August von Mackensen

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El mariscal de campo alemán de la Primera Guerra Mundial, August von Mackensen, posando para una fotografía con su uniforme con motivo de su 95 cumpleaños, el 6 de diciembre de 1944, habia nacido el 6 de diciembre de 1849.
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1916, cuando cumplió 67 años, lo celebró desfilando a caballo por la capital rumana, Bucarest, que fue conquistada por las Potencias Centrales el mismo día.
Esta fotografía, tomada durante la Segunda Guerra Mundial, fue el último cumpleaños del mariscal de campo August von Mackensen, ya que falleció el 8 de noviembre de 1945.


August von Mackensen en los Cárpatos

El 1 de mayo de 1915, una fuerza austro-germana combinada comenzó una ofensiva para expulsar a los rusos de los Cárpatos. Dirigía las tropas un comandante alemán, el general August von Mackensen, y un alemán experto en artillería, el coronel Bruchmüller, fue quien ideó la táctica de la artillería. El ataque principal fue precedido por un bombardeo llevado a cabo por seiscientas diez piezas de artillería; fue la mayor descarga realizada hasta entonces en el frente oriental e incluyo granadas de gas. Duró cuatro horas y se dispararon setecientos mil proyectiles.
Al cabo de veinticuatro horas, los rusos fueron expulsados de Gorlice; cinco días después los echaron de Tarnow. Miles de soldados rusos quedaron muertos en el campo de batalla. Era el fin de nueve meses de victoriosos avances rusos. Los ejércitos austrogermanos fueron recuperando, uno por uno, los pasos de los Cárpatos. Al cabo de una semana, habían tomado prisioneros a más de treinta mil soldados rusos. Tras la batalla por la población montañosa de Sanok, el comandante ruso informo que su ejército había “muerto desangrado”.
Una enfermera británica, Florence Farmborough, que prestaba servicio en una unidad médica que acompañaba a las fuerzas rusas, fue testigo de su sufrimiento. Al llegar a un monasterio en la aldea de Molodycz, los médicos y enfermeras en retirada establecieron una sala de operaciones de emergencia. “Averiguar cuando y como se habían producido las heridas era imposible; en medio de esa gran ola de sufrimiento, cuya intensidad era bien visible y audible, no podíamos hacer otra cosa más que apretar los dientes y ponernos a trabajar.” Una docena de ambulancias transportaban a la retaguardia a los heridos menos graves, pero, por muchos que se llevaran, seguían trayendo más. Vio unas heridas “que hacían que a una le palpitara el corazón, maravillada de que el cuerpo de un hombre estuviera tan mutilado y, sin embargo, pudiera vivir, hablar y comprender“. Se volvió hacia un hombre y vio que tenía la pierna y el lado izquierdo llenos de sangre. “Retiré la ropa y ví una pulpa, una mera masa de cuerpo destrozado, de las costillas para abajo; tenía el estómago y el abdomen completamente aplastados y la pierna izquierda estaba unida a la pulpa del cuerpo solo por unos cuantos trozos de carne.” Un sacerdote que pasaba en ese momento se tapó los ojos, horrorizado, y se alejó. “Los ojos sin brillo del soldado seguían mirándome y movió los labios, pero no salió ninguna palabra. No puedo describir lo que me costó alejarme sin ayudarlo, pero no podíamos desperdiciar tiempo ni material en los casos desesperados y había tantos otros esperando.”


Dos días después, Florence Farmborough sufrió lo indecible cuando se dio la orden de continuar la retirada, dejando atrás a los heridos más graves. “Los que podían andar se levantaron y nos siguieron, corriendo, saltando, cojeando a nuestro lado. Los más impedidos se arrastraban detrás de nosotros, suplicando, implorando que no los abandonáramos en su necesidad. Y en la carretera quedaron otros, muchos más; algunos tumbados en el polvo, agotados. También ellos nos llamaban. Se aferraban a nosotros, rogándonos que nos quedáramos con ellos. Teníamos que arrancar nuestras faldas de las manos que las agarraban. A continuación, sus plegarias se mezclaban con los insultos y, a lo lejos, escuchábamos los insultos repetidos por aquellos de nuestros hermanos a los que habíamos abandonado a su destino. La creciente oscuridad acentuaba el pánico y la miseria. Acompañados por el fragor de los proyectiles y las maldiciones y las plegarias de los heridos, a nuestro alrededor y detrás, nos adentramos rápidamente en la noche.”



FUENTES: https://www.facebook.com/lagranguerra19141918/photos/a.118150336687131/523007946201366/

La Gran Guerra 1914 - 1918

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Así fue la Primera Guerra Mundial™





























Pedro Pablo Romero Soriano PS

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