Unos pasajes de la lucha en camino a Berlín descritas en las memorias del as soviético, coronel Alexander Pokryshkin, siendo para 1945, comandante de la 9° División Aérea de la Guardia soviética: “Estando cerca de la ciudad de Gorlitz, recibimos la noticia de la muerte del general Polbin, temible piloto de bombardero en picado. Conducía un grupo a la ciudad asediada de Breslau y bombardeaba en picado las casas convertidas en fortalezas. Un proyectil antiaéreo dio en su aparato, y éste comenzó a perder altura. Herido, Polbin intentó cruzar el Oder, pero no le llegaron las fuerzas. El avión cayó en el río... De los pormenores me enteré después. Entonces, en el frente, me entristeció el propio hecho de la muerte de Polbin. Era uno de esos generales aviadores que, pese a su alta graduación y elevado cargo militar, conservan la lozanía profesional y la pasión juvenil por sus dilectas ocupaciones. El ejercicio del mando no le había quitado esas importantes cualidades. Volaba, perfeccionaba la táctica y, con su ejemplo, animaba a los pilotos a realizar proezas. En las reuniones de adiestramiento, yo escuchaba siempre sus opiniones y tomaba ejemplo de él, pues era un dechado de persona y de aviador.
Los combates por Gorlitz se enconaron. El enemigo quería reconquistar a toda costa la mitad de la ciudad ocupada por nuestras tropas. Y habían logrado realmente desalojarlas de algunos sitios. Los ataques de los pilotos rivales dejaban a veces la impresión de furia irreflexiva y temeridad irremediable.
Un día, unos aviones nuestros daban cobertura a las tropas de tierra soviéticas en el sector de Bunzlau. Toparon con cuatro Focke-Wulf. Del primer ataque, los nuestros los pusieron en fuga. Pero el jefe de la patrulla alemana tornó de pronto a la primera línea y se aproximó desafiante a los nuestros. El primer teniente Klímov viró en redondo para hacerle cara.
Tantas veces como había presenciado y había empleado yo mismo el ataque frontal, siempre acababa en que los aeroplanos, disparando, se apartaban cada uno por su lado, aunque lo hicieran a la distancia más peligrosa. Pues en ese desafío cada cual pretende derribar a su rival y salir ileso. Llega inexorable el momento en que ni el uno ni el otro puede va aprovecharse de la salida del contrincante del ataque para hacer impacto en él. La aproximación cesa.
Esa vez yo vi por primera vez atacarse de frente a toda velocidad y chocar dos aviones. El nuestro cayó sin ala, y el alemán sin la cola. Todos los que contemplaban el duelo desde tierra quedaron atónitos. Esperaban que los aviadores descendieren con los paracaídas. Más no ocurrió tal cosa. Los dos cayeron, estrellándose en un mismo kilómetro cuadrado de tierra alemana, rociada ya de sangre en los recientes combates.
Yo me apresuré a llegar en el automóvil donde estaban los humeantes restos, en las afueras de Bunzlau, a ambos lados de un riachuelo. Nuestro piloto, por lo visto, había perdido el conocimiento en el choque contra el Focke-Wulf. El alemán había sido partido por la hélice. Sus cruces de hierro de as alemán estaban bañadas en sangre. Se le dio sepultura allí mismo donde había caído. Al nuestro nos lo llevamos a nuestro territorio para enterrarlo.”
En la imagen coloreada, Alexander Pokryshkin, luciendo la Insignia de la Guardia Soviética (izquierda), las tres medallas de Héroe de la Unión Soviética, dos Órdenes de Lenin, tres Órdenes de la Bandera Roja y una Medalla por Servicio Distinguido del Ejército (otorgado por los EE.UU. de Norteamérica).
Los combates por Gorlitz se enconaron. El enemigo quería reconquistar a toda costa la mitad de la ciudad ocupada por nuestras tropas. Y habían logrado realmente desalojarlas de algunos sitios. Los ataques de los pilotos rivales dejaban a veces la impresión de furia irreflexiva y temeridad irremediable.
Un día, unos aviones nuestros daban cobertura a las tropas de tierra soviéticas en el sector de Bunzlau. Toparon con cuatro Focke-Wulf. Del primer ataque, los nuestros los pusieron en fuga. Pero el jefe de la patrulla alemana tornó de pronto a la primera línea y se aproximó desafiante a los nuestros. El primer teniente Klímov viró en redondo para hacerle cara.
Tantas veces como había presenciado y había empleado yo mismo el ataque frontal, siempre acababa en que los aeroplanos, disparando, se apartaban cada uno por su lado, aunque lo hicieran a la distancia más peligrosa. Pues en ese desafío cada cual pretende derribar a su rival y salir ileso. Llega inexorable el momento en que ni el uno ni el otro puede va aprovecharse de la salida del contrincante del ataque para hacer impacto en él. La aproximación cesa.
Esa vez yo vi por primera vez atacarse de frente a toda velocidad y chocar dos aviones. El nuestro cayó sin ala, y el alemán sin la cola. Todos los que contemplaban el duelo desde tierra quedaron atónitos. Esperaban que los aviadores descendieren con los paracaídas. Más no ocurrió tal cosa. Los dos cayeron, estrellándose en un mismo kilómetro cuadrado de tierra alemana, rociada ya de sangre en los recientes combates.
Yo me apresuré a llegar en el automóvil donde estaban los humeantes restos, en las afueras de Bunzlau, a ambos lados de un riachuelo. Nuestro piloto, por lo visto, había perdido el conocimiento en el choque contra el Focke-Wulf. El alemán había sido partido por la hélice. Sus cruces de hierro de as alemán estaban bañadas en sangre. Se le dio sepultura allí mismo donde había caído. Al nuestro nos lo llevamos a nuestro territorio para enterrarlo.”
En la imagen coloreada, Alexander Pokryshkin, luciendo la Insignia de la Guardia Soviética (izquierda), las tres medallas de Héroe de la Unión Soviética, dos Órdenes de Lenin, tres Órdenes de la Bandera Roja y una Medalla por Servicio Distinguido del Ejército (otorgado por los EE.UU. de Norteamérica).
FUENTE:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=469981151819732&set=pb.100064235526662.-2207520000..
Fuente: “Mi Guerra Aérea” memorias de Alexander Pokryshkin
Pedro Pablo Romero Soriano PS