Masacre de Manila

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Rendición de las fuerzas japonesas en Filipinas. Agosto de 1945

MacArthur cumplió su palabra. En otoño de 1944, desembarcó en la isla de Leyte con 175.000 hombres y liberó tanto Leyte como la isla de Mindoro. Los americanos eran superiores en número, así como en equipamiento militar, y ganaron rápidamente. Los siguientes objetivos eran la isla de Luzón y la capital de Filipinas, Manila.
El 9 de enero de 1945, el 6º Ejército americano, al mando del teniente general Walter Krueger, apoyado por la 1ª División de Caballería, desembarcó en el golfo de Lingayen (isla de Luzón), 150 kilómetros al norte de la capital. A finales de ese mes –el día 31–, el teniente general Joseph Swing desembarcó a 60 kilómetros al sur de Manila con parte del 8º Ejército.
Los 70.000 efectivos del 6º Ejército no fueron destinados en su totalidad a Manila. Parte de las tropas se dedicaron a combatir a tres grupos del ejército japonés Shimbu, Kembu y Shobu que habían sido desplegados al norte de Luzón por el comandante japonés de Filipinas, Tomoyuki Yamashita, para impedir que los americanos alcanzaran la capital.
Yamashita casi había abandonado la defensa de Manila, que, por encontrarse en terreno llano y abierto, podía ser atacada fácilmente por mar. Además, en una ciudad donde la gente vivía en pobres chozas de madera y pasaba hambre, resultaba difícil alimentar a las tropas imperiales. Tampoco tenía Manila una gran importancia estratégica en el marco general de la guerra.
Pero una cosa era que Yamashita no tuviera un interés especial en conservar la ciudad y otra que los soldados del Imperio estuviesen dispuestos a entregarla.
Estos guerreros japoneses que preferían el sacrificio a la rendición se enfrentarían a unas fuerzas americanas que les doblaban en número y tenían un armamento decididamente superior, además de contar con el apoyo de 3.000 miembros de la Resistencia filipina.
Considerada como la tercera batalla más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial, durante la lucha por la liberación de Manila, ya durante los compases finales del conflicto, los soldados nipones que quedaron en la ciudad se dedicaron a asesinar sistemáticamente a la población civil, filipina o no. Los asesinatos y los bombardeos causaron miles de víctimas y destruyeron casi por completo la capital de Filipinas.
El ejército norteamericano acabó con los últimos reductos de resistencia japonesa el 3 de marzo de 1945, y tras efectuar varias batidas en busca de los autores de las terribles matanzas sería en el edificio de Hacienda donde hallaron muerto (supuestamente se había suicidado) al que se cree que fue el artífice de la masacre, el contraalmirante Sanji Iwabuchi.
Tras la liberación, Manila, totalmente arrasada, perdió la mayoría de sus edificios históricos, y los que resultaron muy dañados fueron demolidos por los estadounidenses en aras de la reconstrucción de la ciudad. Manila perdió su historia y a gran parte de sus habitantes en un mes.



Soldados estadounidenses rezan a las puertas de una Iglesia en Manila 1945

La batalla de Manila librada desde el 3 de febrero hasta el 3 de marzo de 1945, por fuerzas estadounidenses, filipinas y japonesas, fue parte de la campaña de Filipinas de 1945. La batalla, que duró un mes, culminó en un baño de sangre terrible y la total devastación de la ciudad, fue el escenario de los peores combates urbanos en el teatro del Pacífico, y terminó con casi tres años de ocupación militar japonesa en Filipinas (1942–1945).
La Masacre de Manila hace referencia a las atrocidades cometidas en la ciudad de Manila en febrero de 1945 contra civiles filipinos por tropas japonesas en retirada finalizando la Segunda Guerra Mundial.
Diversas fuentes cifran el número de víctimas en al menos 100.000 personas,
En 1945, conforme las fuerzas del General don Douglas MacArthur (1880-1964) se avecinaban a Manila, se propagó un enorme desasosiego e inquietud. La capital filipina, que agrupaba a unos 600.000 habitantes, se transformó como metafóricamente se interpretaría, ‘en la piedra del zapato estadounidense’, porque estaba convencida de lograr una impetuosa y resuelta victoria.
Muy distante de ceder las armas con una rendición honrosa, los 15.000 soldados japoneses atrincherados en Manila, no tardaron en recibir el mandato de resistir a toda costa, con el propósito de demorar en demasía la irrevocable llegada a Tokio del Ejército americano.
Lo que estaría por llegar. Los japoneses, no pudiendo soportar que la humanidad contemplase su degradación, prefirieron calcinar estas tierras y con ellas exterminar indiscriminadamente a sus moradores. Los números deplorables lo dicen todo: 100.000 muertos, cifras muy cercanas a las que se producirían con los bombardeos atómicos de Hiroshima o Nagasaki (6-9/VIII/1945)
Manila, por debajo de Varsovia, sería la más hostigada en el conflicto. Las evidencias constatan, que nos estamos refiriendo a uno de los mayores crímenes de guerra perpetrados por el Ejército Imperial Japonés, desde la invasión de Manchuria.
En febrero de 1945, mientras los soldados americanos tocaban a las puertas de Filipinas, los japoneses materializaron una aniquilación sistemática de la población, con independencia de su nacionalidad, religión o afiliación.
En este contexto terrorífico, el Consulado de España iba a ser testigo directo del asesinato bárbaro de individuos de distintas patrias, entre ellos, 257 españoles que cayeron apuñalados con bayoneta
Primero, una partida de unos 30 militares obligó a los refugiados reunirse en el patio, para acto seguido acribillarlos despiadadamente. El desenlace dramático no podía ser otro: 200 fallecidos, aunque al terminar la matanza se cuantificaron 278 víctimas.
Segundo, se padecería la destrucción más implacable en un inmueble de 4.000 metros cuadrados acomodado con dos plantas, presumiéndose que habría aglutinadas unas 800 personas en su interior, de las que singularmente se salvaron cinco.
A pesar de todo, los homicidas que realizaron la carnicería, debieron de sentirse más sugestionados por la aglutinación de gente a las que asesinar, que por tales indicadores de origen. La ejecución a bayoneta, el instrumento favorito de los soldados nipones, se perpetraría el 12 de febrero.
En consecuencia, la ‘Masacre de Manila’ selló el epílogo del influjo español en su colonia inmemorial. La infinidad de proyectiles caídos, como los implacables homicidios cometidos, aniquilaron la metódica arquitectura colonial y los decálogos que llevaron al disfrute de haciendas a los forasteros.
Sin embargo, lo más desgarrador de este relato lo acentuarían los historiadores, quienes con minuciosidad han estudiado la historia del pasado en el tiempo, preocupados por la menudencia narrativa e investigación continua y metódica de vicisitudes como las que aquí se evocan.

Revelándonos, que, hasta 1948, o séase, tres años después, muchos españoles no supieron de primera mano, lo que exactamente les sobrevino a sus seres queridos en esos días infaustos cargados de calamidades.


FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=807941988023645&set=a.418790153605499

Historia de la Segunda Guerra Mundial

-La ocupación japonesa en Filipinas y etnicidad hispana
(1941-1945) Florentino Rodao
-La última de Filipinas de Carmen Güell 2005
https://www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?t=8879
https://www.facebook.com/photo?fbid=342849634513870&set=a.131347705664065

Vientos de Guerra: Segunda Guerra Mundial


















 











Pedro Pablo Romero Soriano PS

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