Batalla de Stalingrado. Testimonios

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Tanques Panzer III Ausf. J (cañón de 50mm KwK 39 L/60) y otros tanques Panzer II de la 24.a División Panzer en el frente del Don, cerca de Stalingrado. Verano de 1942 Créditos: Bundesarchiv (Archivos Federales Alemanes). Fotógrafo / Thiede - Imagen 101I-218-0528-06 (FGF Colourised)

Panzer III Ausf. J:
La versión Panzer III Ausf. J fue la más común del Panzer III, con más de 1.500 ejemplares producidos entre marzo de 1941 y julio de 1942, y usada a gran escala en el Norte de África y en el Frente Oriental. El blindaje del casco y de la torreta, que en la versión anterior tenía placas adicionales atornilladas, pasó a ser de placas sólidas de 50 mm de espesor, y se colocó blindaje espaciado alrededor del mantelete de cañón. En el periodo final de fabricación de esta serie algunos fueron fabricados con el cañón largo 5cm KwK 39 L/60 y posteriormente serían re-designados como Ausf. L

Los combatientes A. Potapov e I. Semenov se cubren detrás de un edificio en ruinas en una pelea callejera. Ambos portando subfusiles PPSh-41. Stalingrado, Octubre de 1942. Author: Emmanuil Evzerikhin. Colorización de Fgf Colourised

Artillero antiaéreo soviético en el área de Stalingrado. La foto muestra a un oficial al mando desconocido, que se puede identificar por la presencia de binoculares y abrigo de cuero de comandante, con una hebilla de marco de dos puntas, correas para los hombros y una funda en el cinturón para una pistola. La foto también es interesante para el camuflaje de invierno de tela del cañón antiaéreo. Finales de 1942, Stalingrado.
Fotógrafo: Natali Bode (FGF Colourised)

Batalla de Stalingrado
Testimonio de Ivan Alexeyevich Piksin (Secretario del Comité Municipal de Stalingrado):
Era el 23 de agosto, cerca de las cuatro de la tarde. Yo me encontraba reunido con el Comité Municipal de Defensa cuando recibí una llamada del Comité Regional. El enemigo se había abierto paso hasta Rynka. Yo dije, "Solo son rumores". "No Gorgelyad, el vice-comisario del pueblo para la fabricación de tanques de combate estaba ahí. Llámalo. Así que lo llamé. ¿Qué pasa, camarada Gorgelyad? "Pasa que he visto tanques enemigos con mis propios ojos". Así que podía hacer? En ese mismo momento pasamos el mando a los batallones de destrucción.
Los batallones de destrucción consiguieron contener al enemigo hasta la mañana del 24 de agosto, cuando llegaron las unidades regulares del Ejército Rojo. Debido a ello, el grueso de estos batallones de destrucción fue absorbido por el Ejército Rojo.
Testimonio sacado del libro: 
 Stalingrado "La ciudad que derrotó al Tercer Reich" de Jochen Hellbeck.

Soldados alemanes sonríen para la foto, tomándose un descanso en las vastas estepas en las proximidades de la ciudad de Stalingrado, mas arriba a la derecha se ve un cazacarros Marder III. Verano de 1942


Avance al sur de Stalingrado
Testimonio de Werner Halle, cabo en la 10.ª Compañía del 71.er Regimiento de Infantería Motorizada de la 29.ª División de Infantería.
Los combates más duros habían quedado atrás. Durante días y semanas habíamos permanecido en acción, sin descanso. Nuestro Objetivo principal se llamaba Stalingrado. Los rusos habían establecido fortificaciones de campaña entre el Don y el Volga, lo que no había hecho fácil tomar este sistema fortificado en profundidad. Cada localidad, cada villa, cada mancha de bosque y, obviamente, cada punto elevado habían sido aprestados para la defensa. El terreno había sido excavado hasta cuando estábamos prácticamente encima, los pozos de tirador individuales y los búnkeres, enlazados por profundas trincheras de comunicación. Las posiciones defensivas estaban guarnecidas por una gran cantidad de tropas que disponían de una gran potencia de fuego. Nosotros, los infantes, tuvimos que sufrir esa enconada resistencia día tras día. Sí, los rusos lucharon con un fanatismo que rayaba lo increíble.¡ Cuantas veces vi en aquellos días el terror de sus comisarios, implacables, osados al máximo y despreocupados por el coste en vidas humanas! Las pérdidas rusas alcanzaron proporciones aterradoras.
Nosotros también sufrimos. La 10.ª Compañía del 71.er Regimiento de Infantería había quedado reducida al tamaño de una sección. Rara vez conocimos a los jefes de sección o comandantes de nuestra compañía. Teníamos abultadas listas de bajas, lo que para nosotros - no era una buena señal -. Cada uno de nosotros suena duro pero así era, pensaba al respecto: ¿Cual de nosotros será el siguiente?
En cualquier caso, nuestro objetivo, Stalingrado, no estaba muy lejos. Stalingrado nos insuflaba, a nosotros los infantes, que habíamos luchado durante días o, en muchos casos, un año o más en el Este, una consciencia de nuestro poderío que siempre nos empujaba a seguir avanzando. Amaneció. El calendario decía que era 8 de septiembre. Estábamos librando duros combates con los rusos de nuevo. Tuvimos que emplear todas nuestras armas, artillería y cualquier otra pieza imaginable, cohetes y lanzallamas, para recolectar una terrible cosecha entre los defensores. Pero los rusos no cedían. A su vez, fuimos objeto del fuego defensivo. Nos bombardearon de modo directo con órganos de Stalin desde un barranco que no estaba muy lejos. Solo había una forma de sobrevivir a ello: ¡ Ponerse completamente a cubierto! Y en esos mismo instantes ya se hallaban los nuevos cohetes silbando y rugiendo sobre nuestras cabezas.
El cañón antiaéreo de 20 mm con el que había sido dotada nuestra compañía demostró aquí su verdadero valor cuando barrió a las dotaciones y a los sistemas de armas de corta distancia. El camino volvía a estar despejado...pero, ¿por cuánto tiempo? Si mirábamos hacia arriba veíamos a nuestros aviones, un escuadrón tras escuadrón, en un combate aéreo sin fin desde primeras horas de la mañana. Era para nosotros un sentimiento de orgullo el que nos apoyaran desde el aire. Ahora nos encontrábamos ante una cresta, naturalmente ocupada por los rusos. También aquí nos abrimos paso por las posiciones enemigas. Siempre el mismo panorama: muertos, heridos que salían vacilantes de sus puestos a cubierto.Teníamos que acostumbrarnos a ello. Mirábamos hacia abajo desde lo alto del monte. Otros cuatro o cinco kilómetros y Stalingrado y el Volga se hallarían ante nosotros. Una vista gloriosa,¡ La ciudad con su río de corriente rápida! Estaba envuelta en un denso humo. Tras un rápido avance hacia la tarde del 9 de septiembre llegamos al talud del ferrocarril Kuporosnoye Stalingrado y nos atrincheramos. Esa noche hicimos un montón de prisioneros de las unidades motorizadas o de tiro animal. Según lo que nos contaron dedujimos que, ajenos a la situación en Beketovka, los rusos querían enviar refuerzos desde la ciudad. E incluso los panzer entremezclados con nosotros, albergaban todavía la ilusión de que la entrada a Stalingrado estaba expedita. De ser así hubiésemos sido capaces de capturar a estos prisioneros sin disparar un tiro. Esa noche , nuestra cocina de campaña nos sirvió comida caliente por primera vez en mucho tiempo.
Lo peor aún estaba por venir. Los intensos combates con los rusos se incrementaban a cada momento a nuestra derecha e izquierda. Ellos también eran conscientes: tenían que luchar hasta el último hombre. El objetivo final, y el más grande, se hallaba justo delante de nuestros ojos. Solo una franja de entre 500 y 700 metros de longitud separaba el talud del ferrocarril del río Volga. Teníamos que tomar ese trozo de terreno. Nosotros mismos nos hallábamos juntos a unos pocos colegas en los barrancos de las torrenteras que desembocaban en el Volga. Nuestro 3.er Batallón del 71.er Regimiento había dispuesto aquí la linea de frente principal, con batallones vecinos a las primeras horas de la mañana para llegar al Volga. Estos intentos fueron detenidos en todas las ocasiones por un mortífero fuego defensivo. Sufrimos fuertes pérdidas. Los rusos también ofrecieron una enconada resistencia en el sur de la ciudad. Se habían levantado obstáculos en profundidad y barricadas en las calles. Entre ellos había búnkeres de acero, fortines, alambradas de espino y búnkeres de hormigón con cúpulas blindadas, todo tan bien dispuesto que si un elemento era atacado podía resistir gracias al apoyo de las posiciones situadas en los flancos. En pocas palabras: ¡cada cabaña de madera era una fortaleza!
El 10 de septiembre de 1942 recibió nuestra 10.ª Compañía las siguientes órdenes operativas del comandante del batallón, mayor Stürber: " Tomen Stalingrado-Sur y lleguen a la orilla del Volga".
Para los pocos soldados de infantería que éramos se trataba de una misión de envergadura, ¡Probablemente la mas difícil de todas hasta la fecha! Esa noche, ninguno de nosotros logró pegar un ojo. Nuestra compañía se componía de dos grupos solamente; yo era jefe de sección. Al amanecer nos dirigimos en silencio a nuestras posiciones de partida en el tramo de talud del ferrocarril situado entre Beketovka y Stalingrado.
El ataque estaba previsto para las 9:00 horas. Todavía había tiempo para unos cigarrillos o dos. ¡Ni que decir tiene la excitación era enorme entre nosotros! A las nueve en punto oímos un zumbido en el cielo: Stuka volaban en círculo sobre nosotros y, a continuación acompañados de los chillidos de las sirenas arrojaron bomba tras bomba sobre el enemigo a poca distancia de donde nos encontrábamos. Esto suavizó nuestro avance hacia el Volga.
Teníamos nuestras cabezas metidas en el barro: delante de nosotros solo había humo de los incendios y del alto explosivo. Ahora nos había llegado el turno, así que asaltamos las primeras casas. Nos encontramos con un intenso fuego defensivo proveniente de las fortificaciones. Yo llegué a las casas con un solo puñado de mis camaradas. Allí dependientes únicamente de nuestros propios recursos, doblegamos la resistencia enemiga
en combate cercano en un radio de unos 500 metros, hicimos algunos prisioneros y llegamos al Volga. Por fin pudimos mirar hacia abajo desde la escarpada orilla siendo los primeros soldados en el sur de Stalingrado y contemplar el caudaloso río, que en este lugar tenía una anchura de un kilómetro. A continuación aseguramos nuestras posiciones y permanecimos listos para defender las. ¡Qué orgullosos estábamos de haber cumplido la misión! A las 10:00 horas informamos al Mayor Stürber en el puesto de mando del batallón: ¡Misión cumplida, se han alcanzado todos los objetivos específicos! A pesar de los fuertes contraataques logramos mantener nuestras posiciones hasta la caída de la noche con solo unos pocos hombres, antes de que llegasen por fin dos compañías de zapadores de refuerzo para ayudarnos a mantener el terreno ganado. Todos los hombres tuvieron un comportamiento espléndido en este empeño. Como éramos tan pocos, y necesitábamos hasta el último hombre, no podía prescindir de nadie. Así envié a un niño ruso de diez años al puesto de mando del batallón con un importante mensaje. Tras recibir instrucciones e indicaciones se marchó corriendo a pesar del fuego enemigo. Hubiera sido imposible que lo consiguiera ninguno de nosotros, ya que no hubiésemos logrado avanzar más que unos pocos metros antes d e resultar alcanzados por el enemigo.
Durante tres días mantuvimos a raya la presión rusa y conservamos nuestra posición avanzada. A primeras horas del cuarto día se incrementó la presión y las hordas rusas que avanzaban desde Beketovka parecían no tener fin. Se acercaban cada vez más estrechando la bolsa en la que nos encontrábamos nosotros. A pesar de dar el máximo, los incesantes ataques de la infantería rusa obtuvieron sus frutos y lograron romper las lineas en nuestro flanco derecho a eso de las ocho de la mañana. Nuestros zapadores comenzaron una lucha cuerpo a cuerpo. Estábamos rodeados, los rusos atacaban ahora desde todas direcciones de forma simultánea; todo apuntaba a que no íbamos a tener ninguna posibilidad de regresar vivos a nuestra línea de frente principal. Luchábamos encarnizadamente por cada palmo de terreno, por cada casa. Una vez que tuvimos claro que estábamos rodeados hubieron muchos que decidieron tratar de llegar a nuestra línea de frente principal. Esta no estaba lejos, aunque parecía imposible de alcanzar. Sufrimos fuertes pérdidas y solo a unos cuantos hombres les acompañó la buena suerte. Resuelto a evitar ir al cautiverio con el resto, decidí intentar llegar a las líneas alemanas con otros quince hombres. En combate cuerpo a cuerpo, hombre contra hombre, atravesamos corriendo todo aquel infierno y tratamos de alcanzar lo imposible. Solo dos hombres lo lograron, ¡y yo era uno de ellos!
Así fue que tuvimos que sacrificar nuestra posición fortificada avanzada en el Volga, luchando hasta el último hombre. Tras reunir al resto de los miembros de los servicios de retaguardia y a los heridos leves, y establecer contacto con el batallón de motocicletas, atacamos Stalingrado-Sur al día siguiente liderados por nuestro mayor Stürber. Penetramos profundamente en el interior de la ciudad y finalmente logramos acorralar de nuevo a los rusos. A continuación establecimos contacto con aquellos que se hallaban ya en otros sectores de la ciudad. Tras una operación de diez días de duración nos concedieron una merecida pausa para descansar y fuimos retirados del frente.
Mayor Stürber:
(La comisión Alemana de Cementerios de guerra lo tiene catalogado como teniente) Vitus Stürber (Nacido em Hundszell el 6 de abril de 1902 y desaparecido en acción en Stalingrado el 1 de febrero de 1943). Oficial al mando del 3.er batallón del 71.er Regimiento de Infantería: Condecorado con la Cruz de Caballero el 29 de diciembre de 1942.
Créditos: 
 Notas sacadas del libro "Supervivientes de STALINGRADO - Testimonios de Veteranos del Sexto Ejército, 1942-43 de REINHOLD BUSH.


Memorias desde Stalingrado
“La singular Colina 102 que dominaba todo Stalingrado, era el Mamayev-Kurgan[...] ahora era el objetivo de nuestra División. Sabíamos que sería una tarea difícil contra un enemigo endurecido e incalculable. Sabíamos su rigurosa manera de luchar de muchos encuentros anteriores. También conocíamos la brutalidad despiadada del Ejército Rojo contra sí mismo y los suyos: quienquiera que retrocediera o fuera herido, recibía el tiro de gracia de un ¡comisario político! La bayoneta rusa estaba destinada principalmente a matar a sus propios o enemigos heridos, sólo [se usaba] incidentalmente para el combate cuerpo a cuerpo. Los prisioneros eran torturados para hacerlos hablar, luego asesinados a tiros.
Las grandes promesas, informes de éxitos en los frentes y los numerosos “salvoconductos” tirados por ahí, arrojados por aviones o disparados por su artillería en proyectiles de propaganda, nadie les creía. Nuestros servicios de apoyo y caballos fueron llevados a un barranco no lejos del aeródromo de Gumrak, más tarde sería la principal estación de preparación del 6° Ejército y zona de aterrizaje para aviones de abastecimiento y ambulancia. Eso fue lo último que vimos de los caballos. Probablemente todos terminaron en la cocina de campaña cercana, […] para más tarde las provisiones proporcionadas por la Luftwaffe eran inadecuadas, mientras tanto ellos pastaban hierba áspera de estepa hasta que los cereales estuvieran disponibles. Con la Compañía ocupé casas bien construidas en el lado oeste de la ciudad cerca del puesto de mando del regimiento en para poder ejecutar sin demora las órdenes operativas del oficial al mando. Los rusos conocían nuestros movimientos y nos convirtieron en el blanco de los cohetes de sus Katyushas, llamados por nosotros “Órganos de Stalin”.
Afuera de las casas, el aire siempre era “poco saludable”. Cuando estaba en calma, grandes nubes de humo pendían sobre la ciudad: el hedor de lo quemado y la descomposición llenó el aire. Pronto nos vimos obligados a reconocer que incluso nuestro robusta, llamativa, y bien acabada vivienda fue escogida como punto de mira y cavamos un búnker de tierra en su sombra. Ahora los “Órganos de Stalin” ya no nos ponían nerviosos: escuchábamos disparar e inmediatamente nos escabullíamos bajo tierra. El efecto de esquirlas de estos cohetes no era grande, y hubo muchos que no explotaban. Los rusos intentaron aumentar su efecto de astillado soldando tres varillas cortas de hierro en la cabeza del proyectil.
Esta medida resultó en muchos fracasos cómicos, cohetes sin explotar en una pieza, y dependiendo de la superficie moviéndose de diez a cincuenta centímetros sobre el suelo. El impacto era amortiguado por la barra de hierro y no lograba activar el detonador. Más tarde ya no me molestaba en verlos. Una noche, al preparar una comida frente a los búnkeres un asistente médico fue muerto por una astilla y otro gravemente herido. Diariamente comenzamos a sufrir pérdidas por astillas de proyectiles, […] En nuestro ancho camino a Gumrak, los cadáveres hinchados de rusos muertos yacían entre caballos rusos hinchados, piernas extendidas en posición vertical, despidiendo un hedor repugnante. Por la noche civiles de la supuesta aldea abandonada salían sigilosamente de sus escondites para arrancar trozos de carne de estos cadáveres comidos por las ratas a la luz de fuegos y bengalas antes de desaparecer rápidamente en las ruinas. Sus casas no tenían sótanos. Los rusos no entierran a sus muertos. Los arrojaron en cráteres de proyectiles o trincheras. Por razones de higiene nosotros enterramos a todos los muertos que encontramos tirados de nuestro lado. Las tumbas alemanas eran marcadas por un fusil y una bayoneta, las tumbas rusas por un casco de acero sobre una culata de un fusil invertido.”
Extracto de las Memorias de Josef Goblirsch (nacido en Böhmerwald, 15 de marzo de 1921), quien se ofreció como voluntario para el Wehrmacht en 1940. Participó en las campañas de Francia y la Unión Soviética como soldado de infantería y con la artillería. Como oficial de reserva, fue enviado al Frente del Don, en septiembre de 1942 con el 54° Regimiento Jäger de la 100ª Jäger División alemana.

Retrato de un Obergefreiter (Cabo) de la Wehrmacht alemana desplegado en los intensos combates alrededor de Stalingrado. En su uniforme observamos una insignia de "asalto de infantería" en plata y otra "medalla de herido" en color negro. Créditos: Bundesarchiv (Archivos Federales Alemanes) Bild 101I-218-0509-11 - Fotógrafo: Scherl - (FGF Colourised)

Soldados alemanes capturados llaman a sus camaradas a rendirse al Ejército Rojo, enero de 1943, en Stalingrado. Fotografía tomada por Георгий Липскеров, reportero gráfico del periódico militar "Por la Patria" del 64º Ejército soviético


FUENTES:

https://www.facebook.com/photo/?fbid=189253000154809&set=gm.5347938891990111&idorvanity=4051594701624543
https://www.facebook.com/photo/?fbid=188837900196319&set=gm.5341355839315083&idorvanity=4051594701624543
https://www.facebook.com/photo?fbid=450407307110450&set=a.418790153605499

Historia de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: “Survivors of Stalingrad – Eyewitness Accounts From The Sixty Army 1942 – 1943” de Reinhold Busch (2012)
https://www.facebook.com/photo/?fbid=214795810933861&set=gm.5762579483859381&idorvanity=4051594701624543
Fotografía coloreada por Faku Gastón Filipe (FgF Colourised)
Facundo Colourised
https://www.facebook.com/photo?fbid=282018374580437&set=gm.1520710765368684&idorvanity=1109817033124728

Soldados de la Segunda Guerra Mundial WW2 III





























Pedro Pablo Romero Soriano PS

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