La caída del aeródromo de Gumrak

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Un avión de transporte alemán Junkers Ju-52 aterriza en un aeródromo cerca de Stalingrado. Otro Ju-52 se prepara para despegar. Diciembre de 1942. (FGF Colourised)



Con la caída del aeródromo de Pitomnik el 16 de enero de 1943, las opciones para la evacuación de heridos y la entrada de suministros quedan reducidas a la base de Gumrak y casi nada más. Mientras continuaba el ataque de Rokossovsky, las pérdidas aumentaron en ambos lados. Los heridos alemanes yacían desatendidos debido a la falta de suministros médicos, y la moral dentro del cerco comenzó a caer rápidamente. Durante la última semana de enero, la carnicería alcanzó nuevas alturas a medida que la bolsa se redujo constantemente. Los proyectiles soviéticos llovieron por todas partes, lo que obligó a los defensores hambrientos a buscar refugio en los sótanos de las ruinas que alguna vez fueron Stalingrado.
El golpe final para el 6° Ejército llegó el 25 de enero, cuando se perdió el aeródromo de Gumrak. Con la caída de Gumrak, el 6° Ejército quedó completamente aislado y los suministros tendrían que ser lanzados desde el aire. Para empeorar las cosas, ahora hay más de 20 000 heridos dentro del caldero, con un número igual de hombres demasiado enfermos o desnutridos para portar armas. Una sensación de desesperanza se apoderó ahora de los mandos más altos del ejército alemán atrapado.
Algunas fuentes indican que el último vuelo de la Luftwaffe desde Gumrak fue la noche del 21 al 22 de enero de 1943. La tercera y última pista (si cabe considerarla) en servicio era la pista de la escuela de vuelo de Stalingradskaja (muy cerca al centro de la ciudad), la cual supuestamente tuvo los últimos aterrizajes y despegues de la Luftwaffe durante la noche del 22 al 23 de enero de 1943. Después del día 23 de enero de 1943 no hubo más aterrizajes reportados excepto por continuos lanzamientos de municiones y comida hasta el final del cerco. Los alemanes ahora no solo se estaban muriendo de hambre, sino que se estaban quedando sin municiones. Sin embargo, continuaron resistiendo obstinadamente.
Gumrak representó en buena forma la última oportunidad para salir del bolsillo de Stalingrado y cada soldado alemán en la ciudad quería aprovechar eso. Pero solo unos pocos lograron sobrevivir. Cabe imaginarse lo caótico de la situación que sería durante los últimos días en este aeródromo: el aeropuerto no era lo suficientemente grande y técnicamente era malo para una gran cantidad de vuelos. El desfile de heridos y dispuestos a salir de la ciudad fundada sobre el río Volga era interminable. Desorden, pánico y como consecuencia, sobrecarga al abordar los transportes. Ataques frecuentes de la artillería y aviación del Ejército Rojo. Mal estado de la pista (cráteres causados por explosiones de proyectiles y minas) y dificultad de aterrizar debido a obstáculos en la pista (multitud de personas esperando ser rescatadas, aeronaves inutilizadas y otros equipos). Con este panorama el final no podía estar muy lejos.





La dramática evacuación en Gumrak con un JU 52

El 23 de enero de 1943, los alemanes vuelven a recibir otro demoledor zarpazo del oso ruso: la caída del aeródromo de Gumrak.
Cuando la punta soviética avanzaba sobre Gumrak, se encontraba con un escenario poco imaginable para los más optimistas alemanes allá por septiembre de 1942, cuando eran ellos los que atacaban Stalingrado; ya han pasado 5 meses y las cosas han cambiado y mucho.. material militar abandonado y/o destruido; hombres heridos abandonados, muertos sin enterarse.. el mensaje de Paulus al Grupo de Ejército Don era claro:
"Los soviéticos avanzan en un frente de 10 km. No hay posibilidad de cerrar la brecha. No nos quedan provisiones. Tenemos más de 12.000 heridos sin recibir atención. ¿Qué órdenes puedo dar a las tropas, a las que no les queda munición?".
En Gumrak aún hay aviones JU-52 para despegar, y todo aquel que pueda sostener un fusil es enviado a luchar al perímetro para que los aviones escapen: cocineros, heridos leves, encargados del clima; todos deben luchar.
La orden es clara; evacuar a oficiales para la recomposición de las futuras divisiones y los heridos que puedan ser trasladados. El problema es que miles de heridos no escaparon: "Miles de heridos se llevaron la peor parte. Sin acceso a medicinas, se acumulaban de cualquier manera en los escasos refugios disponibles e incluso al aire libre. El hedor era insoportable, y el personal médico no tenía con que paliar sus sufrimiento".
"El jefe de intendencia de Paulus me encontró en un búnker abandonado con mucha fiebre, producida por una herida, me despertó y me llevó ante el jefe del estado mayor del Sexto Ejército. Allí recibí la autorización para ser evacuado por avión y órdenes para poder trasladarme al último aeródromo auxiliar situado en la esquina suroeste de Stalingrado.
Durante cuatro horas me dirigí hacia mi objetivo con las dos manos y la pierna sana sobre un manto de nieve que me llegaba al tobillo. La herida de la parte superior de mi muslo derecho me causaba un dolor enorme con cada movimiento. Adelante, adelante; mis últimas reservas de voluntad me instaban a seguir, pero mi cuerpo agotado era incapaz de continuar. Un trozo de pan al día durante meses, y en los últimos días ni siquiera nos entregaron eso.
A esto había que añadir la terrible carga mental de este primer colapso terrible de nuestras tropas. Quedé tumbado totalmente agotado sobre un pequeño montículo nevado y me limpié la nieve de los ojos con la manga raída de mi abrigo. ¿Había algún motivo para hacer este esfuerzo?. Para los rusos un hombre herido era ejecutado con la culata del fusil. Solo precisaban prisioneros sanos para sus fábricas y sus minas.
Esa mañana me había conseguido disuadir el jefe del estado mayor de mis sórdidos planes. «Trata de llegar al aeródromo», me dijo mientras escribía mi autorización para ser evacuado. «Los heridos graves todavía están siendo evacuados. ¡Siempre hay tiempo para morir!». Y de esa manera partí. Quizá hubiese todavía alguna posibilidad de salvación, de salir de esta gran área de terreno convertida por la naturaleza y el hombre en un caldero.
¿Pero cómo de largo iba a ser el camino para un hombre que tenía que retorcerse como una serpiente a cada paso?. ¿Qué era aquella multitud negra que había allí en el horizonte?. ¿Se trataba realmente del aeródromo o un espejismo creado por una mente sobreexcitada y febril?. Me arrastré durante otros tres o cuatro metros y entonces me detuve a recuperar el aliento. ¡Ni se te ocurra tumbarte! O me pasaría lo mismo que les había sucedido a aquellos por encima de los cuales acababa de pasar arrastrándome. También ellos habrían querido descansar un momento en su desesperada marcha hacia Stalingrado.
Pero entonces el agotamiento se apoderó de ellos y el frío cruel se encargó de que nunca más despertaran. Uno casi podía envidiarlos. Ellos habían dejado de sentir dolor o de tener preocupaciones...". Testimonio relatado en el libro Supervivientes de Stalingrado, de Reinhold Busch.
Como leímos, Gumrak no había lugar para los débiles.. la policía militar alemana ayudaba a mantener el orden; el sargento Hubert Wirkner, herido en un brazo y en una pierna que no pudo ser evacuado relata lo siguiente:
"Es asqueroso ver como los más fuertes se imponen a los más débiles en el frenesí por subir a bordo de los últimos aviones".
Pero eso no era todo, los soviéticos bombardeaban incansablemente el aeródromo:
"Los proyectiles de la artillería soviética habían incendiado el edificio de la estación de tren. Estaba ardiendo y consumiendo en una gigantesca pira funeraria, los cuerpos de los cadáveres alemanes amontonados en pilas hasta la altura de las ventanas de la segunda planta".
Cuando el aeródromo cayó, había un poco más de 100.000 tropas del eje atrapadas en Stalingrado, y aún la agonía no terminaría.

 Este sencillo mapa para ubicarnos con la disposición de los aeródromos que servían de abastecimiento para las tropas alemanas cercadas




FUENTES:
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Pedro Pablo Romero Soriano PS

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