Ilse Hirsch, 23 años, Hauptgruppenführerin (capitana) en la BDM (Liga de Muchachas Alemanas) antes de ser reclutada por Werwolf
Ilse Hirsch, soldado alemana perteneciente al grupo Comando Werwolf; la imagen es una portada de una revista de propaganda alemana de 1940
El 23 de marzo de 1945, cuando Alemania se encontraba al borde del abismo, Adolf Hitler lanzó el denominado "Discurso Werwolf", en el que llamaba a la guerra de guerrillas contra las fuerzas invasoras. El Führer quería movilizar a cientos de miles de alemanes para que se unieran a esa lucha final, pero en aquella ocasión su llamamiento apenas tuvo respuesta.
De hecho, la arenga de Hitler reunió a algo menos de 5.000 hombres, muchos de ellos veteranos o niños de 13 y 14 años fanatizados hasta la médula. Esas precarias fuerzas recibieron el nombre de "Werwolf". En realidad, el propósito de Hitler se basaba en un plan que había ideado meses antes el Reichsführer Heinrich Himmler y que fue puesto en marcha por Otto Skorzeny y Hans-Adolf Prützmann, General de las Waffen-SS. Pequeños búnker a lo largo y ancho de Alemania fueron abastecidos con armas con el objetivo de que esa red de resistencia sobreviviera al final de la guerra y continuará la lucha en la clandestinidad. Se les atribuyó el asesinato de civiles polacos en represalia por los ataques que sufrieron las tropas alemanas en su retirada, aunque es probable que esa masacre fuera obra de las SS. Lo que sí parece probado es el asesinato de Franz Oppenhoff, nombrado alcalde de Aquisgrán por los estadounidenses, y probablemente del oficial soviético Berzarin, que fue abatido en Charlottenburg (Berlín) en junio de 1945.
Los jóvenes de la Werwolf (hombre lobo) quedaron bajo el mando del teniente general de las SS, Hans Prützmann, que luego de estudiar las tácticas de guerrilla del Ejército soviético en Ucrania, las implantó en su grupo. Se especializaron en ataques de francotiradores, incendios, sabotaje y asesinatos.
A los niños les asignaron misiones de espionaje en las zonas ocupadas por los enemigos del Reich. Los soviéticos, estadounidenses e ingleses eran los blancos principales de los hombres lobos, al igual que los alemanes colaboradores de los ocupantes.
Para ellos ya no había espacio ni siquiera para los sueños. El fin de la Werwolf fue inevitable. Algunos niños pudieron desertar, otros fueron masacrados por las tropas soviéticas a las que no les importó la edad de sus enemigos. Otros, seguramente habían ingerido la pastilla que llevaban en sus camisas. Ya no tendrían pesadillas. Ya no verían ante sus ojos esos dragones que avanzaban por las calles de Berlín escupiendo fuego. Ya no temblarían por el frío, el hambre y el miedo. Ya no deberían contener las lágrimas de tristeza. Ya podían soñar con su madre, con su casa, con sus juguetes perdidos.
En realidad, los Werwolf nunca fueron hombres lobos. Tan sólo fueron niños que aprendieron a morir antes de tiempo.
FUENTES:
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Pedro Pablo Romero Soriano PS