El Motín de los Ases
A los quince días de aquella conversación, volvimos a reunimos con el Mariscal del Reich. Esta vez vino a visitarnos en el Canal. Eran inminentes las operaciones de bombardeo en masa, pero no habíamos logrado la superioridad aérea en la medida esperada, y el arma de caza británica estaba dañada, pero no derrotada. Como es natural, nuestras formaciones de cazas bimotores, Stukas y cazas monomotores, también habían sufrido pérdidas en material y personal y su moral estaba afectada. La inseguridad acerca del éxito en la continuación de la ofensiva se hacía sentir incluso hasta en el último piloto. Goering se negaba a admitir que su Luftwaffe aquella espada fulgurante que hasta entonces siempre había esgrimido victorioso, comenzaba a mellarse y oxidarse en sus manos. Creía que ello se debía a la falta de espíritu combativo y confianza en el éxito, y ahora se aprestaba a sacar de nosotros, mediante su intervención personal, nuestras últimas energías.