En la imagen; Patrullas prohitlerianas llevan a cabo redadas para detener a consejeros municipales socialistas. Estas redadas eran un esfuerzo para tomar el poder durante el golpe de estado de la cervecería de 1923 en Múnich
Los negros presagios de la Segunda Guerra Mundial.
La depresión económica de 1929 desestabilizó más profundamente la complicada política alemana.
Entre 1930 y 1933 el presidente Hindenburg designó sucesivamente a tres cancilleres: Heinrich Brüning, Franz von Papen, y Kurt von Schleicher, y mientras la crisis aumentaba, la figura de Hitler se fortalecía y se encaminaba a su ascenso al poder. Las consecuencias de la inmensa crisis económica tuvieron efecto en el campo militar, y en el año 1930 para cubrir 9.732 plazas de voluntarios solicitadas por el Reichsheer, se presentaron 120.000 aspirantes.
El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg, a propuesta de von Papen, designa a Hitler como canciller, y la llegada del NSDAP al poder (Machtergreifung), trajo en sus seguidores fervorosas expectativas sobre la liberación de Alemania de las opresivas medidas que el Tratado de Versalles había impuesto, la recuperación de los territorios bajo el influjo del pangermanismo, y la restauración del honor alemán perdidos en la I Guerra Mundial.
A partir de aquí, se comenzó a marcar el dramático proceso de cambio que se avecinaba. La instauración del III Reich, producirá el veloz desencadenamiento de los hechos, que consolidará el poder político del partido NSDAP y acelerará el proceso de rearme secreto.
Así, el 3 de febrero, Hitler en una reunión secreta con sus generales, anunció el urgente plan para incrementar las fuerzas, donde el ejército debía ser triplicado, la próxima creación un Ministerio del Aire a cargo de Hermann Göring con la misión de construir 1.000 aviones y la tarea de entrenar a los pilotos en clubes civiles de vuelo. También informó sobre la inmediata construcción de cuarteles, aeródromos, fortificaciones y otras instalaciones militares.
El 4 de febrero, se dictó la «Ley para la Protección del Pueblo Alemán», por la que se restringió la libertad de prensa y se estableció la confiscación del material literario considerado peligroso.
El 27 de febrero, se produjo el incendio del Reichstag, y al día siguiente Hitler puso a la firma de Hindenburg el «Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y del Estado». Por él las libertades individuales, eran suspendidas «hasta nuevo aviso», restringiendo los derechos a la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de reunión y el secreto de las comunicaciones.
El régimen nacionalsocialista buscó todas las formas a su alcance para acallar la voz de los disidentes, y una de ellas fue disponer por decreto la expatriación de los opositores. Por la «Ausbürgerungsliste des Deutschen Reichs» Era la muerte civil de los disidentes, dictada por decreto del Reich.
El 23 de octubre de 1933, Alemania se retiró de la Conferencia de Desarme y de la Sociedad de Naciones, como rechazo a la actitud de las potencias que se negaron a aceptar su reclamo, en el que pedía un trato en pie de igualdad con las demás naciones hegemónicas y a su derecho al rearme. Proponía que si le era impuesta la limitación en cuanto su rearme, las potencias deberían llevar a cabo un desarme similar al impuesto a Alemania con el Tratado de Versalles. Esta actitud de Alemania aun no sería tomada como una señal de alerta por Europa.
La muerte de Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, convirtió a Hitler en el Canciller del Reich y comenzaron las advertencias sobre el proyecto belicista de expansión nacionalsocialista, anticipando que su alarmante rumbo provocaría una guerra catastrófica y la consiguiente ruina total de Alemania.
El 16 de marzo de 1935, Hitler anunciaba la renuncia unilateral a las restricciones sobre capacidades militares establecidas por el Tratado de Versalles, así como da a conocer sus planes de fortalecimiento de las fuerzas armadas con la creación de la Wehrmacht, y su nueva fuerza terrestre (Heer), aérea (Luftwaffe) y naval (Kriegsmarine), el restablecimiento del servicio militar obligatorio y el plan de formación de 12 cuerpos de ejército y 36 divisiones. Este fue el punto de inflexión en el rearme alemán que en forma parcial dejaba de ser clandestino, y la «punta del iceberg» de la construcción de la principal herramienta del plan de agresión militar de Hitler.
Frente al anuncio de Hitler de iniciar su programa de rearme de marzo de 1935, los gobiernos de Gran Bretaña y Francia prefirieron mantener en una posición serena, cediendo en el campo diplomático ante la fingida postura moderada del canciller alemán. Restaron importancia a las posiciones beligerantes y a su vocación por el expansionismo de su «lebensraun» (espacio vital), que antes y después del acceso al poder, enunciaba a través de sus escritos o que expresaba en sus discursos. De la misma manera, Europa tampoco prestó atención a los grupos disidentes que venían denunciando insistentemente el peligro del rearme y las intenciones bélicas de Hitler.
Los políticos europeos de la época aun no veían la gravedad de la situación, y no eran pocos los británicos que tenían cierto grado de consideración hacia Hitler. El Primer Ministro británico Neville Chamberlain adoptó una condescendiente política en su relación con Alemania, que se la llamó de «apaciguamiento» (appeasement), por la que aceptaba las pretensiones expansionistas de Hitler, creyendo que con una actitud conciliadora lograría la paz europea.
En julio de 1939, la Wehrmacht había alcanzado en forma velada, el máximo grado de desarrollo al que pudo alcanzar en tiempo de paz. El Heer con 2.800.000 hombres, poseía seis Grupos de Ejército, cada uno con dieciocho Cuerpos de Ejército, y tres Divisiones respectivamente. A la fuerza terrestre se suman tres Divisiones de Infantería de Montaña, una Brigada de Caballería, cinco Divisiones Panzer, las unidades SS con 35.000 hombres y elementos de la reserva. La Luftwaffe con cerca de 300.000 hombres, tenía tres Grupos Aéreos, con tres Comandos Aéreos de cada uno, y que a su vez poseen a su cargo diez Regiones Aéreas dotadas con una flota de cerca de 4.300 aviones de combate. La Kriegsmarine poseía alrededor de 250.000 efectivos, 6 acorazados, 12 cruceros ligeros, 21 destructores, 57 submarinos (U-Boot), 7 naves en proceso de construcción y otras unidades inferiores.
Los soviéticos, abstraídos en sus propias purgas y contradicciones ideológicas, acordaron con Alemania la no agresión, el apoyo mutuo, y consintieron la ocupación territorios de interés geopolítico para cada país, con la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov del 24 de agosto de 1939, y así, el camino a la guerra europea ya era inevitable.
La suerte estaba echada.
El proceso político y militar iniciado en los tiempos de la República de Weimar, se orientó desde sus comienzos a fortalecer a Alemania para enfrentar una nueva guerra y por ello el programa de rearme fue sustancial para cumplir con ese objetivo. Finalmente los casi veinte años en los que se desarrolló el rearme, tuvo como beneficiario final a Hitler, quien lo capitalizó para su proyecto bélico.
La II Guerra Mundial tomó por sorpresa a muchos países europeos, principalmente por carencia de una inteligencia eficaz, pero en el nivel político no existió la voluntad considerar las actitudes de Alemania como amenaza, probablemente porque era más sencillo y menos comprometedor considerar como verdadero lo que expresaba el «pacífico discurso del gobierno alemán», que imaginar la posibilidad de una nueva guerra.
El temor a una nueva guerra, en lugar de servir para establecer criterios idóneos para evitarla, llevó a Francia y a Gran Bretaña a un estado de indiferencia que colaboró con la ceguera estratégica, lo que impidió pronosticar el rumbo trágico que tomaba la política alemana en los tiempos de entreguerras.
La letal ingenuidad y falta de previsión de las potencias europeas, terminó al enfrentarse a la realidad más temida, una nueva guerra.
FUENTES:
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Pedro Pablo Romero Soriano PS