Władysław Anders, y "Montecasino"

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En la época en que se celebraba la Conferencia de Teherán, Churchill estaba preocupado por el progreso de la intervención aliada en Italia, ya que aquel ataque a la “parte más vulnerable” de la Europa del Eje no avanzaba conforme a lo planeado. El mayor problema al que se enfrentaban los aliados era meramente geográfico. En los meses posteriores al desembarco de Salerno, emprendido en septiembre de 1943, los soldados atacantes habían tenido oportunidad de comprobar que el terreno que se extendía ante ellos a medida que marchaban en dirección al norte, hacia Roma, no era el más apropiado para una fuerza de invasión. La combinación de montañas de laderas escarpadas y ríos de aguas rápidas retardaba la marcha de un modo penoso. “Tomar una masa montañosa tras otra no ofrece ninguna ventaja táctica, escribió Frederick Walker, general de división al mando de la 36° División estadounidense, en su diario el 22 de diciembre, detrás de la última, siempre hay una más defendida por alemanes”. Los aliados estaban descubriendo que Napoleón no estaba equivocado: “Italia es una bota en la que hay que entrar por arriba”.
Cierta octavilla propagandística alemana de la época resume las dificultades a las que hubieron de enfrentarse los invasores. Sobre el pie: “Las montañas y valles de la “soleada Italia” les están esperando”, se representaba una serie de montañas de fauces salivosas y dientes puntiagudos dispuestas a engullir a los combatientes aliados, y la mayor de ellas, la más terrible, lleva la leyenda: “Casino”.
El monasterio de Montecasino, fundado en el siglo VI por San Benito, se hallaba en una alta cumbre que corona la localidad de Casino. La montaña constituía un elemento fundamental del frente defensivo dispuesto por Alemania al sur de Roma (la Línea Gustav), y antes de seguir avanzando hacia el norte, en dirección a la capital, los aliados querían eliminar a las fuerzas enemigas allí apostadas. Aquélla sería una de las tareas más difíciles y sangrientas de cuantas abordaron los aliados occidentales en todo el conflicto. El problema que planteaba la geografía de la Italia meridional, tan beneficiosa para los alemanes que habían de defenderla, se hizo aún peor de resultas de la impaciencia de Churchill. Éste había hecho depender de aquella invasión buena parte de su reputación política para ver cómo se derrochaba a su entender. Se había sentido por demás defraudado por el fracaso que había sufrido el desembarco aliado en Anzio, al norte de la Línea Gustav, el 22 de enero de 1944. Esta operación, para la cual había obtenido el británico embarcaciones adicionales tras mucho insistir en Teherán, se había concebido como un embate a Roma desde detrás de las defensas alemanas, sin embargo, había quedado estancada tras la rápida reagrupación de éstas. Es célebre la frase con que compendió el primer ministro la situación: “íbamos a lanzar un gato montés a la costa, y tuvimos que conformarnos con una ballena varada”.
Sobre los ejércitos aliados, por ende, pesaba una presión ciclópea a fin de que avanzasen hacia Roma. Sin embargo, no eran menos colosales las dificultades que presentaba la toma de Montecasino, y una de las más sutiles era de carácter psicológico. Aunque los alemanes habían declarado sacrosanto el monasterio, y los alemanes aseguraban que no había en él tropas del Eje, sus elevados muros seguían presentándose como una barrera impenetrable para las tropas que los contemplaban desde abajo. Existía, asimismo, el miedo a que los germanos hubiesen apostado en el interior observadores de artillería (aunque las investigaciones posteriores demostraron que se habían mantenido fieles a su promesa de no destinar al edificio gente armada).
En total, los aliados habrían de organizar cuatro operaciones diferentes a fin de tomar Montecasino. La primera se puso en marcha un mes antes del bombardeo del monasterio. La última tentativa de capturar Montecasino se acometió en mayo de 1944. Los dos meses que mediaron casi entre el tercer asalto y el cuarto habían permitido a los aliados disfrutar de unas condiciones meteorológicas más adecuadas y preparar una operación militar más abarcadora contra la línea alemana. En aquella ocasión, la misión de incapacitar aquella ubicación recayó sobre el II Cuerpo Polaco, comandado por el teniente general Władysław Anders. Su unidad recibió órdenes de “aislar” el monasterio atacando las montañas, fuertemente defendidas, que lo rodeaban. Anders comprendió enseguida que, para los polacos, aquel intento de captura de “las elevaciones de Montecasino” iba a ser más que una operación militar. “Me di cuenta, afirmaba, de que habría que pagar un precio muy alto en vidas humanas; pero tampoco pasé por alto la importancia que revestía la captura de Montecasino para la causa aliada, y sobre todo para la de Polonia, dado que teníamos la oportunidad de demostrar, de una vez por todas, que los soviéticos mentían al afirmar que no queríamos combatir a los alemanes. La victoria infundiría más valor al movimiento de resistencia que operaba en Polonia y cubriría de gloria a nuestro ejército”.

Aquella victoria fue famosa, aunque el precio que hubo que pagar fue elevadísimo, siendo así que en la batalla de Montecasino murieron o fueron heridos varios miles de polacos, y la mayoría de ellos, como la mayoría de cuantos combatían a las órdenes de Anders, procedía de las mismas regiones de Polonia oriental que reclamaba Stalin para sí. Mientras luchaban y morían en los afloramientos rocosos y los desfiladeros que poblaban las elevaciones de Montecasino, aquellos polacos abrigaban la esperanza de que su sacrificio ayudase a Polonia a convertirse en una nación libre e independiente. Sin embargo, por trágico que resulte, se equivocaban de medio a medio.




FUENTE
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Historia de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: “A Puerta Cerrada – Historia Oculta de la Segunda Guerra Mundial” – Laurence Rees


 







































Pedro Pablo Romero Soriano PS

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