Jesse Owens saluda durante la presentación de su medalla de oro por el salto de longitud, luego de derrotar al alemán Lutz Long durante los Juegos Olímpicos de Verano de 1936 en Berlín
Lutz y Jesse, coloreada por Julius Jääskeläinen Colorizations
El soldado y atleta alemán Lutz Long fue vencido por el atleta afroamericano Jesse Owens. Lutz Long, múltiple campeón alemán y poseedor del récord europeo, aconsejó a su rival, de quien se hizo amigo, y con su ayuda Owens pudo ganar la medalla de oro. Long logró la medalla de plata por el segundo lugar y fue el primero en felicitar a Owens: posaron juntos para fotos y caminaron del brazo hacia el vestidor. Owens dijo: "Le tomó mucho coraje hacerse amigo mío frente a Hitler... Fundiría todas las medallas y copas que tengo y no serían un revestimiento de la amistad de veinticuatro quilates que sentí por Lutz Long en ese momento".
Long y Owens mantuvieron correspondencia después de 1936. En su última carta, Long le escribió a Owens y le pidió que se pusiera en contacto con su hijo después de la guerra y le contara sobre su padre y "cómo eran los tiempos en los que no estábamos separados por la guerra. Dile cómo pueden ser las cosas entre los hombres en esta tierra".
Durante la Segunda Guerra Mundial, Lutz Long cayó en combate el 14 de julio de 1943 como soldado alemán de la Luftwaffe. Durante la invasión aliada de Sicilia. Se desangró tras recibir un disparo en el muslo.
Después de la guerra, Owens viajó a Alemania para encontrarse con Kai Long, el hijo del caído Lutz Long. Más tarde, Owens sirvió como padrino de boda en la boda de Kai Long.
Memorial a Lutz Long por su espíritu deportivo: Las carreteras cercanas a las instalaciones deportivas en Leipzig, la ciudad natal de Lutz Long, y en el Parque Olímpico de Múnich de 1972, llevan su nombre. Su medalla, fotografías y documentos fueron donados al Sportmuseum Leipzig.
Se le concedió la medalla Pierre de Coubertin a título póstumo.
Cartel anunciador de los Juegos Olímpicos de Berlín que se celebraron del 1 al 16 de agosto de 1936
Soldados alemanes de las SS descansando en el jardín sur del Estadio Olímpico de Berlín, en Agosto de 1936, durante los Juegos Olímpicos que se celebraron en Berlín aquel año. Alemania aprovechó los Juegos Olímpicos de 1936, cómo una oportunidad para mostrar al mundo el nuevo Reich y la rápida recuperación económica y social en Alemania en la década de 1930
La atleta polaca María Kwaśniewska (1913-2007) se negó a hacer el saludo al recibir una medalla durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936
Cartel anunciador de los Juegos Olímpicos de Berlín que se celebraron del 1 al 16 de agosto de 1936
Durante los Juegos Olímpicos, a Owens se le permitió viajar y permanecer en los mismos hoteles en Alemania que los blancos, mientras que en su momento los afroamericanos en muchas partes de los Estados Unidos tenían que permanecer en hoteles separados mientras viajaban. Más tarde, Owens dijo:
“Cuando regresé a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no podía viajar en la parte delantera del autobús. Tuve que ir a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No me invitaron a darle la mano a Hitler, pero tampoco a la Casa Blanca para que me diera la mano el Presidente. Hitler no me rechazó, fue Roosevelt quien me rechazó. El presidente ni siquiera me envió un telegrama”
Esculturas de Eberhard Encke en Unter den Linden durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Foto de Heinz Fremke
El podium de salto de altura en Berlín, con Johnson, Albritton y Thurber
EL HUMILLADO NO FUE OWENS
Hay un mito muy extendido sobre los Juegos Olímpicos de Berlín Juegos Olímpicos de Berlín según el cual Hitler se enfureció por las victorias del atleta estadounidense Jesse Owens y se negó a felicitarle por sus cuatro oros olímpicos. En realidad, a partir del segundo día de competición Hitler no felicitó en público a ningún deportista, siguiendo las recomendaciones de protocolo que le había hecho el Comité Olímpico Internacional. Así que Owens, que ganó su primera medalla precisamente el segundo día, no tuvo por qué sentirse despreciado por el canciller alemán. Pero hubo otro campeón estadounidense de raza negra que sí tenía motivos para pensar que había recibido un trato discriminatorio.
El 2 de agosto de 1936 comenzaron las competiciones de los XI Juegos Olímpicos con las pruebas de atletismo en el Estadio Olímpico de Berlín, con la presencia de Hitler en el palco de autoridades. Aquella misma tarde se disputaron las primeras finales. Quiso la fortuna que el primer campeón fuese un alemán, Hans Woellke, que ganó la prueba de lanzamiento de peso con un mejor lanzamiento de 16,20 metros, que suponía además un nuevo récord olímpico. A petición de Hitler, Woellke y el también alemán Gerhard Stock, ganador de la medalla de bronce, subieron al palco para recibir las felicitaciones del canciller. La siguiente prueba en concluir fue la carrera de 10.000 metros, dominada totalmente por los finlandeses, que coparon el podium. De nuevo Hitler quiso felicitar personalmente a los tres medallistas: Ilmari Salminen, Arvo Askola y Volmari Iso-Hollo. Hizo lo mismo con las alemanas Tilly Fleischer y Luise Kruger, oro y plata en lanzamiento de jabalina. Quedaba por concluir una última final, la de salto de altura, dominada por los atletas estadounidenses Cornelius Johnson, David Albritton y Delos Thurber, dos de ellos de raza negra. Y entonces Hitler decidió abandonar el estadio. Es difícil saber si fue por problemas de agenda, porque la final se estaba alargando más de lo previsto, o si es que no tenía mucho interés en felicitar a los norteamericanos. La cuestión es que Cornelius Johnson, que se impuso finalmente a sus compatriotas, sería el único campeón olímpico que no fue recibido en el palco en aquel primer día de la competición. Y es importante señalar que Hitler aún no había recibido la petición del COI de dejar de saludar a los medallistas. De hecho es probable que su desplante tuviese mucho que ver con esa petición. Fuese intencionado o no su gesto, se entiende que el COI indicase a Hitler que o felicitaba a todos los campeones o no felicitaba a ninguno.
Esa misma noche el mismísimo presidente del Comité Olímpico Internacional, el conde Henri de Baillet-Latour, se dirigió por escrito a Hitler a través de un miembro alemán del COI llamado Karl Ritter von Halt para pedirle que dejase de felicitar a los atletas, ya que era un acto contrario al protocolo olímpico. A partir de entonces Hitler se limitó a recibir en privado a los campeones alemanes.
Para terminar, una curiosidad: El lanzador de peso Hans Woellke, el primer campeón olímpico de los Juegos, era un policía "raso" berlinés. Aquella misma noche fue ascendido a teniente "por sus servicios a la patria". Durante la Segunda Guerra Mundial fue capitán de un batallón de Schutzpolizei. Murió en marzo de 1943 en un enfrentamiento con partisanos en Bielorrusia.
Así escribía un Obergefreiter alemán comprometido en la lucha por la defensa de Sicilia en 1943, a un amigo fraterno, mientras la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su pico.
Ese soldado también era atleta y se llamaba Carl Ludwig "Lutz" Long, uno de los mejores saltadores alemanes de aquella época, mientras que su amigo -y destinatario de la carta-, era la leyenda atlética Jesse Owens.
Los dos se conocieron en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 y Lutz, que era el claro favorito para el oro, terminó en el segundo puesto en salto en largo (8,06 m), superando el propio récord de Long de 7,87 m. Lutz fue el primero en felicitar a Owens: posaron juntos para las fotos y caminaron del brazo hacia el vestuario. Owens dijo: "Le tomó mucho coraje hacerse amigo mío frente a Adolf... Derretiría todas las medallas y copas que tengo y no serían una chapa de la amistad de veinticuatro quilates que tuve con Lutz".
El episodio marcó el comienzo de una hermosa amistad, una de las más bellas de la historia del deporte, y por eso el alemán decidió escribir esa carta desde Sicilia al amigo Jesse, que vivía más allá del océano.
Long participaría en la famosa (e infame) batalla por el aeródromo de Biscari, siendo herido en San Pietro. El medallista olímpico moriría a causas de las heridas recibidas en un hospital británico, siendo enterrado en el cementerio de Motta Sant Anastasia.
Owen decía: "las amistades nacidas en el campo de las carreras son las verdaderas medallas de oro, los premios se consumen con el tiempo y las amistades no se cubren de polvo ".
Después de 85 años de esa amistad, podemos afirmar que son un claro ejemplo de cómo deberían ser las amistades verdaderas, por encima de ideologías y razas.
Ese soldado también era atleta y se llamaba Carl Ludwig "Lutz" Long, uno de los mejores saltadores alemanes de aquella época, mientras que su amigo -y destinatario de la carta-, era la leyenda atlética Jesse Owens.
Los dos se conocieron en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 y Lutz, que era el claro favorito para el oro, terminó en el segundo puesto en salto en largo (8,06 m), superando el propio récord de Long de 7,87 m. Lutz fue el primero en felicitar a Owens: posaron juntos para las fotos y caminaron del brazo hacia el vestuario. Owens dijo: "Le tomó mucho coraje hacerse amigo mío frente a Adolf... Derretiría todas las medallas y copas que tengo y no serían una chapa de la amistad de veinticuatro quilates que tuve con Lutz".
El episodio marcó el comienzo de una hermosa amistad, una de las más bellas de la historia del deporte, y por eso el alemán decidió escribir esa carta desde Sicilia al amigo Jesse, que vivía más allá del océano.
Long participaría en la famosa (e infame) batalla por el aeródromo de Biscari, siendo herido en San Pietro. El medallista olímpico moriría a causas de las heridas recibidas en un hospital británico, siendo enterrado en el cementerio de Motta Sant Anastasia.
Owen decía: "las amistades nacidas en el campo de las carreras son las verdaderas medallas de oro, los premios se consumen con el tiempo y las amistades no se cubren de polvo ".
Después de 85 años de esa amistad, podemos afirmar que son un claro ejemplo de cómo deberían ser las amistades verdaderas, por encima de ideologías y razas.
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, son de los más ambiguos de la era moderna. En menos de un mes se vivieron los hechos más bochornosos de xenofobia deportiva y el acto de integración más contundente de la historia olímpica.
El atleta alemán elegido por Hitler para representar ante el mundo la superioridad de la raza aria era Lutz Long, multi-campeón nacional de salto de longitud y poseedor del récord europeo. Por su parte el equipo estadounidense tenía depositadas en Jesse Owens sus mayores esperanzas. El hecho que fuera de color, de color negro para ser más exactos, hizo que no lo trataran como tal. No se pudo hospedar en la villa olímpica con sus compañeros ni utilizar los mismos vestuarios en el estadio, no por orden del régimen, sino por orden del vergonzoso comité olímpico de los EE.UU. de Norteamérica.
Para cuando Jesse Owens gana brillantemente los 100 mts llanos, Hitler había decidido ya no bajar a saludar a los vencedores. Para sorpresa de todos, el que se acercó a felicitarlo fue Long. Owens y Long se admiraban y respetaban mutuamente, pero hasta ese momento habían mantenido la distancia.
Les esperaba la prueba de salto de longitud donde se enfrentarían mano a mano. Las semifinales de la prueba se desarrollaban de acuerdo a lo previsto, Long demostró todo su talento batiendo el récord olímpico desatando la locura en el estadio.
Al llegar el turno de Owens se produce un hecho curioso. El atleta camina por la pista para hacer una raya en la arena en el lugar de la marca de Long. Sin darse cuenta pasa por la línea de salto y pese a que no estaba corriendo para saltar se le anota como intento nulo y no se le permite dejar esa marca. Owens nervioso hace un segundo salto nulo, estaba a un error de quedar eliminado. Long se acerca a Owens y le aconseja picar un paso antes de la línea de salto, ya que con su marca promedio, aunque saltara antes le bastaría para clasificarse a la final. Owens le hace caso y clasifica.
Owens quedó muy sorprendido por la actitud de Long, lo saludó para darle las gracias y su colega alemán lo invita a una amena charla en el centro de la pista. Recostados conversando distendidos se convirtieron en el centro de la atención de los fotógrafos que tomaron la imagen más famosa de esos juegos.
En esos minutos, Owens le comenta a Long que no esta acostumbrado a saltar sin la referencia de hasta donde debe llegar para superar la mayor marca vigente.
Llega la final y obviamente Long hace un salto casi imbatible. En vez de festejar se queda parado al lado del cajón de arena. Cuando es el turno de Owens, en un acto de deportividad por encima de lo esperado, el saltador alemán deja caer su pañuelo blanco a la altura de su marca. Owens salta y como sabemos, record mundial de 8.06 mts y medalla de oro.
La situación lo superó, no sabía como festejar ante 110 mil espectadores enmudecidos. Long lo abraza y lo invita a dar una vuelta olímpica, lo acompaña señalándolo e incitando a la multitud a rendirse ante el nuevo rey del atletismo.
Esa noche, Long invita a Owens a cenar en el comedor de la delegación alemana, allí le confiesa que su actitud le traerá graves consecuencias, pero no se arrepiente de lo que hizo.
Sin embargo para Owens los juegos aún no habían terminado. Al día siguiente gana los 200 metros llanos, tercera medalla de oro para terminar unos juegos inolvidables.
La locura del régimen le abrió una puerta inesperada. Goebbels le prohíbe a los estadounidenses que utilicen atletas judíos en la prueba de relevos 4 x 100. El entrenador Dean Cromwell se hizo encima y remplazó a los judíos Glickman y Stoller por los afro-americanos Owens y Metcalfe. Tiro por la culata alemana, el equipo estadounidense establece un nuevo récord mundial y Owens se alza con la cuarta medalla de oro de atletismo en un mismo juego. Marca vigente por 48 años hasta que Carl Lewis la igualó en 1984.
Sin embargo ese fue el final de la carrera deportiva de Long. Alemania le retiró su apoyo y apenas pudo asistir a un par de competencias europeas hasta que estalló la guerra y Goebbels se encargó que fuera el único atleta de elite asignado al frente. Murió durante la invasión aliada en Sicilia en 1943.
Al contrario de lo que ocurriera en Alemania, en su propia patria no le permitían sentarse en los asientos de adelante de los ómnibus, tenía que ir en la parte trasera, destinada a los negros. Debía entrar por la puerta del fondo y no podía vivir en donde le gustase. Joe Louis y él, fueron los primeros atletas negros de fama mundial. Pero no podían hacer propaganda de artículos deportivos en los EE.UU. de Norteamérica, pues los estados del sur boicotearían esos productos. "Nosotros vivíamos en América bajo esa discriminación", aseguró él.
El propio Jesse Owens afirma en sus memorias que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán, y sin embargo el presidente Franklin Delano Roosevelt no lo invitó a las celebraciones en la Casa Blanca, puesto que estaba inmerso en las elecciones y necesitaba el voto del sur americano. Owens, en su autobiografía (The Jesse Owens Story, de 1970)
Owens fue aclamado por 110.000 personas en el Estadio Olímpico de Berlín y más tarde, muchos berlineses le pedían autógrafos cuando le veían por la calle. Durante su estancia en Alemania, a Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismo hoteles que los blancos, en ese momento no dejaba de ser una ironía, ya que los afroamericanos en los EE.UU. no tenían igualdad de derechos. Curiosidades de la democracia estadounidense.
Terminados los Juegos Olímpicos y después de un parada de la bolsa de Nueva York en su honor, Owens vuelve a su trabajo de botones en el hotel Waldorf-Astoria. Más tarde J.Owens contaría: "Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias que se inventaron sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús en mi propio país. Volví a la puerta de atrás y que en la Alemania de Hitler fui tratado con más respeto que en mi propio país.
Berlín Juegos Olímpicos de 1936, dos atletas negros en las gradas disfrutando de las competiciones
Jesse Owens en sus memorias decía que en Alemania podían mezclarse entre los blancos sin ningún problema en comparación con lo que sucedía en Estados Unidos, en Alemania no los discriminaban y podían sentarse hasta adelante en el autobús o comer en un restaurante junto a los blancos.
Algo muy interesante de su libro es lo siguiente:
"Todo el mundo quería saludar al hombre del momento, Adolf Hitler saludaba a cada persona y cada competidor, los realizadores le pidieron que dejara de hacerlo ya que retrasaba las competencias y desde ese momento tuvo que dejar de hacerlo.
Cuando pasé al lado de él, desde su palco me saludó y yo le respondí, creo que la propaganda exageró demasiado sobre él".
FUENTES:
https://www.facebook.com/photo?fbid=494279193113092&set=pcb.494286943112317
https://www.facebook.com/photo?fbid=494280249779653&set=pcb.494286943112317
https://www.facebook.com/photo?fbid=494280339779644&set=pcb.494286943112317
Soldados de la Segunda Guerra Mundial WW2
https://www.facebook.com/photo/?fbid=239685811493526&set=a.183340733794701
(El Antidóping)
https://www.facebook.com/photo/?fbid=5560847457369491&set=gm.10160236237544173&idorvanity=18755564172
https://www.taringa.net/+info/juegos-olimpicos-de-berlin-1936-las-olimpiadas-nazis_hkqu7
https://www.facebook.com/105618142060851/photos/a.105814762041189/116902660932399/
https://www.facebook.com/photo/?fbid=3732832543504334&set=gm.10158992714779173
Crónicas de la Segunda Guerra Mundial y Conflictos Anexos (1931-1945)
Pedro Pablo Romero Soriano PS