El soldado del Ejercito Rojo en Stalingrado

0

Un soldado del Ejército Rojo durante la batalla de Stalingrado 1942-43


La batalla de Stalingrado es ampliamente conocida por su brutalidad y dureza, especialmente durante el invierno para ambos bandos del conflicto.
El equipamiento del soldado rojo era muy limitado, y la permanente falta de equipos reglamentarios llevó a cada cual a apañarse como pudo.
Aquí y allá aparecían prendas civiles y ropas tomadas a los muertos. Los uniformes nuevos se guardaban para las unidades que se estaban formando en retaguardia. Sobre sus pantalones, el soldado soviético solía llevar una especie de camisa (Gymna stiok) en verano y una chaqueta acolchada (Telogreika) en invierno. Calzaba unas botas altas de tela impermeabilizada muy holgadas, para rellenarlas de papel de periódico, un buen aislante, y no llevaba calcetines, sino unas bandas de tela o lino enrolladas a los pies.
A su espalda, una especie de saco con un cordón a modo de cierre contenía sus exiguas pertenencias. Eso era todo.
Lo más importante eran las armas, que llegaron a escasear. Las raciones resultaban insuficientes y eran de muy mala calidad. Pero había dos cosas que no podían faltar: los cigarrillos y el vodka. Sin ellos, la moral, muy baja al principio de la batalla, se hundiría. Todo un hándicap para la intendencia, que sabía que, en caso de faltar aguardiente, la tropa echaba mano de lo que encontraba, desde el alcohol de quemar hasta anticongelante convenientemente filtrado. Los casos de ceguera así lo atestiguaban.
Al respecto, una de las medidas tomadas por Yeremenko y Chuikov fue el drástico restablecimiento de la disciplina. A cada división se le agregó un fuerte contingente del NKVD, que se encargaba de ejecutar a cobardes y traidores.
Llegó, en casos extremos, como el de la 64.ª División de Infantería, a diezmar alguna de sus compañías. Cuando los refuerzos cruzaban el Volga, eran acompañados por estos agentes, que, pistola en mano, les azuzaban a atacar al enemigo sin dejarlos pensar. Detrás de la línea de frente actuaban los denominados grupos de bloqueo. A quienes capturaban retirándose sin permiso, los hacían desnudar para aprovechar su ropa y sus botas antes de fusilarlos. Se calcula que, a lo largo de la campaña de Stalingrado, unos 13.500 hombres fueron pasados por las armas por el NKVD. Ante la disyuntiva de luchar contra el invasor o morir a manos de los suyos arrastrando a la familia al gulag, la opción estaba clara. Durante toda la batalla, el número de bajas siempre quedó al margen del logro del objetivo. La frase de Chuikov “El tiempo cuesta sangre” demuestra la consideración que la vida de sus hombres tenía, en general, para los altos mandos del Ejército Rojo.
Lo mismo sucedía con los heridos. Los medios sanitarios eran míseros, pues nunca se consideraron prioritarios. Abnegadas estudiantes se encargaban de prestar los primeros auxilios y de transportar a los heridos a los puestos de socorro. Desde allí, a veces sin que un médico les viera, eran llevados por las camilleras hasta los embarcaderos, donde podían pasar horas e incluso días tendidos en la arena, hasta que un barquito de vuelta los depositaba en la otra orilla.
Mientras, sus heridas se infectaban o morían por falta de asistencia. Al otro lado del Volga la situación mejoraba, aunque no mucho. Llegar a un mal equipado hospital de campaña no suponía una garantía de curación, porque la atención era deficiente y la alimentación, aún más. La mayoría tenía que conformarse con unas gachas como único sustento, dado que los alimentos nutritivos se reservaban para los combatientes.
Así resultaba difícil restablecerse. La opción de caer prisioneros no se contemplaba, pues solía asimilarse a la traición. Además, los alemanes tenían poca consideración. Antes de ser evacuados, si lo eran, se les hacinaba al aire libre rodeados por una alambrada, sin apenas alimento y al arbitrio de los guardias. Con la llegada del frío, muchos morirán congelados.


FUENTES: https://www.facebook.com/photo?fbid=337766715022162&set=a.131347705664065

Vientos de Guerra: Segunda Guerra Mundial

A Colourful History by HW
Este es un fragmento de un artículo publicado en el número 593 de la revista Historia y Vida.
















 






Pedro Pablo Romero Soriano PS

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios