En la imagen; Ernst Röhm en 1924
Entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934, tuvo lugar en Alemania una de las purgas políticas más decisivas del siglo XX. Conocida como Operación Colibrí o Noche de los Cuchillos Largos, esta acción fue ordenada por Adolf Hitler con el propósito de eliminar a la cúpula de las Sturmabteilung (SA), encabezada por Ernst Röhm, así como a otros adversarios políticos dentro y fuera del Partido NSDAP. Más allá del relato de una sangrienta noche de asesinatos, este episodio representó el paso definitivo de Hitler hacia la dictadura total, al destruir cualquier contrapeso interno y subordinar el poder militar y político al Führer.
Tras el ascenso de Hitler a la Cancillería el 30 de enero de 1933, el Tercer Reich se consolidaba como un régimen en transición entre una estructura autoritaria y un sistema totalitario. Aunque el Partido NSDAP había obtenido una posición dominante, coexistían aún diversas fuentes de poder: el presidente Paul von Hindenburg, la Reichswehr (el ejército regular), las élites económicas y las propias facciones internas del partido.
Entre estas últimas, las Sturmabteilung (SA), las llamadas “Camisas Pardas”, constituían un factor de inestabilidad. Bajo el mando de Ernst Röhm, las SA contaban con más de tres millones de miembros en 1934, superando ampliamente en número a la Reichswehr, limitada por el Tratado de Versalles a 100.000 hombres. Röhm aspiraba a transformar las SA en el nuevo ejército popular nacionalsocialista y exigía ser nombrado Ministro de Defensa, lo que suponía una amenaza directa al cuerpo de oficiales profesionales.
A esta tensión se sumaban las críticas de las élites conservadoras y de Mussolini, quien expresó su preocupación por el descontrol de las SA, calificando su comportamiento como perjudicial para la imagen internacional de Alemania. En este marco, Hitler comprendió que debía optar entre la lealtad personal a Röhm y la necesidad política de asegurar el apoyo del ejército, condición indispensable para su consolidación como Führer.
La decisión de eliminar a Röhm y a sus seguidores se tomó en el mes de junio de 1934. La operación fue preparada por Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich y Hermann Göring, con la colaboración del jefe de la Gestapo, Rudolf Diels. Se falsificó un expediente que atribuía a Röhm la recepción de doce millones de reichsmark para organizar un golpe de Estado (Röhm-Putsch). La manipulación de la inteligencia y la propaganda fueron esenciales para presentar la purga como un acto de “autodefensa nacional”.
El nombre en clave “Operación Colibrí” designó las órdenes de ejecución. En la madrugada del 30 de junio de 1934, Hitler viajó personalmente a Bad Wiessee, donde Röhm y sus principales oficiales de las SA se encontraban reunidos. Armado con una pistola, Hitler irrumpió en el hotel acompañado por miembros de las SS y la Gestapo, arrestando a Röhm y a otros líderes bajo la acusación de traición.
Durante las siguientes 48 horas, comandos de las SS y de la policía de seguridad realizaron detenciones y ejecuciones sumarias en todo el territorio alemán. Entre las víctimas figuraron Gregor Strasser, antiguo dirigente del ala socialista del partido; el ex canciller general Kurt von Schleicher y su esposa; y el católico Erich Klausener, presidente de la Acción Católica Alemana. En total, las estimaciones históricas varían entre 85 y más de 200 asesinados, incluyendo a oficiales de las SA, opositores políticos y personas eliminadas por viejas rivalidades personales.
El destino de Röhm fue particularmente simbólico. Mantenido con vida durante dos días, Hitler dudó inicialmente en ordenar su ejecución, recordando los años de camaradería compartidos. Finalmente, accedió a las presiones de Himmler y Göring. El 1 de julio, dos oficiales de las SS ingresaron en su celda en la prisión de Stadelheim, entregándole una pistola para que se suicidara. Al negarse, fue ejecutado con un disparo en el pecho.
La propaganda dirigida por Joseph Goebbels aprovechó el episodio para desprestigiar a las SA, difundiendo rumores sobre la “corrupción moral” y la homosexualidad de Röhm y sus colaboradores, a fin de justificar la represión ante el público alemán. La manipulación de la moral pública fue así una herramienta clave para transformar una purga política en un supuesto acto de “limpieza ética”.
La Noche de los Cuchillos Largos tuvo efectos inmediatos y de largo alcance. En el plano político, supuso la eliminación definitiva del poder independiente de las SA, reducidas a una función meramente simbólica bajo el mando de Viktor Lutze. El ejército, por su parte, interpretó la purga como una muestra de que Hitler defendía sus intereses, lo que condujo a su adhesión al nuevo régimen tras la muerte de Hindenburg el 2 de agosto de 1934.
Ese mismo día, Hitler fusionó los cargos de Canciller y Presidente, asumiendo el título de Führer und Reichskanzler, concentrando todos los poderes del Estado. La Reichswehr juró lealtad no a la Constitución ni a Alemania, sino a la persona de Hitler. Desde ese momento, el régimen nacionalsocialista dejó de tener cualquier obstáculo legal o institucional que limitara la voluntad del dictador.
La impunidad fue total: los asesinatos fueron legalizados retroactivamente mediante una ley promulgada el 3 de julio de 1934, la cual declaraba que las medidas adoptadas “para sofocar la traición del 30 de junio” eran “actos de Estado necesarios para la defensa del Reich”. Ningún tribunal alemán investigó jamás los hechos.
La historiografía contemporánea coincide en señalar la Operación Colibrí como un momento de inflexión en el proceso de totalitarización del Tercer Reich. Autores como Ian Kershaw, Richard J. Evans y Joachim Fest destacan que esta purga no solo eliminó a un rival político, sino que envió un mensaje de terror y obediencia a todo el aparato del partido y del Estado. El liderazgo carismático de Hitler se consolidó mediante el uso del miedo y la violencia, legitimados por la propaganda y el discurso de la “unidad nacional”.
En el plano simbólico, la purga transformó al Führer en el árbitro supremo entre las facciones nacionalsocialistas, consagrando el principio del Führerprinzip, según el cual la voluntad del líder era la fuente última de la legalidad. El Estado de derecho alemán quedó subordinado a la ideología del partido y a la figura personal de Hitler.
La Noche de los Cuchillos Largos no fue un estallido improvisado de violencia, sino un acto calculado de ingeniería política. A través de ella, Hitler eliminó a sus antiguos camaradas, aseguró la fidelidad del ejército, disciplinó al partido y demostró que el poder nacionalsocialista se sustentaba en la fuerza y el terror. Desde entonces, ningún alemán —civil, militar o político— pudo dudar de que el Führer estaba por encima de toda ley.
El asesinato de Röhm marcó, en consecuencia, el tránsito definitivo del régimen nacionalsocialista desde una dictadura de partido hacia una dictadura personal. La Operación Colibrí simboliza, así, la institucionalización del crimen como instrumento de gobierno y la desaparición de los últimos vestigios de legalidad en el Tercer Reich.
FUENTES:
Apocalipsis: La Segunda Guerra Mundial
Álvaro Núñez de Pazos
Fuentes y lecturas;
-Evans, Richard J. El Tercer Reich. Los orígenes. Barcelona: Península, 2005.
-Fest, Joachim. Hitler. Madrid: Alfaguara, 2004.
-Kershaw, Ian. Hitler 1889–1936: Hybris. Londres: Allen Lane, 1998.
-Shirer, William L. Ascenso y caída del Tercer Reich. Barcelona: Crítica, 2002.
-Bullock, Alan. Hitler: A Study in Tyranny. Londres: Penguin, 1962.
-Mommsen, Hans. Del Imperio al Estado totalitario. Madrid: Alianza Editorial, 2002.
Pedro Pablo Romero Soriano PS
