wehrmacht."
Aún en aquellos días (mediados de enero de 1943) Becker no había perdido la esperanza de poder escapar de Stalingrado o de resistir, pero al observar aquel hospital, su mundo forjado en las creencias del 3° Reich se derrumbó.
(A varios les pasó eso: Hoffmann, Behr, Otto Rühle..)
Dos camilleros le transportaron hasta una esquina. Separado por unas mantas tendidas sobre los alambres se encontraba el quirófano. Un cirujano agotado por muchas horas de trabajo ininterrumpido, esperaba.
Becker sintió que los pelos se le ponían de punta a causa del espanto. El médico estaba cubierto de sangre de pies a cabeza, su mesa de operaciones consistía en unos tablones montados sobre cajones de munición y en un rincón pudo ver un gran montón de cosas: ¡eran piernas y brazos!. Bueno, el libro de Otto Rühle describe estas cosas, del cuál he usado algunos testimonios en los post del año pasado.
Lo peor, es que aquellos miembros amputados no solo eran de sus camaradas: a Becker le amputaron ambas piernas... pero pese a todo, un Halo de esperanza hubo:
En uno de los últimos aviones que salió del aeropuerto de Gumrak, que regresaba a Alemania, estaba Becker.
Para él no hubo honores, ni condecoraciones, ni ascensos. Ya hemos hablado de este tema, en donde Adolfo y séquito quiso sacar de la mente del pueblo lo que sucedió en Stalingrado. Pero tamaña tragedia no se podía ocultar.
Días después, mientras se recuperaba en un hospital, recibió la visita de la policía política:
“De lo ocurrido en Stalingrado, ni una palabra”, le dijeron.
Cuando se fueron, a Becker se le llenaron los ojos de lágrimas:
FUENTES:
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=143875981077904&set=pb.100063665072371.-2207520000..&type=3
https://www.facebook.com/photo?fbid=3953289581431880&set=gm.1159013207901080
(Álvaro Núñez de Pazos)
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Pedro Pablo Romero Soriano PS