Invadir Grecia: el gran fracaso de Mussolini

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En la imagen, soldados griegos que a pesar de inferioridad de medios consiguen detener los aires de Mussolini y terminan expulsando al Ejército italiano

La vocación exterior de la Italia fascista era imperial. Así rezaba la propaganda del régimen, que hacía de Mussolini un césar victorioso y del Mediterráneo el “Mare Nostrum” de los italianos, principios frecuentemente utilizados como bálsamo con que aliviar las tensiones internas. Pero esta situación no era nueva.
A la llegada de Mussolini al poder. Italia tenía ya su imperio: Eritrea, Somalia y Libia en África; las islas del Dodecaneso en el Adriático; y Tianjin, una concesión en China. El nuevo régimen lo ampliaría con variada fortuna. En 1923, tras unos incidentes en la frontera greco-­albanesa, las fuerzas italianas ocuparían la isla de Corfú, aunque las presiones británicas obligarían a abandonarla de inmediato.

Mussolini presentó un ultimátum a Grecia el 28 de octubre de 1940, que el Metaxás rechazó.
​ El deseo del mandatario italiano de emular a su homólogo alemán determinó el deseo italiano de invadir el país balcánico.
​ Los mandatarios griegos esperaban limitar el conflicto a los dos países y que Alemania se mantuviese al margen, al menos hasta haber podido vencer a Italia.
Grecia solicitó el auxilio británico tras la invasión italiana, pero no permitió el despliegue de tropas ni en Tracia ni en Salónica, para no provocar a los alemanes.
​ Los británicos despacharon tres escuadrillas de bombarderos Blenheim, otra de cazas Gladiator y dos baterías antiaéreas.
​ No se permitió que los británicos bombardeasen ni los pozos petrolíferos rumanos (gran temor alemán), ni las bases italianas en Albania; hubieron de limitarse a apoyar las operaciones griegas en tierra.
Grecia trataba en vano de evitar la intervención de Alemania, inevitable desde diciembre de 1940, cuando Hitler decidió la invasión de la Unión Soviética.
​ Para finales de mes, Metaxas se convenció de que Alemania no permitiría que Italia fuese derrotada, lo que desbarataba los esfuerzos griegos de conciliación.
Los responsables del Estado Mayor del Ejército italiano se mostraron más reticentes ante la invasión, porque según los informes del embajador en Atenas era improbable que el país vecino cediera con facilidad, como creía el Duce. Sin embargo, los militares acabaron asintiendo para no poner en peligro sus carreras. El 19 de octubre Mussolini redactaba una carta a Hitler anunciándole el ataque.
El plan italiano preveía la ocupación de la isla de Corfú y la región del Epiro, para dirigirse después a Salónica y Atenas, que debían caer en tres semanas. Se requerían 22 divisiones. Sin embargo, el alto mando italiano comunicó al Duce que, dado el bajo nivel del Ejército griego, sería suficiente con las seis divisiones ya acantonadas de Albania al mando del general Sebastiano Visconti Prasca.
A las 3 de la mañana del 28 de octubre, el embajador italiano en Atenas entregaba una misiva a Metaxas pidiendo paso libre a las tropas de su país por suelo heleno. Disgustado, el premier griego no solo lo rechazó, sino que pidió ayuda a Londres.
Tres horas después, los alpinos de la división Julia cruzaban la frontera, mientras un animoso Duce esperaba el encuentro pedido por Hitler.
“¡Führer, estamos avanzando! ¡Al alba las victoriosas tropas italianas han atravesado la frontera greco­-albanesa!”, le espetó al recibirlo en Florencia. Irritado, el canciller alemán a duras penas pudo contenerse. Pero ya no podía hacer nada. La operación estaba en marcha y su viaje había sido en balde.
Mientras sucedía esto, las primeras ayudas británicas comenzaban a llegar. Ello incomodaba a Metaxas, temeroso de provocar la ira alemana.
Con sus fuerzas detenidas o en retirada, Mussolini decidió apostar el máximo de fuerzas y creó el Grupo de Ejércitos Albania, con diez divisiones.
El desastre de Tarento, cuyo puerto se vio atacado por los británicos, había inutilizado a las mejores unidades de la Regia Marina, y los convoyes de suministros tardaban en llegar.
A finales de noviembre caía la ciudad de Coritza, en la que los helenos capturaron a más de 2.000 soldados y un centenar de cañones.
Ya no se luchaba en territorio griego. En Roma, a la decepción siguió el enfado.
Mientras, Mussolini se veía obligado a llamar de nuevo a los soldados que había desmovilizado un mes atrás.
Durante unos meses, con media Albania en manos griegas, iban a producirse numerosos avances y retrocesos de limitada envergadura. La guerra italo­-griega había entrado en una nueva fase, la del desgaste mutuo, impulsada por el mando italiano, que ahora contaba con más recursos.
A finales de enero de 1941, Hitler comunicaba al Duce su intención de invadir Grecia. Poco después moría repentinamente Metaxas, que fue sustituido por Alexandros Koritzis, más favorable a los británicos. Mussolini, en un último intento por avanzarse a los alemanes, ordenó una ofensiva general bajo su presencia, entre los ríos Apsos y Aoos, que fracasó estrepitosamente.


FUENTES:
https://www.facebook.com/photo?fbid=346380904160743&set=a.131347705664065

Vientos de Guerra: Segunda Guerra Mundial

https://es.wikipedia.org/.../Grecia_durante_la_Segunda...
https://www.lavanguardia.com/histo.../historia-contemporanea
https://elordenmundial.com/.../28-de-octubre-de-1940.../
 

















Pedro Pablo Romero Soriano PS

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