Durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados estadounidenses fueron grandes fumadores. ¿Quién podría culparlos?. Las grandes estrellas de Hollywood fumaban. El propio presidente fumaba.
Los héroes que combatían al enemigo al otro lado del charco fumaban. Nadie sabía muy bien los riesgos derivados de inhalar el alquitrán y el dióxido de carbono de esa cautivadora picadura liada meticulosamente en papel de fumar y presentada en paquetes atractivos y cómodos. El negocio del tabaco iba viento en popa.
Mucha gente creía que no solo era algo bueno para las grandes tabaqueras y para sus inversores, sino que también era positivo para la economía estadounidense en general.
Sin embargo en el lado alemán, la campaña contra el tabaco debe ser entendida en el contexto de la búsqueda nacionalsocialista de la pureza racial y corporal, que también estuvo detrás de muchos otros esfuerzos de salud pública de la Segunda Guerra Mundial.
En Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, la abstinencia de tabaco era un “deber nacionalsocialista”. Hitler regalaba un reloj de oro a la gente de su confianza que lograba dejar el hábito. Ahora bien, se rumoreó que tras el suicidio de Hitler en 1945, muchos de ellos volvieron a fumar y conservaron sus relojes.
Los héroes que combatían al enemigo al otro lado del charco fumaban. Nadie sabía muy bien los riesgos derivados de inhalar el alquitrán y el dióxido de carbono de esa cautivadora picadura liada meticulosamente en papel de fumar y presentada en paquetes atractivos y cómodos. El negocio del tabaco iba viento en popa.
Mucha gente creía que no solo era algo bueno para las grandes tabaqueras y para sus inversores, sino que también era positivo para la economía estadounidense en general.
Sin embargo en el lado alemán, la campaña contra el tabaco debe ser entendida en el contexto de la búsqueda nacionalsocialista de la pureza racial y corporal, que también estuvo detrás de muchos otros esfuerzos de salud pública de la Segunda Guerra Mundial.
En Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, la abstinencia de tabaco era un “deber nacionalsocialista”. Hitler regalaba un reloj de oro a la gente de su confianza que lograba dejar el hábito. Ahora bien, se rumoreó que tras el suicidio de Hitler en 1945, muchos de ellos volvieron a fumar y conservaron sus relojes.
Los cigarrillos formaban incluso parte de las raciones militares, junto a otros bienes más indispensables como la carne, las verduras o las patatas. Las marcas más importantes de cigarrillos lograron hacerse un hueco en todo el mundo, tanto que incluso llegaron a escasear en casa. A menudo era misión imposible encontrarse un paquete de Chesterfield, Camel, Kool o Pall Mall.
Archie P.McDonald, un historiador de Texas, recuerda cuando se formaban colas eternas fuera de los comercios durante el par de días a la semana en los que disponían de algo de tabaco.
En diciembre de 1944, se veían carteles de “No hay tabaco” tras los escaparates de todos los establecimientos.
Los soldados estadounidenses fueron grandes fumadores. Los cigarrillos llegaron a escasear tanto en algunos lugares que muchos fumadores se vieron obligados a dejar su adicción de manera forzosa. Otros prefirieron ser fumadores empedernidos y llegar a pagar hasta cuatro veces el precio de un paquete normal en el mercado negro. El alcance de las consecuencias de fumar cigarrillos no se llegaría a conocer hasta transcurridos unos cuantos años tras el regreso de todos los soldados que se habían enganchado a la nicotina en la Segunda Guerra Mundial. Muchos, medio en serio medio en broma, amenazaban con denunciar al gobierno, por haberles incitado al vicio.
El Reichsführer Himmler prohibió a los hombres de las SS el tabaco. Los activistas antitabaco lograron la prohibición de fumar en las oficinas gubernamentales, el transporte civil, en las universidades, residencias, oficinas de correos, así como en muchos restaurantes y bares, hospitales y centros de trabajo.
Se aumentaron los impuestos al tabaco, las máquinas expendedoras de cigarrillos no supervisadas fueron prohibidas y se llegó a presionar para la prohibición del tabaco al volante. El Ministerio de Educación y Ciencia, junto a la Oficina de Salud del Reich, publicó carteles que representaban el hábito de fumar como algo típicamente despreciable de judíos, músicos de jazz, gitanos, indios, negros, homosexuales, comunistas, capitalistas, aislados, intelectuales y prostitutas.
El fumador empedernido. No es él el que devora el cigarrillo, sino que es el cigarrillo el que lo devora a él. Una ilustración de una campaña contra el tabaco. Fuente y autoría: Autor desconocido (1941)
FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=635123811972131&set=pb.100064235526662.-2207520000.
Historia de la Segunda Guerra Mundial
Pedro Pablo Romero Soriano PS