El protagonista en cuestión se llamaba Francis L. Sampson y no dirigía tropas al frente. Nada más lejos de la realidad.
Era un capellán aerotransportado de la 101ª aerotransportada que apenas le dedicó una página y media a narrar este suceso en sus memorias. Y además, con severos errores en los nombres de los afectados. Todo ello implica que, al menos para él, aquella no era más que otra triste historia en mitad de todas las que se dieron en la Segunda Guerra Mundial.
En 1941 fue ordenado sacerdote y ese mismo año con el ataque japonés a Pearl Harbour el 7 de diciembre de ese mismo año Francis se alistó. Lo mismo que le sucedió a otros tantos como el mítico Richard Winters, uno de los protagonistas de «Hermanos de sangre» y popular por sus acciones en la Compañía Easy del 506º Regimiento de Infantería Paracaidista.
Fue durante 1942 cuando Sampson entró en el ejército. Aunque no como soldado, sino como capellán militar.
Por entonces nuestro protagonista creía que sería destinado a una unidad de infantería. Sin embargo, su destino dio un giro drástico cuando le ofrecieron formar parte de los flamantes paracaidistas; por entonces, una de las tropas de élite más destacadas del Ejército estadounidense.
A pesar de que no estaba destinado a entrar en combate (sus armas sobre el campo de batalla eran una estola, una biblia y un crucifijo), Sampson se sometió al mismo entrenamiento que sus compañeros paracaidistas
En el verano de 1944, Sampson, miembro ya del 501º Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División Aerotransportada, recibió órdenes de lanzarse con sus compañeros tras las líneas enemigas en las primeras horas del Desembarco de Normandía. En la noche del 5 de junio protagonizó uno de los aterrizajes más desafortunados de la jornada. La mala suerte hizo que, tras lanzarse del avión (el C-47 reglamentario) se diera de bruces contra una marisma con tanta fuerza que perdió su misal y su crucifijo. No fue hasta el después del Día D cuando Sampson se topó con un joven soldado de la 101ª División Aerotransportada cuya historia le encogió el corazón.
Las versiones que explican lo que sucedió aquel día son varias. El sacerdote dejó escrito en su biografía que, mientras estaba acampado con su regimiento en la playa de Utah a la espera de que los buques le llevasen de vuelta a Gran Bretaña, un soldado llamado Frederick Niland (él escribió su apellido como Nyland de forma errónea) le buscaba porque quería corroborar que uno de sus tres hermanos (Robert, de la 82ª División Aerotransportada, también presente en el desembarco) había caído en combate y que su cuerpo se hallaba en el cementerio de Sainte-Mére-Eglise. «Nos metimos en mi Jeep y condujimos veinte millas de regreso a esa ciudad», dejó escrito nuestro protagonista.
Sampson añade en sus memorias que, cuando llegaron, informó al joven de que no había ninguna tumba con el nombre de Robert, pero que sí figuraba un tal Preston Niland (en sus memorias escribió, una vez más de forma equivocada, William). «Padre..., ese es mi hermano también. Era teniente», le respondió Frederick.
Tras investigar, el sacerdote se percató de que la tragedia de aquel chico era todavía mayor, pues había perdido a otro hermano más (Edward, quien se había alistado en la Fuerza Aérea) en mayo, mientras participaba en una operación de bombardeo a lomos de un B-25.
Ante tal desastre, Sampson decidió enviar una carta a sus superiores para solicitar que devolvieran a aquel desgraciado a su casa. Y lo logró. «Su madre todavía tenía un hijo que la consolara», escribió.
Con todo, su versión es sensiblemente diferente a la que han narrado historiadores como el famoso Stephen Ambrose.
Carquebut, Manche. El 17 de junio, el capellán estadounidense Francis L. Sampson de Sioux Falls (Dakota del Sur) de la 326ª Compañía Médica (101ª AB de EE. UU.) bendijo los cuerpos de los paracaidistas muertos. Cada cuerpo está envuelto en un paracaídas. Los toldos traseros de 28 paneles (8,53 m de diámetro) del T-5 eran de camuflaje o nailon blanco. Al fondo, los prisioneros alemanes enmarcados por soldados están alineados frente a tumbas que ciertamente acaban de cavar.
Otro sacerdote reza una oración que sugiere que los cuerpos han sido bendecidos por representantes de varias religiones. El capellán del ejército Francis L. Sampson era católico romano
FUENTES:
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Historia de la Segunda Guerra Mundial
Fuentes;
-Lo que nunca te han contado del dia "D" de PERE CARDONA
,MANUEL P. VILLATORO.
Pedro Pablo Romero Soriano PS