El uso de las drogas por los Ejércitos Aliados

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 Corría junio de 1940 cuando los británicos se toparon con un sorprendente hallazgo. Unos pilotos alemanes abatidos sobre Gran Bretaña estaban en posesión de unas extrañas pastillas. Así pues, el fisiólogo Henry Dale recibió el encargo de analizar aquellas pastillas, descubriendo que se trataba de metanfetamina. Dale llegó a sugerir que los militares británicos podían consumir estas sustancias para mejorar su rendimiento.

Sin duda alguna, la labor de los pilotos era extenuante. Las dotaciones de los hidroaviones Catalina llegaban a afrontar misiones de treinta y seis horas de duración, mientras que el personal de los bombarderos Whitley podía llegar a volar ininterrumpidamente durante once horas. Esto provocó que muchos pilotos, por propia voluntad, echasen mano de la bencedrina (nota BHM: también del Adderal, la competencia en el mercado de las anfetas legales). Tales eran los efectos de esta droga que tanto en Reino Unido como en Estados Unidos fue conocida entre los aviadores como “copiloto”.
En vista de los estudios llevados a cabo por el médico militar R. H. Winfield, la Royal Air Force dio el visto bueno para que en las misiones de larga duración, los aviadores consumiesen bencedrina. La dosis consistía en dos tabletas de cinco miligramos. Inicialmente, el personal de las fuerzas aéreas británicas vio en la bencedrina una sustancia milagrosa, sin embargo, a largo plazo, empezaron a sentir los efectos más perjudiciales de la esta sustancia. No todo era un aumento de la agresividad y una mejora del rendimiento, pues la adicción comenzó a causar estragos entre los pilotos.
Las anfetaminas no solo fueron consumidas por los hombres de las fuerzas aéreas. También el personal que desempeñaba los trabajos más pesados y la infantería recibieron estas “pastillas energéticas”. La bencedrina fue suministrada incluso a las fuerzas especiales. Prueba de ello es que, durante la Operación Flipper (noviembre de 1941), una incursión con comandos para asesinar o capturar a Erwin Rommel, las tropas británicas disponían de pastillas de bencedrina.
Con la llegada de Montgomery a Egipto en agosto de 1942, cambió la moral de combate del 8º Ejército británico. Es más, el recién llegado general se mostró muy entusiasmado con los efectos que producía la bencedrina. Montgomery necesitaba quebrar las líneas defensivas del Afrika Korps en El Alamein, por lo que las tropas necesitaban armarse de valor para un asalto tan audaz además de otro tipo de magia que les ofrecía Jasper Maskelyne. Por ello, las anfetaminas pasarían a ser el elemento decisivo que haría de sus soldados verdaderos guerreros arrojados.
Para tal propósito, Montgomery hizo distribuir pastillas energéticas entre sus hombres. En este sentido, unos 100.000 comprimidos de bencedrina fueron suministrados para la ofensiva que tendría lugar el 23 de octubre de 1942. El consumo de bencedrina no solo fue algo habitual en El Alamein. En su libro sobre la batalla de Arnhem, el historiador británico Antony Beevor muestra en numerosas ocasiones cómo los paracaidistas británicos recurrieron a la bencedrina para poder sobreponerse a la exigencia de los combates.
Sin embargo, no todo eran ventajas. Las dotaciones de los blindados del 8º Ejército en África, que recurrían a esta clase de comprimidos, fueron víctimas de alucinaciones y embotamiento. El consumo de anfetaminas continuó entre las tropas británicas, llegando a un total de unos 72 millones de pastillas.


Una de las presentaciones de la Benzedrina era en forma de inhalador para aliviar los síntomas de los resfriados incluso en niños. Sin embargo, las personas empezaron a romper los inhaladores para ingerir la anfetamina directamente o disuelta en el café para bajar de peso. Así que las farmacéuticas vieron este nicho de mercado y ofrecieron las anfetaminas en forma de píldoras para adelgazar bajo la marca Obetrol en los 1940

Benzedrina sulfato SKF® (anfetamina sulfato) también se formulaba en comprimidos (véase fotografía) (texto: “Estas tabletas aliviarán la fatiga y permitirán estar despierto. No tomar a menos que esté extremadamente cansado o muy soñoliento. Tomar solamente en emergencias y cuando sea autorizado por un prescriptor. Siga cuidadosamente las instrucciones en el lado opuesto [del envase]”.
Los psiquiatras aceptaron muy pronto la anfetamina como tratamiento de la «depresión neurótica». A ello contribuyó la creación en la Universidad de Harvard de la cátedra de psiquiatría Abraham Myerson, financiada por el propio laboratorio (Smith Kline & French). En esta cátedra se pergeño un modelo teórico de la depresión según el cual se trataba de un estado de anhedonia causado por la supresión de los estímulos naturales tendentes a la acción. En este modelo teórico de la depresión las anfetaminas “ajustaban” el balance hormonal en el sistema nervioso central amplificando la estimulación adrenérgica y, como resultado, promocionando la extroversión.
El uso militar de las anfetaminas fue importante durante la Segunda Guerra Mundial, tanto de los ejércitos aliados (Benzedrina sulfato [4]), como del ejército alemán y japonés (metanfetamina [5, 6, 7, 8]). El uso principal, pero no exclusivo, fue entre los pilotos de los bombarderos, para combatir el cansancio e incrementar el nivel de atención. Aun cuando existían normas para su utilización, eran poco respetadas

La acción estimulante de la anfetamina se contrarrestaba elaborando preparados farmacéuticos que lo asociaban con barbitúricos. De hecho, se comercializaron varios medicamentos que contenían en el mismo preparado anfetamina y barbitúrico. Se buscaba así la acción inhibidora del apetito de la anfetamina contrapesando la estimulación del sistema nervioso mediante la asociación con barbitúricos. Esta estrategia se consideraría hoy día una práctica clínica temeraria.
Conforme aumentó el consumo de anfetaminas, también se notificaron cuadros psicóticos con alucinaciones (percepciones extrañas) y paranoia (sensación de ser espiado o perseguido). Al principio estos efectos adversos no despertaron mucha atención médica y farmacéutica, diluidos por una verdadera ola de entusiasmo con los efectos “antidepresivos” yanorexígenos de la anfetamina

Las anfetaminas son drogas sintéticas, adictivas y neurotóxicas, que son sustancias derivadas de la beta-fenil-isopropilamina y se presentan en forma de cápsulas o pastillas. Algunas de las más usadas son la benzedrina, la dexedrina y la metilanfetamina.
Originariamente fueron desarrolladas para tratar el asma, la hiperactividad y los desórdenes del sueño. En 1920 se usó para tratar el asma una droga llamada efedrina. También en China se empleó durante siglos la planta Ma Huang (Ephedra vulgaris) para tratar el asma. Durante la Segunda Guerra Mundial se administraron anfetaminas a los soldados con la intención de vencer la fatiga y mantenerse alerta.Muchos de los efectos de las anfetaminas son similares a los de la cocaína. Pueden generar adicción y su correspondiente síndrome de abstinencia, caracterizado por depresión severa y fatiga.
A corto plazo
Incremento del ritmo cardiaco, incremento de la presión sanguínea, disminución del apetito, dilatación de las pupilas, sensaciones de felicidad y poder, disminución del cansancio.
A largo plazo
Insomnio, psicosis paranoica, alucinaciones, comportamientos agresivos y violentos, pérdida de peso, temblores

EE.UU siguió el ejemplo de Gran Bretaña. En 1942, las fuerzas aéreas adquirieron grandes cantidades de bencedrina a la empresa Smith, Kline & French. Los pilotos de las fortalezas volantes que eran los B-29 se ayudaron de la benzedrina para sus largas misiones con las que bombardeaban Alemania y Japón. Al año siguiente comenzó la distribución entre las fuerzas terrestres, que apodaron popularmente «benni» a la bencedrina. Las cifras totales consumidas oscilan entre los 250 millones y los 500, según el autor consultado.
Su distribución fue especialmente clave en el Pacífico, donde la lucha contra los soldados suicidas de Japón solo podía ser contrarrestada a través de algo que neutralizara de forma artificial el miedo. En este sentido, muchos de los kamikazes nipones también estaban colocados de anfetamina y opio cuando realizaron estas actividades temerarias. Japón distribuyó todo tipo de estupefacientes entre las tropas

Algo que mantenga a los soldados alerta, reduzca la percepción del dolor y la sensación de hambre es el sueño de cualquier ejército. A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, el interés por las anfetaminas surgió con fuerza en Alemania y, posteriormente, fueron los Aliados los que quedaron prendados de sus efectos. Las primeras anfetaminas fueron sintetizadas en 1887.
No obstante, los laboratorios farmacéuticos no se mostraron interesados por ellas hasta los años 20 del siglo XX. El primer medicamento a base de anfetamina fue lanzado a comienzos de los años 30 para combatir el asma, bajo el nombre comercial de Benzedrina.
Mediante las investigaciones, el uso y la propia dependencia se pudo determinar el efecto estimulante de las anfetaminas: aumento del nivel de alerta, así como de la capacidad de concentración, disminución del apetito y mayor tolerancia al dolor. Por estos motivos, se exploraron varias clases de anfetaminas y se comercializaron para tratar la narcolepsia, la depresión, la obesidad y muchos otros trastornos médicos.
El uso recreativo de las anfetaminas (speed) tal y como lo conocemos hoy en día era desconocido en aquella época. Una forma modificada de anfetamina, la metanfetamina (el crystal meth que causa actualmente estragos en EE.UU.) fue comercializada por Temmler-Werke en Berlín el 1938 y se vendió sin receta inicialmente en las farmacias alemanas bajo el nombre de Pervitin



FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=8078322462216781&set=pcb.1600641813820296
Así fue la Segunda Guerra Mundial™
Claudio A Aguirre
Fuentes:




































Pedro Pablo Romero Soriano PS

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