Armas anti-submarinas: El Erizo (Hedgehog)

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Mortero antisubmarino británico Hedgehog (erizo)

Tras años utilizando las cargas de profundidad, y una vez que estas armas se quedaron anticuadas, los aliados iniciaron la búsqueda de un artefacto capaz de acabar de una forma más efectiva con las «Manadas de lobos» alemanas (las cuales llevaban mucho tiempo tocando lo intocable a los buques que trataban de enviar alimentos y munición por mar a los británicos). A su vez, se estableció que ya no valía únicamente con detectarlos o intentar –mediante explosivos- hacerles salir a la superficie, sino que se pretendía darles un billete sin retorno al fondo del abismo marino de un único y certero golpe

El "Hedgehog", o Proyector antisubmarino, era un arma utilizada durante la Batalla del Atlántico en la Segunda Guerra Mundial.
El dispositivo, que fue desarrollado por la Royal Navy, consistía en un lanzador que disparaba simultáneamente 24 morteros, colocando el arma en la proa del barco.
Fue desplegado en barcos de escolta, complementario a las cargas de profundidad. Dado que los proyectiles emplearon detonadores de contacto en lugar de detonadores de tiempo o detonadores barométricos (profundidad), la detonación se produjo directamente contra una superficie dura (como el casco de un submarino), lo que los hizo más letales que las cargas de profundidad, que dependían de daño causado por ondas de choque hidrostáticas.
El arma disparó una ronda de 24 bombas, que describieron una trayectoria en forma de arco, alcanzando un área circular o elíptica de aproximadamente 100 pies (30 m) de diámetro, a una distancia de 250 yardas (230 m), directamente delante de la nave que lleva a cabo el ataque


 El Erizo (Hedgehog en inglés), es un arma antisubmarina desarrollada por la Marina Real británica durante la Segunda Guerra Mundial. Fue desplegada en los buques de guerra que escoltaban a los convoyes, tales como destructores, fragatas, balandras y corbetas como complemento a las cargas de profundidad. El arma funcionaba disparando un pequeño número de proyectiles de mortero de espiga. Eran disparados al mismo tiempo que se lanzaban las cargas de profundidad. Las bombas de mortero estallaban por impacto, mientras que las cargas lo hacían a una profundidad programada.

En principio, el «Erizo» fue diseñado para jubilar de una vez por todas a las viejas cargas de profundidad. Y es que, entre otras cosas, estas anticuadas armas debían ser disparadas siempre desde la popa (lo que impedía atacar a un submarino ubicado frente al navío de guerra); eran sumamente imprecisas (la distancia a la que debían explotar debía regularse a mano y, en principio, a la discreción del capitán); y, finalmente, su explosión impedía al SONAR localizar a cualquier enemigo durante varios minutos. Sin embargo, durante toda la guerra las dos armas fueron utilizadas de forma combinada con un único objetivo: ganar la batalla ubicada en el Atlántico contra los U-Boote.
Además, y como bien explica el organismo norteamericano en su artículo, el que el dispositivo pudiera ser disparado desde la proa de los navíos de guerra supuso una gran revolución en la lucha contra los sumergibles del Führer: «El “Erizo” fue desarrollado por los británicos para superar las deficiencias principales del ataque con cargas de profundidad, y la principal estaba asociada al SONAR. Durante la Segunda Guerra Mundial, el SONAR sólo podía escanear [localizar] a los objetivos que se hallaran frente al barco. Por lo tanto, las cargas de profundidad, al lanzarse por popa, se disparaban a ciegas y sin tener certeza de la posición del enemigo. Situado cerca de la proa, el “Erizo” tenía la ventaja de disparar por delante de la nave, lo que permitía mantener el contacto con el sumergible».
El «Erizo» era también mucho más destructivo que las cargas de profundidad. Y es que, mientras que estos viejos explosivos usaban las ondas expansivas provocadas tras las detonaciones para hundir los submarinos (en pocos casos) u obligarles a subir a la superficie (algo más usual), las granadas del nuevo dispositivo reventaban directamente sobre el sumergible. Esto provocaba daños que, en el peor de los casos, podían poner fin a la aventura marítima de la tripulación de los U-Boote o, a un nivel más reducido, causaban desperfectos severos en el submarino. Además, el escuchar como decenas de pequeñas bombas impactaban contra el casco de la nave no debía ser algo muy tranquilizador para los marineros alemanes.



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Pedro Pablo Romero Soriano PS

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