El plasma sanguíneo en la Segunda Guerra Mundial

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En la fotografía coloreada, hombres del 1° Batallón, 85° Regimiento de Infantería de Montaña, 10ª División de Montaña, dan plasma a un soldado alemán herido en un puesto de socorro en Villafranca, Italia, el 26 de abril de 1945



Durante la Segunda Guerra Mundial, el uso de plasma sanguíneo fue un elemento esencial, componente del tratamiento de los soldados heridos. Cuando un soldado queda gravemente herido, la pérdida de sangre es extremadamente peligrosa, debido a la alta pérdida de glóbulos rojos que transportan oxígeno. La mayor preocupación es la pérdida de líquidos que da como resultado un nivel bajo de presión sanguínea. Al realizar la transfusión a los heridos con plasma, el volumen de sangre se mantiene y la presión arterial se mantiene en un nivel normal, evitando la entrada en shock.
El plasma, el primer componente de la sangre, nació como tal en 1937. Fue producido en el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la llamada “Guerra del Plasma”, marcada por puntos de vista contradictorios sobre si debía suministrarse en forma líquida o en polvo seco. Sin embargo, cerca al final de la guerra, cuando se establecieron los enlaces necesarios de recolección, refrigeración y transporte aéreo, se enviaba sangre completa al frente de batalla siendo superior de todos modos al plasma. La Cruz Roja Nacional Estadounidense recolectó más de 13 millones de unidades de sangre entre 1942 y 1945; más de 12 millones se convirtieron en plasma, y donde la mayoría de los glóbulos rojos se desecharon. Al final de la guerra, se usaron más de 19.000 litros de sangre entera en la última batalla por Okinawa.
La historia del plasma líquido y seco es la historia de dos hombres, John Elliott y Max Strumia. El doctor Elliott en una reunión de septiembre de 1936 presentó su “Informe preliminar sobre un nuevo método de transfusión de sangre.” En unos años Elliott había establecido una relación con Laboratorios Baxter en Chicago y el bulbo-tubo de vacío se convirtió en la botella TransfusoVac, reemplazando el vaso de precipitados abierto y la tradicional “botella de leche” en la práctica hospitalaria. La nueva botella se convirtió en el recipiente estándar de recolección de sangre durante la Segunda Guerra Mundial y aún más allá, que duró hasta la aceptación universal de las bolsas de sangre en material de plástico a partir de la década de 1970.
Mientras tanto, la Cruz Roja Nacional Estadounidense había comenzado su primer programa de sangre, siendo una creación de William DeKleine, quien había presentado el esquema británico de reclutar voluntarios para ir a los hospitales a servir como donantes para transfusiones directas. Elliott leyó eso plan e inició una larga correspondencia con DeKleine para promover el valor del plasma. DeKleine fue a Salisbury para conocer a Elliott en junio de 1939. Un oyente en una de las ponencias de Elliot en 1940 fue el capitán Douglas Kendrick, quien se dio cuenta de lo que el plasma podría hacer por el ejército estadounidense. Kendrick estaba estableciendo una Unidad de Investigación de Sangre en el Centro Médico Walter Reed en Washington y Elliott fue presentado allí a quienes tomaban las decisiones militares.
La guerra había comenzado ya en Europa y la Cruz Roja Americana recibió una solicitud de su contraparte británica en julio de 1940 para enviar plasma a Londres, que estaba bajo bombardeo aéreo. Se acordó preparar el plasma de Elliott si la Cruz Roja reclutaba a los donantes. El plasma se recolectó en ocho hospitales cada uno usando su propio equipo y métodos, para el envío al Reino Unido. La contaminación por bacterias se hizo evidente durante el viaje por mar, por lo que se suspendió el proceso. Aunque el plasma líquido de Elliott había fallado en la producción en masa, su concepto de plasma como una terapia para lo que él había llamado “shock traumático” era indiscutible.
Mientras tanto, otro profesional, Max Strumia, que había estado estudiando el plasma como agente antimicrobiano desde 1927, ya estaba experimentando con convertir el “líquido” de Elliott en un polvo estéril. La primera publicación de Strumia sobre el plasma intravenoso como sustituto de la sangre reconoce a John Elliott, pero también va directo a la literatura sobre productos biológicos liofilizados. Con el apoyo financiero de la Consejo de Mujeres de su hospital, diseñó y construyó un pequeño aparato capaz de congelar el plasma líquido y secarlo al vacío. El capitán Kendrick escuchó a los dos precursores del uso del plasma y vio las ventajas para los militares del producto en estado seco. Strumia obtuvo fondos militares y sangre de la Cruz Roja para preparar varios cientos de unidades del producto seco para prueba por el Ejército y la Armada.
La dirección científica fue proporcionada por un Comité de Sustitutos de la Sangre del Consejo Nacional de Investigación en el Instituto Nacional Academia de Ciencias. Strumia estaba en ese Comité, pero Elliott nunca fue invitado a sus deliberaciones. Para septiembre de 1941, el Consejo de Farmacia y Química había aceptado tanto el plasma líquido como el plasma deshidratado como nuevos remedios no oficiales. Un recipiente contenedor fue diseñado por Kendrick y Elliott en forma de botellas al equivalente de 250 o 500 ml de plasma seco para reconstituirse con botellas complementarias de agua destilada. Ambos se suministraron en cajas que contenían todo lo que se necesitaba para la atención de los heridos aliados en el campo de batalla.


FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=562417402576106&set=pb.100064235526662.-2207520000.

Historia de la Segunda Guerra Mundial

Fuentes:
“Plasma Transfusions - The Plasma Wars: A History de Paul J. Scmidt (2012)
“A New War Weapon to Save Lives” - The National WWII Museum


 




























Pedro Pablo Romero Soriano PS

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