Oficiales de submarinos con un oso polar en el Ártico, septiembre de 1943
En el canal de Corinto
Imágenes como esta nos dan una sensación de gran aventura y relajo, pero la vida en los submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial distaba mucho de la imagen bucólica de bienestar.
Wolfgang Lüth, el segundo comandante de «U-Boote» más letal del Tercer Reich con casi medio centenar de navíos hundidos en su hoja de servicios, no tenía precio.
En una extensa conferencia ofrecida el 17 de diciembre de 1943 en Weimar, Lüth desveló a los almirantes del Estado Mayor cómo era la vida de la tripulación dentro de un submarino.
No pudo ser más gráfico. Habló del molesto hedor a diésel que copaba el interior de los sumergibles, así como de la falta de espacio.
Pero no explicó solo el lado más desagradable de la vida bajo las aguas. Lüth también desveló a los presentes los trucos psicológicos que utilizaba para evitar que sus muchachos se volvieran locos. Algunos de ellos, tan sencillos como poner música a última hora de la tarde con el objetivo de diferenciar entre el día y la noche; organizar campeonatos de ajedrez o prohibirles guardar en sus literas revistas y fotografías eróticas. Estas últimas, de hecho, eran arrojadas al mar, pues, en palabras del militar, nublaban la mente de los submarinistas.
Las cifras hablan por sí solas: a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial, y atendiendo a las fuentes, un total de 783 submarinos de la «Kriegsmarine» fueron destruidos y sirvieron como ataúdes de acero a 32.000 marineros. «Seguramente ningún otro Cuerpo ha tenido nunca tan elevadas pérdidas, sobreviviendo hasta el fin de la lucha sin que su moral se resintiese.
En alta mar, la peste que emanaba del interior de los sumergibles era característica. A diésel, a sudor y al aliento que despedían bocas habituadas a beber café para mantenerse alerta.
«No había ninguna ducha. Teniendo en cuenta que el calor era asfixiante, pudiéndose llegar a los cincuenta grados, el perenne olor a gasoil y la humedad, el hedor que debían expeler los cuerpos es imaginable, a pesar de que solían usar un agua de colonia al limón, conocida como “Kolibri”, para eliminar el salitre»
«Pálidos y barbudos maquinistas robaban unos pocos minutos para mirar el sol y el cielo y para llenar sus pulmones con aire limpio y fresco. En el interior del barco las condiciones eran muy diferentes. El hedor de 51 hombres sudorosos, del combustible diésel, de comida descompuesta y de pan enmohecido se mezclaba con los ofensivos olores que emanaban de la cocina y los dos diminutos lavabos. Los abrumadores olores y el interminable balanceo atontaban y mareaban a los hombres encerrados en el estrecho tambor. Solo la diaria inmersión de ajuste traía alivio parcial al perpetuo balanceo».
El espacio era tan escaso que solo había camas para la mitad de la tripulación. Por ello, se utilizaba el ya popular sistema de «camas calientes». Eso suponía que, en la práctica, una parte de la tripulación se hallaba de guardia mientras el resto descansaba.
Según Lüth, las condiciones del día a día eran letales para la marinería. Los submarinos alemanes más típicos (los del Tipo VII) tan solo disponían de un retrete para el medio centenar de hombres de la tripulación. Por si fuera poco, lo habitual era que se embozasen debido al uso extremo y a la falta de cuidado por parte de la tripulación.
Otra de las peores situaciones que podían vivirse en aquellos cascarones metálicos era la de soportar la claustrofobia cuando llovían cargas de profundidad desde los navíos aliados.
La comida era, en principio, buena. Sin embargo, se deterioraba a lo largo del viaje, pues se iba enmoheciendo con un olor y sabor imposible de evitar.
La vida en un submarino solo era de hedor y muerte, era difícil mantener la cordura, el sonido constante la humedad, todo hacia que se te nublara la mente. «Toda esa tensión nerviosa acumulada por la claustrofobia podía estallar de golpe en lo que se llamó “Blechkoller”, algo así como “pánico a estar encerrado en una lata”, una reacción de histeria violenta».
En la foto, vemos a los tripulantes del U-boot 103 realizan labores de mantenimiento en su cañón AA de 3,7 cm, en un embravecido mar. Estas armas requerían de constantes mantenimientos debido a la salinidad del agua de mar, que deterioraban los materiales de las armas, sobre todo de 1943 en adelante, cuando el acero alemán bajó su calidad. Las tareas de mantenimiento, normalmente se hacían de día, ya que de noche se debería usar linternas, lo que harían detectable al sumergible por aviones o barcos enemigos desde muy lejos.
Con respecto al U-103, este era del tipo IX-B, fue, con 45 victorias (225.000 tn) unos de los sumergibles más exitosos. Sus victorias se repartieron entre las 11 patrullas que realizó desde septiembre del 40 a enero del 44. En ese año fue retirado del frente de batalla y utilizado como submarino de entrenamiento en Gotenhafen. En marzo del 45 se encontraba en Hamburgo. Al mes siguiente fue enviado a Kiel, donde fue alcanzado por bombas proveniente de aviones canadienses: hubo una sola víctima fatal
Pestilencia, hambre y claustrofobia. Los «U-Boot» han pasado a la historia como unas máquinas de guerra perfectas que, sigilosamente, se zambullían bajo las aguas para batir a los buques enemigos. No obstante, lo que no ha trascendido en los libros son las penalidades que, durante semanas, sufrían sus tripulantes para hacer funcionar aquella mole metálica.
En alta mar, cada marinero tenía un turno cuya duración podía variar de cuatro a seis horas dependiendo de su cometido y las diferentes funciones que desempeñara dentro del sumergible. Cuando no trabajaban, los tripulantes podían tratar de dormir, aunque siempre durante las horas en las que tuvieran asignada una cama.
«Sólo había literas para la mitad de la tripulación, ya que, mientras unos descansaban, los otros trabajaban. Era un sistema que se llamaba “cama caliente”», destaca en declaraciones a ABC Juan Vázquez García, autor de «U-Boot. La leyenda de los “Lobos grises”».
Este sistema de descansos solo funcionaba durante los momentos de paz, pues, en caso de combate, todos debían tomar posiciones para solventar cualquier imprevisto. De hecho, viajar a bordo de un «U-Boot» no era muy diferente a hacerlo en un mercante.
«La vida en un submarino no distaba mucho de la que se podía llevar en cualquier otro buque. Por ejemplo, en un barco de pesca se hacían turnos de descanso hasta que comenzaba el trabajo y todos se ponían a pescar», añade Vázquez.
Lo peor, por el contrario, era el hedor que se acumulaba en los submarinos durantes las inmersiones.
«Las condiciones de habitabilidad eran pésimas. Tenían que soportar, por ejemplo, el olor del gasoil, de la comida y de los cuerpos sin higiene. Por eso, solían mantenerse en la superficie para ventilarse», finaliza experto.
Estas precarias condiciones de vida eran suavizadas con alguna que otra concesión por parte de los capitanes, quienes, para evitar la tensión, solían dejar por ejemplo a sus hombres elegir si la salsa de la comida la querían con o sin leche.
Un miembro de la tripulación del submarino alemán hundido U-175, el ingeniero motor senior Otto Herzke (maschinengefreiter Otto Herzke - fecha de nacimiento 12 de enero de 1922), tras ser sacado del agua es subido a bordo del USCGC Duane barco del Servicio de Guardacostas de los EE. UU.
El submarino alemán U-175 fue un submarino tipo IXC de la Kriegsmarine construido en Bremen y botado el 5 de diciembre de 1941 con el Kapitänleutnant Heinrich Bruns al mando. Después de entrenar con la 4ª Flotilla de submarinos, el U-175 fue transferido a la 10ª Flotilla de submarinos para el servicio de primera línea. A lo largo de su carrera, el barco realizó tres patrullas de guerra durante las cuales hundió diez barcos mercantes por un total de 40.619 toneladas de registro bruto (TRB) antes de ser hundido por el guardacostas estadounidense USCGC Spencer el 17 de abril de 1943.
Hundido el 17 de abril de 1943 en el Atlántico norte, suroeste de Irlanda, en la posición 47.53N, 22.04W, por cargas de profundidad y disparos del cúter de la Guardia Costera de los EE.UU. USCGC Spencer resultando con la muerte de 13 marineros y la captura de 41 supervivientes de entre sus tripulantes.
Foto y texto: WWII Battles and stories | Fotógrafo: Bob Gates
El submarino alemán U-175 fue un submarino tipo IXC de la Kriegsmarine construido en Bremen y botado el 5 de diciembre de 1941 con el Kapitänleutnant Heinrich Bruns al mando. Después de entrenar con la 4ª Flotilla de submarinos, el U-175 fue transferido a la 10ª Flotilla de submarinos para el servicio de primera línea. A lo largo de su carrera, el barco realizó tres patrullas de guerra durante las cuales hundió diez barcos mercantes por un total de 40.619 toneladas de registro bruto (TRB) antes de ser hundido por el guardacostas estadounidense USCGC Spencer el 17 de abril de 1943.
Hundido el 17 de abril de 1943 en el Atlántico norte, suroeste de Irlanda, en la posición 47.53N, 22.04W, por cargas de profundidad y disparos del cúter de la Guardia Costera de los EE.UU. USCGC Spencer resultando con la muerte de 13 marineros y la captura de 41 supervivientes de entre sus tripulantes.
Foto y texto: WWII Battles and stories | Fotógrafo: Bob Gates
FUENTES:
https://www.facebook.com/groups/apocalipsissgm/permalink/1076926052776463
http://www.u-historia.com/uhistoria/historia/
https://www.abc.es/historia/
https://yablor.ru/blogs/
https://www.facebook.com/La2daGuerraMundial2/photos/a.104858351106596/279423903650039/
Fuente: www.abc.es
Pedro Pablo Romero Soriano PS