El desgaste del Ejército alemán en el Frente Oriental

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La gradual aniquilación del Ejército alemán en el Frente Oriental: de Moscú a Stalingrado (1941-1943)


En junio de 1941, la Wehrmacht era el instrumento militar más eficaz del mundo, capaz de operaciones de alta velocidad y precisión táctica. La Operación Barbarroja buscaba derrotar a la Unión Soviética en una campaña rápida, pero la resistencia soviética, la inmensidad geográfica y el clima extremo frustraron esta expectativa.
Entre 1941 y 1943, la Wehrmacht pasó de dictar el curso de la guerra a luchar por su supervivencia. Moscú fue el primer punto de inflexión; Stalingrado, la confirmación de que el Frente Oriental se convertiría en un proceso de desgaste irreversible.

Factores de fracaso.

-Extensión logística: los centros de abastecimiento estaban a más de 800 km de la línea del frente. La diferencia de ancho ferroviario soviético retrasaba semanas la llegada de combustible y municiones.

-Resistencia soviética: Zhúkov desplegó 18 divisiones frescas procedentes del Lejano Oriente, lo que permitió un contraataque en todo el frente de Moscú.

-Clima extremo: temperaturas de -30 a -40°C congelaban armas, combustible y miembros humanos.
Entre octubre de 1941 y enero de 1942, el Grupo de Ejércitos Centro sufrió:

Bajas totales: aprox. 615.000 hombres (incluyendo heridos, muertos y desaparecidos).

Pérdidas de material: más de 1.300 tanques y 20.000 vehículos.

Carta de un suboficial de la 6.ª División Panzer (diciembre de 1941):

“Las botas se nos congelan a los pies. No sentimos las manos. Hace días que comemos pan duro y sopa aguada. La ciudad [Moscú] parece tan cerca… y sin embargo cada paso es como subir una montaña de hielo”.
El desgaste era acumulativo, El invierno de 1941-1942 no solo supuso un retroceso territorial, sino un golpe físico y psicológico profundo. A pesar de ello, Hitler ordenó una ofensiva hacia el sur (Operación Azul) en el verano de 1942. La Rotación era insuficiente, divisiones enteras, como la 3.ª Motorizada, pasaron de Moscú al Don sin descanso significativo. los últimos reemplazos de menor calidad, la Wehrmacht incorporó reclutas con entrenamiento acelerado y menor resistencia física. Las deficiencias de abastecimiento eran la norma el 50 % de los suministros de verano se destinó al VI Ejército, dejando a otras unidades en condiciones precarias.
Las cifras de bajas en 1942 (antes de Stalingrado) En el frente Oriental (enero-octubre): aprox. 1,1 millones de bajas acumuladas (muertos, heridos y desaparecidos). Pérdida de caballos de tiro: más de 200.000, afectando gravemente al transporte de artillería y suministros.


Diario de un soldado del 16.º Ejército (agosto de 1942):

“La sed es peor que el hambre. Marchamos horas sin agua. El sol nos quema y la piel se abre. Pienso en la nieve del invierno pasado… y ahora daría todo por un puñado de ella.”

Stalingrado la quiebra definitiva de septiembre del 42 a febrero del 43.

Condiciones de lucha en la ciudad, era el combate casa por casa, con altísimas bajas diarias. La escasez extrema de alimentos: raciones de 100-200 g de pan negro. Enfermedades, brotes de tifus, disentería y neumonía sin medicación suficiente.

-Tropas alemanas y aliadas atrapadas: entre 260.000 y 290.000 hombres.

-Bajas finales: más de 150.000 muertos y 91.000 prisioneros (solo unos 5.000 regresaron a Alemania)

-Pérdidas materiales: destrucción de la mayoría del VI Ejército, incluyendo más de 2.000 piezas de artillería.

Carta no enviada, hallada en el bolsillo de un soldado de la 71.ª División de Infantería:

“No tenemos ya fuerzas. Las ratas se comen nuestro pan. Cuando amanece, me pregunto si veré la noche. Y cuando llega la noche, me pregunto si veré el amanecer.”


Las enfermedades más comunes, congelaciones, tifus, disentería, escorbuto, el impacto del clima el 10 % de las bajas en invierno de 1941-42 fueron no combatientes, causadas por frío extremo.
Los síntomas de agotamiento extremo el insomnio, apatía, incapacidad de respuesta ante órdenes. 
Hay casos documentados de Kriegsneurose (neurosis de guerra) y cuadros depresivos agudos. Y la desmoralización por promesas incumplidas (como el supuesto puente aéreo de Göring en Stalingrado).

Testimonio de un médico militar del VI Ejército (enero de 1943):

“Muchos hombres no mueren de heridas, sino de resignación. Se acuestan, cierran los ojos y no vuelven a levantarse. El cuerpo sigue, pero la voluntad se ha rendido antes.”



Entre 1941 y 1943, la Wehrmacht sufrió una erosión constante de su capacidad operativa. Moscú marcó el inicio del retroceso; Stalingrado, su consolidación. El análisis de bajas y testimonios demuestra que la aniquilación alemana fue tanto un proceso militar como humano: hambre, frío, enfermedades y agotamiento mental actuaron como armas tan letales como la artillería soviética.


La historia militar suele medirse en mapas, fechas y cifras, pero en el Frente Oriental el verdadero coste se escribió en los cuerpos y las mentes de los hombres que combatieron. Entre Moscú y Stalingrado, cientos de miles de soldados alemanes vivieron una degradación paulatina que trascendió las pérdidas materiales.
 La imagen del soldado de la Wehrmacht, uniformado con precisión y marchando con disciplina, quedó sustituida por la de hombres harapientos, con rostros hundidos, envueltos en mantas improvisadas y con los pies cubiertos por trapos.
El desgaste fue físico: congelaciones que amputaban manos y pies, cuerpos consumidos por el hambre hasta dejar huesos marcados bajo la piel, enfermedades intestinales que debilitaban a los combatientes hasta el desmayo. Pero también fue psicológico: insomnio persistente por el ruido constante del frente, miedo crónico a la artillería, la certeza creciente de que la victoria ya no estaba al alcance.



Los testimonios de supervivientes relatan una guerra en la que cada día era una lucha no solo contra el enemigo, sino contra el clima, la enfermedad y la propia desesperación. En los inviernos, el frío helaba las lágrimas; en los veranos, la sed agrietaba los labios hasta sangrar. El tiempo en el Este se convirtió en un enemigo invisible, tan mortífero como cualquier división blindada soviética.
Cuando el VI Ejército cayó en Stalingrado, no solo se perdió una fuerza de combate: se quebró definitivamente la moral del soldado alemán en el Este. Quienes sobrevivieron arrastrarían durante años, incluso décadas, cicatrices físicas y heridas invisibles. La aniquilación de la Wehrmacht fue, en última instancia, la suma de miles de derrotas individuales, sufridas día a día, por hombres que lucharon más allá de los límites de la resistencia humana.

Las tumbas de la tripulación del tanque alemán justo al lado de su destruido Panzer IV en el Frente Oriental 

En la fotografía, la tumba de un tanquista alemán en el Frente Oriental, 1941





FUENTES:
Historia de la Segunda Guerra Mundial 
Álvaro Núñez de Pazos 
Fuentes y lecturas;
-Beevor, Antony. Stalingrado. Barcelona: Crítica, 1999.

-López, Ángel. La Wehrmacht en el Este: crónica de una derrota. Madrid: Almena, 2012.

-Carell, Paul. Hitler avanza sobre Rusia. Barcelona: Editorial Juventud, 1966.

-Shirer, William L. Auge y caída del Tercer Reich. Barcelona: Planeta, 2011.

-Müller, Rolf-Dieter. La guerra de Hitler en el Este, 1941-1945. Madrid: Akal, 2018.





































 
Pedro Pablo Romero Soriano PS 

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