El cerco de Leningrado

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El 8 de septiembre, pero de 1941, comenzaba el cerco de Leningrado

Leningrado, el puerto más grande de Rusia, un centro industrial también importante para la producción de armas, la cuna de la Revolución y la fragua de la cultura y las ideas, se quedó a merced, del inexorable avance alemán. En ese momento había alrededor de 3,4 millones de civiles y combatientes en la ciudad.
La orden de asediar la ciudad fue emitida el 6 de septiembre con la Directiva n° 35 de Adolfo, quien, preocupado de que ocupar la ciudad también significara tener que hacerse cargo de la alimentación de la población, decidió junto a los líderes de la Wehrmacht exterminar a la población de Leningrado por inanición.
Los alemanes declararon que Leningrado estaba 'defendida como una fortaleza, por lo que la ciudad y sus habitantes debían ser considerados objetivos militares, debía estar herméticamente aislada y reducida a polvo con ataques aéreos y artillería'. Una vez agotados por el terror y el hambre, se abrirían algunos pasajes para dejar salir a los supervivientes y deportarlos al interior de Rusia'.
Del libro "Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado" de Cynthia Simmons y Ninna Perlina podemos leer:
"Ya no quedan gatos ni pájaros ni perros en la ciudad. Se los han comido todos", respondía N. Vladímirovna al hombre que le pedía "un gatito" a cambio de arreglar su oboe. Las alucinaciones provocadas por la inanición llevaron a la tía de N. Vladímirovna, por entonces una niña, a morir gritando: "¡Vino, vino, carne!"
El filólogo ruso Dmitri Likhachov, que sobrevivió junto con su familia a los meses más pesados del sitio, escribió:
"Dejaban en las calles a los que morían: las madres, padres, mujeres, niños; dejaban de alimentar a los que ya no tenía sentido alimentar; escogían entre sus niños a quién iban a salvar; buscaban oro en los cuerpos de muertos; les arrancaban los dientes si eran de oro; les cortaban los dedos para quitarles sus anillos de boda; desvestían los cadáveres en la calle para conseguir la ropa para los vivos; cortaban los restos de la piel de los cadáveres para cocinar sopa para los niños; estuvieron listos para cortar trozos de carne de sus propios cuerpos para alimentar a sus hijos; escribían diarios y notas para que después alguien supiera cómo morían millones. Si eran terribles los bombardeos y ataques de la aviación alemana, ¿a quién podían asustar? Solamente el que muere de hambre puede hacer una gran infamia o un gran sacrificio de sí mismo, sin temer a la muerte".
Extracto del diario de la poetisa ucraniana Vera Mijáilovna Inber (1890 - 1972), quien vivió en Leningrado durante el asedio llevado a cabo por el Ejército alemán:
"El terreno de nuestro hospital ha sido limpiado de los escombros y ha quedado casi irreconocible. En vez de montones de ruinas hay ahora huertecillos. En la casa del Estudiante han abierto una sala de comidas de "alimentación reforzada". Hay muchas de estas en cada distrito. Gente débil, pálida y exhausta (distrofia de segundo grado) callejea despacio, como asombrada de estar todavía viva... Muchas veces se sientan a descansar y presentan las piernas a los rayos del sol, para curar las ulceras causadas por la falta de vitaminas... Pero entre los leningradeses hay también quienes no pueden moverse ni caminar (distrofia de tercer grado). Yacen en silencio en sus gélidas casas invernales donde ni la primavera logra penetrar. Estas casa son visitadas por jóvenes médicos, estudiantes de medicina y enfermeras. Los casos más graves son transportados al hospital. Hemos colocado dos mil camas más en nuestro hospital, comprendía la maternidad. En estos tiempos son poquísimos los niños que nacen. ¡Se podría decir que ya ninguno viene al mundo!".
Aquel 8 de septiembre comenzaba el infierno que viviría Leningrado. El frío, el hambre, las enfermedades y las bombas alemanas se cobrarían la vida de 600.000/1.200.000 personas (según la fuente consultada) durante el tiempo que duró el sitio.
Pero el pueblo demostró que no estaría dispuesto a ceder. Si para sobrevivir se debían alimentar de hierba, pegamento y correas de cuero o recurrir al canibalismo, estarían dispuesto a hacerlo... Y así fue.
Leningrado fue el claro ejemplo de determinación, coraje y valentía.

 

 Se cumplen mas de 75 años del fin del asedio aleman a Leningrado. 872 días sitiada bajo uno de los peores asedios que recuerda la historia. El frio (hasta 40 grados bajo cero) y el hambre se sumaron a la guerra y la ciudad se convirtió en un infierno helado. En la imagen, un grupo de civiles abandona sus casas tras un bombardeo alemán de la ciudad sitiada.
Foto Tass (Getty)

En 1941 el Ejército alemán y fuerzas armadas finlandesas llegaron a las puertas de Leningrado. Ante la imposibilidad de tomar la ciudad, decidieron sitiarla. Y hacer que su gente muriera de hambre o se rindiera. El 31 de agosto cortaron la última línea de ferrocarril de la ciudad; el 8 de septiembre, la última carretera. En la imagen, una fotografía que muestra a los paracaidistas alemanes del Frente del Este en 1943

Los alemanes, encabezados por Wilhelm Ritter von Leeb, querían apoderarse de Leningrado. Hitler pensaba que si tomaba la ciudad neutralizaría la flota del Báltico y contaría con una gran baza para el transporte.
Foto Ullstein Bild Dtl (Getty)

Llegó un momento en que morían 3.000 personas al día de inanición, luego 15.000, 25.000… No había fuerzas para enterrarlas. Y como Stalin desconfiaba de Leningrado, por su tradición librepensadora e independencia intelectual, incrementó la represión a la ciudadanía durante el asedio. En la imagen, el frente de Leningrado en septiembre de 1941. Foto Roger Viollet (Getty)

Los habitantes de Leningrado vivieron situaciones de horror. Además de la guerra, tenían que luchar contra el hambre. Quienes hacían trabajos que requerían un esfuerzo físico recibían 600 gramos de pan al día, los trabajadores estatales 400. Los demás civiles, 300. En la imagen, obreros de la fábrica Kirov.
Foto Tass (Getty)

El hambre era tal que se han documentado situaciones de canibalismo. Se calcula que 1.500 ciudadanos fueron arrestados por este delito. Algunos comían cadáveres, pero también hubo casos de asesinatos. En la imagen, coches en la avenida Lenin tras un ataque alemán.
Foto Tass (Getty)

Se desconoce cuánta gente murió durante el asedio. Las autoridades reconocieron más de 600.000 víctimas mortales. En los juicios de Núremberg (1946) se cifraron en 632.000 los fallecidos por el cerco de Leningrado; el 97% de ellos, inanición. En la imagen, primeras víctimas del sitio a Leningrado, en septiembre de 1941

El Asedio de Leningrado duró unos novecientos días. Durante ese tiempo, 800.000 (un tercio de la población total de la ciudad) murieron de hambre. Esto es sin contar los cientos de miles de refugiados indocumentados que también perecieron por causa del bloqueo.

Leningrado era una ciudad clave para los invasores alemanes. Poseía decenas de fabricas y su ubicación era ideal para planificar la dominación del resto de la Unión Soviética. Hitler consideraba que tomar el control de dicho centro urbano era esencial para que la invasión a la Unión Soviética fuera exitosa.
Leningrado debe ser borrado de la faz de la tierra. No nos interesa en absoluto salvar civiles. -Adolf Hitler
Comenzaron por tomar el control de las fronteras de Leningrado. Los alemanes utilizaron artillería pesada y libraron varias batallas durante unos pocos meses. Con la ayuda del ejército finlandés, fueron capaces de asentar un perímetro férreo, dejando sin escapatoria a los ciudadanos de Leningrado.
Luego de una serie de bombardeos por parte de los alemanes, muchos almacenes de comida se quemaron, lo que provoco el comienzo de una crisis alimentaria terrible que causaría la muerte de más de un millón de personas.
El dinero no tardó en volverse obsoleto. La población vivía en un constante estado de desesperación y angustia. Los trabajadores manuales recibían seiscientos gramos de pan al día, los estatales cuatrocientos gramos y los demás civiles debían arreglárselas con apenas trescientos gramos.
Al quemarse los depósitos de azúcar, su contenido se derritió y se esparció por los alrededores. La gente empezó a mezclar la tierra de esos lugares con harina para poder hornear aunque sea el alimento más básico para seguir con vida.
Las raciones diarias de pan tuvieron que ser reducidas considerablemente con tal pasaba el tiempo. La gente comenzó a desmayarse en las calles, muriendo poco después. Luego de una reducción drástica en las raciones, cuando el asedio estaba por llegar a un año de duración, comenzaron a haber reportes de canibalismo entre los ciudadanos.
Después de que todas las mascotas y animales de todo tipo fueran devorados, grupos de sujetos desesperados comenzaron a asesinar personas para luego realizar hamburguesas de carne humana, intercambiándolas en el mercado por otros alimentos.
Las instancias más lamentables se dieron cuando padres asesinaban a sus hijos más jóvenes para dar de comer a los mayores. En específico, se reportó que una madre asfixió a su bebé de dieciocho meses para alimentar a sus otros tres hijos. Así, también se dio el caso de un hombre asesinando a su esposa para dar de comer a sus hijos, sobrinos y demás familiares.
En diciembre de mil novecientos cuarenta y dos, el NKVD arrestó a dos mil ciento cinco caníbales agrupándolos en dos categorías: comedores de cadáveres y comedores de personas. Estos últimos se les distinguía de los otros porque habían asesinado a sus víctimas. Solo el dos por ciento de los arrestados poseía antecedentes criminales.
A pesar de estas cifras espeluznantes, el canibalismo era poco común en general. La mayoría de los asesinatos ocurrían para robar tarjetas de racionamiento.
Los substitutos alimenticios extraños se volvieron comunes. Se comenzó a comer semilla para ganado, huesos y pieles de vaca se hervían para obtener "mermelada de carne", incluso fermentaban aserrín para hacer sopa.
Cuando el Asedio de Leningrado cumplía un año, ya las muertes por falta de comida se habían vuelto usuales. Nadie se sorprendía si alguien de apariencia esquelética se desplomaba en plena calle.
Las cosas llegaron al punto en que miembros de una misma familia se asesinaban entre ellos para robar sus tarjetas de racionamiento. Ya se nos hace difícil imaginar una situación peor que esta.
El asedio acabó el veintisiete de enero de mil novecientos cuarenta y cuatro cuando la ofensiva soviética por fin expulsó a los invasores alemanes de las fronteras de Leningrado en una batalla de proporciones masivas.
El Asedio de Leningrado es el ejemplo más extremo de los horrores que trae consigo la guerra. Nos debería servir de lección a todos, ya que lo único que nos separa de haber sido uno de los ciudadanos de Leningrado a principios de los años cuarenta es la suerte.





FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=4238925406156525&set=pcb.1242202862915447
(Claudio A Aguirre)
Texto Juan Carlos Orellana
https://www.facebook.com/GeneralInviernoww2/posts/181323257439534




























Pedro Pablo Romero Soriano PS

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