Japón, el soldado japonés y el Bushido

0

 

Pilotos kamikaze posan para una foto, 1945

El fanatismo forma parte de la idiosincrasia militar desde los albores de la historia y ha existido en todos y cada uno de los períodos de esta. Ahora bien; cuando hablamos de fanatismo en la historia militar contemporánea, indudablemente se nos vienen a la cabeza dos imágenes: un avión japonés atravesando la pared de fuego antiaéreo de los buques estadounidenses para estrellarse contra la cubierta de un portaaviones o la desenfrenada y abigarrada carga de infantería nipona contra las líneas Aliadas en una isla del Pacífico, siendo barridas por las ametralladoras… todo en nombre del tennō, el «soberano celestial».
Estas impresionantes e increíbles conductas militares japonesas (desesperadas ante los ojos de los occidentales) parecían formar parte del bushido, “el camino del guerrero”, un ancestral código ético, estricto y honroso que normaba el comportamiento del soldado dentro y fuera del campo de batalla. El bushido supuestamente formaba parte de la doctrina formativa de las fuerzas armadas niponas durante la Segunda Guerra Mundial, pero resultó ser totalmente alejado de la realidad a la luz de la historia.

Paracaidistas Navales de la Armada Imperial Japonesa, fotografiados en 1942. Las tropas formaban parte oficialmente de las Fuerzas Navales Especiales de Desembarco. Las unidades de paracaidistas ligeramente armadas estaban destinadas a asaltar áreas costeras, apoyar desembarcos anfibios o aeródromos enemigos y otros objetivos estratégicos. Los paracaidistas navales Rikusentai no deben confundirse con los paracaidistas del Ejército Imperial Japonés, conocidos como Teishin

El bushido se basaba en las antiguas creencias y comportamientos de los guerreros samuráis, para quienes era una humillación no combatir de forma honrosa y valerosa o ser capturados en el campo de batalla. Esto sólo podía enmendarse con la muerte, idealmente cometiendo seppuku, el suicidio ritual que ponía fin a la deshonra, pudiendo el guerrero entrar al paraíso con el honor impoluto.
Durante la segunda guerra sino-japonesa, iniciada en julio de 1937, la conducta militar japonesa -especialmente del Ejército- demostró estar muy alejada a los tratados internacionales a los que Japón había adherido a principios del siglo XX, en especial en lo que respecta al tratamiento de los prisioneros de guerra y al comportamiento con los civiles. Esto fue muy distinto a lo acontecido durante la guerra chino-japonesa de 1894-1895, donde los excesos fueron la excepción y no la regla.
Veamos un detalle no menor: a diferencia de la guerra ruso-japonesa de 1904-05, en la que el Emperador Taisho (Yoshihito) ordenó la observancia de los usos y costumbres de la guerra, su hijo Showa (Hiroito) nada dijo al respecto para esta nueva guerra no declarada formalmente, lo que muchos interpretaron como un “todo vale”.
Es más, las campañas de destrucción indiscriminadas lanzadas a fines de 1938 por el Ejército del Territorio del Norte de China para "pacificar" la provincia de Hebei, que había sido un semillero de resistencia guerrillera, fueron aprobadas por Showa en una orden que firmó el 2 de diciembre de ese año.
Y como si fuese poco, tiempo después se instauró institucionalmente la política de “los tres todos” en la guerra total con China: “matar a todos, quemar todo y saquear todo”. Investigadores ganadores del Pulitzer como Herbert Bix, basado en las obras de Mitsuyoshi Himeta y Akira Fujiwara, concluyen que esta política fue aprobada por el propio Hiroito, a instancia de la cúpula militar.

Japón debía convertirse, por derecho divino, en la primera potencia asiática y en dueña no sólo de Asia oriental, sino además del Pacífico. Las atrocidades cometidas por el Ejército Imperial contra la población civil y los prisioneros en China, fueron el preludio de lo que vendría después en la guerra mundial.
Desde el 7 de diciembre de 1941 (Pearl Harbor) y hasta mediados de 1942, Japón avanzó triunfalmente a lo largo de Asia y el Pacífico sin encontrar prácticamente oposición, comportándose como una potencia dominante que respetó -por lo general- a las naciones y colonias europeas conquistadas, con excepción de las fuerzas militares hechas prisioneras, a las que se maltrató sistemáticamente hasta niveles inhumanos, algo totalmente alejado del bushido tradicional que exaltaba los valores de la piedad, compasión y respeto.
El bushido no tiene un origen histórico claro y es un compendio de normas religioso-culturales que recoge máximas y enseñanzas con diferentes orígenes: el budismo, el confucionismo, el sintoísmo y las creencias Zen, normas que debían regir la vida de los samuráis. El código puede aplicarse a todos los órdenes de la vida (familiar, laboral, mercantil, etc.), pero después de la restauración Meiji, en 1868, período en el cual se inició la modernización de Japón, fue adoptada tácitamente por las fuerzas armadas japonesas. El soldado japonés, el guerrero, debía comportarse como lo decía el bushido tradicional: abnegado, leal, diestro en el manejo las armas, despreciar la muerte deshonrosa y mantener la devoción al Emperador.
El soldado debía pensar en la muerte en todo momento, pues la vida era efímera y frágil y en el momento de dejar este mundo, sería recordado por su lealtad y por su piedad, así como también por el respeto al enemigo en la batalla.
Toda esta doctrina se elevó a niveles fundamentalistas entrado el siglo XX, especialmente después de la Primera Guerra Mundial, cuando las camarillas militares empezaron a formar parte de los gobiernos y militarizaron no solo la política, sino también la sociedad, en donde tomó forma el expansionismo nacionalista más furibundo.

La ocupación de Manchuria en 1931 y la segunda guerra chino-japonesa, dejaron claro que el Ejército Imperial no respetaba ninguna norma, convirtiéndose en una fuerza sanguinaria y cruel, más aún cuando la guerra empezó a cambiar de curso y se vieron enfrentados a un poder como el estadounidense.
El bushido fue utilizado para el militarismo para presentar la guerra como una purificación y la muerte como un deber. Así, a medida que avanzaba la Segunda Guerra Mundial y el inexorable destino del Imperio, se invocó el espíritu del bushido militarista como forma para mantener unida a la nación. Como dijimos en otro post, los japoneses creían que el adoctrinamiento en bushido les daría la ventaja, ya que los japoneses anhelaban morir por el Emperador, mientras que los estadounidenses tenían miedo de morir. Sus fuerzas armadas se convencieron de que el éxito en la batalla estaría asegurado si los soldados, marinos y aviadores japoneses llevaran al máximo el espíritu del bushido.
Cada soldado fue adoctrinado para aceptar que era el mayor honor morir por el Emperador y que era una cobardía rendirse al enemigo. Y una interpretación fanática del bushido, explica por qué los prisioneros de guerra Aliados eran tan maltratados bajo su custodia. Los que se habían rendido a los japoneses, independientemente de cuán valiente u honorablemente hubieran luchado, no merecían más que desprecio; habían perdido todo honor y literalmente no merecían nada.
El autor Yukio Mishima afirmó que "el invasionismo o el militarismo no tenían nada que ver con bushido". Según Mishima, un hombre de bushido es alguien que tiene un firme sentido de autoestima, asume la responsabilidad de sus acciones y se sacrifica para encarnar esa responsabilidad. Por otra parte, el escritor chino Zhou Zuoren consideró el bushido promovido por los militares fue una corrupción de una noble y antigua tradición.
Desde 1942 en adelante, se desmadró definitivamente tanto el bushido como las normas del comportamiento de los soldados en general y de los oficiales en particular, que empezaron a ordenar siempre, salvo honrosas excepciones – como el general Tadamichi Kuribayashi en Iwo Jima– la lucha hasta la muerte. De ahí también la explicación de por qué tan pocos soldados japoneses fueron tomados prisioneros después de las grandes batallas durante la Campaña del Pacífico.
La identificación del bushido con el estado militarista significó su desapego por parte de la sociedad. El bushido fue retirado del sistema educativo y militar de la posguerra, y fue ampliamente ignorado o incluso atacad. No fue hasta finales de 1960 que el bushido de nuevo comenzó a atraer el interés de los estudiosos, escritores y el público en general, ya que la confianza nacional creció junto con la economía como para reconstruirlo.




Autor: Fortis 7 & Fortis Leader para Fortis Leader - The Pacific & Asia




 

FUENTE:
https://www.facebook.com/fortisleaderpacific/photos/pb.100068822701632.-2207520000./132778315670196/?type=3

Fortis Leader - The Pacific & Asia









































Pedro Pablo Romero Soriano PS

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios