La Batalla de Buna-Gona

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Un soldado estadounidense descansa durante una pausa en los combates, zona de Buna, Papúa Nueva Guinea, 1942 / 1943

La batalla de Buna-Gona fue una importante batalla de la Campaña de Nueva Guinea durante la Guerra del Pacífico. que tuvo lugar entre el 16 de noviembre de 1942 y el 22 de enero de 1943 en la costa noreste de Nueva Guinea.
Siguió a la conclusión de la campaña de la Ruta de Kokoda.
Constituyó una de las batallas más largas de la Campaña Militar de Nueva Guinea donde sus protagonistas fueron los ejércitos aliados de Australia y Estados Unidos contra las Tropas del Ejército Imperial Japonés.
Las operaciones en Papúa y Nueva Guinea se vieron gravemente obstaculizadas por el terreno, la vegetación, el clima, las enfermedades y la falta de infraestructuras, que impusieron importantes limitaciones logísticas. Durante la campaña de la Ruta de Kokoda, estos factores se aplicaron más o menos por igual a ambos beligerantes, pero favorecieron al defensor en los ataques contra posiciones bien fortificadas.
El combate se inicia cuando las tropas aliadas al mando del General Edmund Herring atacaron lasa cabeceras de playa de Buna, Sanananda, y Gona, en Nueva Guinea, donde se encontraban los japoneses defendiendo sus posiciones.

Era de vital importancia tomar esta cabeza de playa para evitar desembarcos masivos de tropas japonesas donde pudieran crear bases de logísticas y de efectivos militares, dificultando la victoria de los aliados en la Campaña del Pacífico y facilitando la toma de Nueva Guinea por parte de lo nipones.
Las Fortificaciones japonesas estaban muy bien situadas utilizando muy bien las características de la geografía local. Una de ellas estaba bajo el mando del Mayor Tsume Yamamoto, la de Gona. Otra de la fortificaciones era Sanananda bajo las ordenes del Coronel Yosuke Yokoyama y la otra, considerada como la principal, era la de Buna, comandada por el Capitán Yoshitatsu Yasuda.
El objetivo del asalto aliado era tomar a toda costa las tres aldeas, misión que estaba a cargo de la 7ª División de Infantería Australiana, bajo el mando del General George Vasy, y la 32ª División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos, bajo el mando del General Edwin Harding.
Los aliados se enfrentaron a más de 7.000 soldados nipones en esta batalla, por lo que resulto ser un combate intenso desde el comienzo. en los primeros días los aliados sufrieron 600 bajas entre muertos y heridos.
Carecían de armamento blindado o artillería que pudieran destruir las fortificaciones enemigas. Aunque con el transcurso del combate improvisaron con el uso de lanzallamas y explosivos, a pesar de que en los últimos días del combate recibieron la ayuda de obuses de procedencia australiana y americana, pudiendo vencer finalmente a los japoneses que luchaban hasta la muerte. A pesar de lo traicionero del lugar finalmente los aliados capturaron o eliminaron la mayoría de las tropas niponas

Resumiendo, el combate resultó un victoria aliada con un alto costo en vidas por ambos bandos, superando incluso la Batalla de Guadalcanal. Las aldeas de Buna y Gona fueron capturadas el 9 de diciembre de 1942, y la aldea de Sanananda fue derrotada el 18 de enero y la resistencia japonesa eliminada para el 22 de ese mismo mes, resultando esta la expulsión total y definitiva de los japoneses de Nueva Guinea.

Imagen: soldados australianos vigilan a combatientes japoneses no pueden disimular la vergüenza de haber sido tomados prisioneros tras la caída de Gona

“Ya no éramos el glorioso Ejército Imperial Japonés, sino más bien a una horda de mendigos (…) Durante la última fase de la batalla, los hombres vivían en sus trincheras y no podían enterrar los cuerpos de los camaradas muertos a su alrededor, y algunos dormían junto a cadáveres en descomposición.
Cuando cayó Buna, la guarnición de Giruwa ya había llegado a un punto de crisis. No había suministros médicos, mientras aumentaba el número de enfermos y heridos. El «hospital» era sólo un nombre. Una vez que los soldados resultaban gravemente heridos, se los dejaba sufrir y morir. El suministro de municiones era solo de 15 municiones por día para el rifle de cada hombre; muchos lucharon con armas australianas y estadounidenses capturadas.
El problema más grave era la escasez de alimentos. Una ración diaria de arroz se redujo de dos escasos gō (un gō equivale a unos 150 gramos) a un gō a principios de diciembre de 1942. En enero de 1943, la ración se redujo aún más, a dos o cuatro shaku (un shaku es la décima parte de un gō), hasta el punto de que los soldados podían contar la cantidad de granos de arroz que recibían. Recogían hojas que brotaban de plantas que crecían dentro de su base y las cocinaron con arroz. Comían cualquier cosa, como lagartijas, ranas, serpientes y ratones. La comida encontrada en las bolsas de los soldados australianos muertos fue un regalo especial para nosotros, y algunos fueron aún más lejos, recurriendo a actos de canibalismo.
El número de hombres que morían de hambre iba en aumento. No solo luchaban contra el enemigo, sino que también luchaban por la supervivencia personal. En Giruwa, algunos de los cazados se convirtieron en cazadores. Mataron a tiros a un soldado enemigo que se acercaba durante el día y por la noche arrastraron el cuerpo hasta su posición para comer. El canibalismo era un tabú, pero el deseo de sobrevivir era absolutamente desesperado.
A fines de diciembre, las tropas Aliadas comenzaron a invadir el área entre el sector central y el sector suroeste, y el 9 de enero de 1943 el sector suroeste quedó completamente aislado (...) En la cultura militar japonesa, convertirse en prisioneros de guerra nunca fue una opción; se esperaba que los soldados lucharan hasta que murieran. Algunos de ellos fueron asesinados por piedad por los comandantes de sus unidades; a unos les dieron una granada para que se suicidaran, y a otros les dejaron pistolas y balas, para que pelearan hasta el final.
Pero todavía había más de mil hombres en condiciones de escapar y nuestro comandante autorizó un escape masivo, que parecía imposible. Milagrosamente, nuestros camaradas muertos hicieron posible este escape. Había un lugar en el lado occidental de la base donde el enemigo nunca llegaba, cerca del antiguo hospital de campaña. Anteriormente en la batalla, los muertos habían sido enterrados, pero a medida que aumentaba su número, simplemente los dejaban allí, formando una pila de cadáveres. El fuerte hedor había mantenido al enemigo alejado de este lugar. A las 10 de la noche los hombres hábiles comenzaron a escapar sigilosamente, unidad por unidad; afortunadamente, las fuertes lluvias también ayudaron a escapar.”
Relato de Haruki Yoshida.

Autor: Fortis Leader para Fortis Leader - The Pacific & Asia



FUENTES:

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Vientos de Guerra: Segunda Guerra Mundial

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Pedro Pablo Romero Soriano PS

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