Segunda Guerra Chino-Japonesa: Caída de Shanghái

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En el contexto de la guerra entre China y Japón, la fase final de la batalla por Shanghái comenzó el 24 de octubre de 1937, cuando las fuerzas chinas se retiraron al arroyo Suzhou, solo para hacer frente a dos semanas de ataque de los japoneses, que habían enviado 120 000 soldados para finiquitar la batalla. Los japoneses aumentaron la presión el 5 de noviembre, cuando consiguieron desembarcar una fuerza anfibia en la bahía de Hangzhou, a unos 150 kilómetros al suroeste de la ciudad. Chiang Kai Shek, líder de las fuerzas nacionalistas chinas había retirado tropas del área para defender la ciudad misma, pero al hacerlo, había dejado vulnerable el acceso a Shanghái.
A principios de noviembre, Chiang se enfrentó a lo inevitable. Sus fuerzas no podían controlar más Shanghái. En lugar de sacrificar más de sus mejores tropas, decidió retirarse, sustituyendo un objetivo más alcanzable: “derrotar el plan del enemigo llevando a cabo una guerra que desgaste al enemigo”. En secreto, el 8 de noviembre, se enviaron órdenes a los comandantes del ejército de Chiang para prepararse en salir de la ciudad. La orden no fue, por obvias razones, hecho pública. En cambio, al día siguiente, el periódico “Zhongyang Ribao” informaba que Chiang ofrecía “negociaciones directas entre China y Japón para evitar una profundización de la crisis de China”. Al día siguiente, 10 de noviembre, el gobierno nacionalista declaraba engañosamente que “la ciudad del sur de Shanghái sería defendida hasta la muerte en esta guerra de resistencia”. En cambio, el periódico en lengua inglesa “North China Daily News” contaba una historia bastante diferente: “Habiendo presenciado las hostilidades en sus límites este, norte y oeste, durante casi tres meses, Shanghái veía hacia el sur ayer cuando los ejércitos de China se retiraban rápidamente del área del arroyo Suzhou durante la noche y el ejército japonés arrojaba tropas tras ellos, capturando Lunghwa por la tarde”.
Al día siguiente, se revelaron más detalles desgarradores en los titulares: “Shanghái fue duramente atacada en un asalto general por el ejército enemigo”. El artículo elogiaba el esfuerzo patriótico del ejército chino, pero admitía a la vez que había sido “destruido” por la fuerza invasora. El 12 de noviembre lo inevitable finalmente se hizo público: “El único ejército en la ciudad del sur ha recibido órdenes de retirarse”. La “defensa a muerte” para salvar a Shanghái no se llevaría a cabo. Nueve días después, el 21 de noviembre, los civiles de Shanghái se enteraban de que el Gobierno Nacional se trasladaría “a Chongqing por un largo período de resistencia”. Ahora que Shanghái estaba perdida, Nanking tampoco podía ser defendida. El comando militar se trasladaría río arriba a Wuhan y basaría la defensa de China central desde allí. La burocracia gubernamental se trasladaría río arriba, a la ciudad de Chongqing, en la cima de una colina, en el suroeste de China, un último reducto para hacer frente a la invasión terrestre japonesa.
Aun así, hasta el 28 de noviembre, la prensa informaba que continuaba la lucha por la ciudad: “Comienza una feroz batalla en el área de Changxingshan”. Esta fue la última edición del periódico “Zhongyang Ribao”. El motivo por el que el suministro de noticias sobre la guerra se detuvo tan abruptamente importaba poco a los vecinos de la zona. Lo que estaba muy claro era que el gobierno los había dejado a merced del Ejército Imperial Japonés. Sin embargo, el sacrificio hecho por los ejércitos nacionalistas fue real. Chiang había empeñado una gran apuesta en Shanghái. A principios de noviembre tenía más de medio millón de soldados en tierra allí, pero unos 187 000 de ellos murieron o resultaron heridos en los primeros tres meses de la guerra, incluidos unos 30 000 de los oficiales que habían sido entrenados con tanto esmero por los asesores alemanes de Chiang. Tengamos presente que los ejércitos del bando comunista chino no se involucraron en la batalla.
Las potencias occidentales, a pesar de retorcerse las manos por el destino de China (y los mercados que anhelaban explotar), no hicieron casi nada para ayudar en esta etapa de la guerra. El estallido del conflicto puso el poder y la buena voluntad británicos en el centro de atención. Un diplomático británico le escribió al secretario de Relaciones Exteriores británico, Anthony Eden, desde Wuhan que el gobierno chino mostraba: “Aceptación resignada del desagradable hecho de que no hay esperanzas de una intervención extranjera inmediata. En ningún caso he escuchado una dura crítica de la actitud [británica]. No obstante, se lamenta que no estemos en condiciones de defender nuestros intereses políticos y económicos vitales en el Lejano Oriente, y que los chinos están convencidos de que desaparecerán por completo una vez que los japoneses ganen control sobre China”.
En la fotografía coloreada: soldados japoneses del Kaigun Tokubetsu Rikusentai (fuerzas especiales de desembarco naval) en actitud posada preparándose para realizar un ataque químico durante la Batalla de Shanghái, 1937.


FUENTE:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=470345157862666&set=gm.1318412655294467
Apocalipsis: la Segunda Guerra Mundial™

Pál Maléter

Fuente: “Forgotten Ally – China´s World War II, 1937 – 1945” de Rana Mitter (2013)


 















Pedro Pablo Romero Soriano PS

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