Devastación en Dresde

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La destrucción de Dresde fue no solo excesiva, sino, posiblemente por el momento en que ocurrió, innecesaria.
En febrero de 1945, la ciudad alemana de Dresde fue arrasada. Entre los días 13 y 14, cientos de bombarderos anglo-americanos convirtieron la hermosa capital de Sajonia en un humeante montón de ruinas.
A principios de 1945, Dresde estaba al borde del colapso. A su población se habían sumado cientos de miles de refugiados del este del Reich. Huían del avance del Ejército Rojo, y estaban llegando de todas las formas posibles: en tren, carreta o a pie. Allí eran atendidos y redireccionados. Solo podían permanecer en la ciudad 24 horas, pero los hospitales y los centros asistenciales (la mayoría, colegios habilitados) estaban abarrotados. El ferrocarril apenas podía aliviar la presión, puesto que los medios militares tenían prioridad.
Eran tiempos difíciles, incluso para un agriado Churchill, que veía cómo las bombas volantes V1 y V2 caían sobre Londres. En vísperas de la Conferencia de Yalta pidió detalles de la Operación Thunderclap. Se trataba de un proyecto abandonado que preveía un bombardeo sobre Berlín u otra ciudad de magnitud similar que forzara la rendición germana. Lo que el premier británico pretendía era mostrar a Stalin su voluntad de colaboración, ahora que los soviéticos habían lanzado su ofensiva final. El objetivo, por ello, debía estar en el este alemán.
Pero Churchill quizá quería mostrar también a su ambicioso aliado la capacidad destructiva de las armas anglo-americanas.
Durante días se cruzaron informes y preguntas. En uno de ellos, el jefe del Estado Mayor del Aire, sir Charles Portal, concluía: “Se podría provocar una inmensa devastación si el ataque se concentrara en una gran ciudad que no fuese Berlín, y el efecto sería especialmente profundo si fuera una ciudad hasta ahora intacta”. Poco después, el ministro del Aire, sir Archibald Sinclair, añadió que los mejores objetivos serían Berlín, Dresde, Leipzig o Chemnitz.
El tema se trató en Yalta, donde se reunieron Stalin, Churchill y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt a principios de febrero, y parece que el general Alekséi Antónov, subjefe del Estado Mayor soviético, pidió expresamente un ataque a Dresde.
La operación debía comenzar con un ataque diurno a cargo de la 8.ª Fuerza Aérea de la USAAF, pero la climatología retrasó su participación a favor del 5.º Grupo del Comando de Bombardeo, experto en operaciones nocturnas. Sobre las seis de la tarde del 13 de febrero, 244 cuatrimotores Lancaster despegaron de varios aeródromos en Lincolnshire, en la costa oriental inglesa, hasta los topes de combustible y sin ningún peso superfluo, pues su objetivo se hallaba a 2.700 km. Cada uno cargaba 7.000 kg de bombas, desde las minas de 4.000 hasta las incendiarias de termita de 2.
Ni un reflector, ni una batería antiaérea ni un caza alemán se opusieron a los bombarderos, que, volando a menor altura de lo habitual, comenzaron a abrir sus bodegas. Pronto las salidas de muchos refugios se vieron obstruidas por los destrozos, y sus ocupantes se asfixiaron.
El ataque duró apenas veinte minutos, pero fue demoledor.
A la 1.25, una segunda oleada de 525 Lancasters, el doble que la anterior, lanzó sus bombas desde mayor altura, dado que el humo impedía descender. Al comprobar que el centro se hallaba destruido, los aparatos soltaron sus proyectiles sobre zonas no afectadas, en algunas de las cuales se agrupaban los supervivientes, envueltos en mantas húmedas y con pañuelos en la boca para respirar. Fue una masacre. Muchos se lanzaron a los depósitos de agua para huir del fuego, pero la mayoría se ahogó, cuando no se coció. Hasta el asfalto llegó a derretirse.
Una tercera oleada, esta vez a cargo de 311 B17 de la USAAF, llegó poco después del mediodía.
Habían sido arrasados 15 kilómetros cuadrados de zona urbana; 176.000 viviendas, destruidas o dañadas. La mayor parte de la Ciudad Vieja ardió por completo.
En 2008, un comité interdisciplinar promovido por el ayuntamiento de la ciudad concluyó que la cifra debió de oscilar entre los 18.000 y los 25.000 muertos, aunque dos años después elevó el mínimo a 22.700.
Es probable que nunca conozcamos la cifra exacta.


FUENTE:

https://www.facebook.com/photo?fbid=335578598574307&set=a.131347705664065

Vientos de Guerra: Segunda Guerra Mundial

 







Pedro Pablo Romero Soriano PS

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