Bombardero estadounidense B-29

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Boeing B-29 Superfortress “Dauntless Dotty”, preparado para almacenar sus bombas. Saipán, 24 de noviembre de 1944


El avión B-29 «Superfortress» fue el mayor bombardero cuatrimotor fabricado en la Segunda Guerra Mundial. Al servicio de los Estados Unidos de Norteamérica, este enorme aparato que había sido pensado para sustituir a las fortalezas volantes B-17 y B-24 Liberator que atacaban Europa, sería destinado a la Guerra del Pacífico, donde se haría famoso por su capacidad destructora, por sus bombardeos denominados «alfombra» que arrasaron Tokio y otras ciudades, y sobretodo por arrojar las dos primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
El aparato disponía de un cañón ligero de 20 milímetros y veinte ametralladoras Browning de 12’7 milímetros repartidas en cuatro torretas cuádruples manejadas por control remoto en la parte delantera, trasera, superior e inferior del fuselaje; más una capacidad de bombas que hasta ese momento excedía todos los límites existentes porque podía transportar 9,702 toneladas de explosivos, TNT, materiales incendiarios e incluso una bomba atómica (siendo desprendido todo este arsenal regularmente por control eléctrico).
Oficialmente el 5 de Junio de 1944 tuvo lugar el bautismo de fuego de los B-29 cuando una formación de super fortalezas volantes procedentes de la China del Kuomintang, bombardearon la capital de Bangkok en Tailandia, por aquel entonces un país miembro del Eje. Hasta el otoño de 1944 no se produjeron los primeros bombardeos aéreos sobre la Isla de Honshû -en el territorio metropolitano del Japón- cuando los B-29 pudieron disponer de sus bases aéreas en las Islas Marianas. Desde entonces sus efectos fueron apocalípticos porque siguiendo la doctrina del «bombardeo de alfombra», las superfortalezas volantes arrasaron las ciudades con relativa facilidad, destruyendo sus edificios y quemando con bombas incendiarias que consumían todo lo que encontraban a su paso, incluyendo seres humanos a los que convertían en antorchas vivientes. Tan indescriptible fue el horror que los B-29 infligieron al Japón, que solamente en Tokio fallecieron medio millón de personas, la mayoría civiles.
Terminada la Guerra del Pacífico, los B-29 «Superfortress» batieron auténticos récords entre 1944 y 1945 que se resumieron del siguiente modo: habían arrasado la mitad de las ciudades de Japón (algunas reducidas a escombros casi en un cien por ciento) y habían matado 1 millón de civiles; a costa de haberse perdido 419 cuatrimotores por derribos y haber fallecido en acción algo más de 2.000 pilotos.


FUENTES: https://www.facebook.com/photo/?fbid=4916809528365007&set=gm.1924508137735761
José Ernesto Suter

 





















Pedro Pablo Romero Soriano PS

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