En la foto, encuentro del «Kormoran» con el U 124 y el crucero pesado «Admiral Scheer» en el Atlántico
Alemania creó una red de espionaje que apoyó a sus buques de guerra y a sus corsarios en las dos guerras mundiales sin que sus enemigos se enteraran.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Marina alemana empleó una táctica poco convencional pero efectiva: los buques corsarios. Estas embarcaciones, camufladas como navíos mercantes, se embarcaron en misiones de asedio y ataque contra los convoyes aliados en los océanos Atlántico, Índico y Pacífico. Estos buques, equipados con armamento pesado y tripulados por marinos altamente capacitados, representaron una amenaza formidable para las fuerzas navales aliadas.
Los buques corsarios alemanes, conocidos como «raiders», fueron diseñados para operar de manera autónoma y causar el mayor daño posible al enemigo. Uno de los más famosos fue el Atlantis, comandado por el capitán Bernhard Rogge. Equipado con cañones, torpedos y aviones de reconocimiento, el Atlantis hundió o capturó numerosos barcos aliados en su carrera, lo que le valió el apodo de «fantasma del Atlántico».
En el verano de 1940, un crucero auxiliar de la Marina de guerra alemana atravesó el océano Ártico desde las islas de Nueva Zembla, el archipiélago más septentrional de Europa, hasta el estrecho de Bering, frente a las costas de Alaska. El Komet era un buque corsario que había zarpado el 3 de julio de Gotenhafen (hoy puerto polaco de Gydnia) y se había disfrazado de mercante ruso para no llamar la atención de los británicos. Equipado con seis cañones, diez lanzatorpedos y cuatrocientas minas submarinas, desplazaba 3.300 toneladas y tenía una tripulación de 270 marineros. Su misión era capturar o hundir barcos del Reino Unido y de sus aliados por todo el mundo, para lo cual cambiaba de disfraz. Fue una pesadilla para sus enemigos hasta 1941, cuando atracó en Cherburgo, en la Francia ocupada, después de 17 meses de navegación.
El Komet y el Orion transportaban sendos hidroaviones en cubierta que, cuando el mar estaba en calma, salían en misión de reconocimiento. Para evitar que el barco avistado diera la alarma se abalanzaban sobre su antena de radio provistos de un gancho que inutilizaba el equipo. Pero al principio los corsarios obtuvieron resultados decepcionantes.
El Komet y el Orion no fueron los únicos barcos del Reich que atacaron el tráfico marítimo durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo siete más: Atlantis, Widder, Thor, Pinguin, Kormoran, Michel y Stier. Entre 1940 y 1943 apresaron o hundieron 150 barcos cuyo tonelaje equivalía a la producción de los astilleros británicos de un año. Capturaron, inutilizaron o destruyeron combustible, materias primas y todo tipo de mercancías y alimentos destinados al Reino Unido y a sus aliados. Hicieron cientos de prisioneros, entre marinería y pasajeros. Minaron puertos y rutas marítimas en Australia y Nueva Zelanda. Su actividad cesó cuando Portugal cedió las bases de las Azores a Estados Unidos, y Alemania se concentró en la guerra submarina.
El capitán del Komet recibió la Cruz de Caballero y sus hombres, la Cruz de Hierro. Sin embargo, el corsario ya no hizo más capturas. En 1942, provisto de radar y cañones nuevos, zarpó con un nuevo capitán, Ullrich Brocksien, para una nueva campaña contra el tráfico aliado. Su aventura fue abortada frente a las costas francesas. Un torpedo de una lancha británica alcanzó al Komet en la santabárbara cuando intentaba llegar a Cherburgo. Nadie sobrevivió.
Los corsarios alemanes no surgieron de la noche a la mañana. Su origen se remonta a 1911, cuando Berlín creó el Servicio Secreto de Aprovisionamiento de la Marina de Guerra (Etappendienst) a las órdenes del oficial Wilhem Canaris. Era una red de espías que trabajaban en navieras y compañías petrolíferas. La formaban agentes alemanes, aunque a veces también se reclutaban extranjeros que simpatizaban Alemania. Recogían información sobre buques de guerra, petroleros y mercantes en todo el mundo. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, en 1914, el Etappendienst dirigió el abastecimiento secreto de la Marina desde puertos neutrales y dio apoyo logístico a corsarios y a submarinos. Gracias a sus servicios, la escuadra del almirante Spee operó en el Pacífico.
La organización desapareció con la capitulación de Alemania en 1918. Pero los vencedores no conocieron su existencia ni antes ni después de la paz. Resucitó en 1927, cuando Canaris, que ya era contralmirante, recuperó a sus antiguos espías y encargó a oficiales navales que los instruyeran. Los demás países jamás detectaron tales movimientos, que fueron financiados discreta y generosamente por Berlín. De ese modo, Alemania dispuso en el extranjero -en Argentina, Brasil, España y Japón, principalmente- de una flota secreta de apoyo de enorme eficacia. Durante la Segunda Guerra Mundial, barcos aparentemente neutrales se desviaban de la ruta oficial y avituallaban a los corsarios en los confines del océano. Los aliados sólo se enteraron cuando Hitler fue derrotado, al revisar la documentación de la Marina.
Otro corsario destacado fue el Kormoran, que libró una batalla legendaria contra el crucero australiano HMAS Sydney en noviembre de 1941. A pesar de ser superado en tamaño y potencia de fuego, el Kormoran logró infligir daños devastadores al Sydney antes de ser hundido en la batalla.
El crucero auxiliar Kormoran fue realizado a partir de la transformación del buque Steienmark, de la Hapag, un antiguo carguero de 8.700 ton capaz de desarrollar 17 nudos, propulsado por motores Diesel y armado con 6 cañones de 150mm, 6 tubos lanzatorpedos, 6 cañones de 37mm y 6 ametralladoras pesadas; equipado como los restantes buques de este tipo con minas submarinas, que tan devastadores efectos causaran durante la última contienda mundial.
Montaba asimismo los dispositivos de enmascaramiento habituales en este tipo de buque, así como los equipos de combate que harían posible cumplir su función de ataque al tráfico mercante aliado, directores de tiro, hidroaviones, telémetros etc, así como también de una lancha de cierto porte para el fondeo de minas.
Los buques corsarios alemanes operaron con éxito durante varios años, causando estragos en las rutas de suministro marítimo aliadas y desafiando a las fuerzas navales enemigas. Sin embargo, su tiempo en acción fue limitado, ya que muchos fueron hundidos por las fuerzas aliadas o capturados antes de que pudieran causar un daño aún mayor.
El legado de los buques corsarios alemanes perdura como un recordatorio de la ingeniosa táctica naval empleada por la Marina alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Su valentía y determinación en el combate marcaron un capítulo notable en la historia naval de la guerra y continúan siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad.
FUENTES
https://www.facebook.com/photo/?fbid=906662571484919&set=a.418790153605499
Historia de la Segunda Guerra Mundial
Fuentes;
-Corsarios alemanes en la 2ª Guerra Mundial de Luis de la Sierra 2007
-Javier Muñoz, Artículo para "El Correo" febrero 2014
Pedro Pablo Romero Soriano PS