El polémico comandante Ronald Speirs

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Ronald Speirs en Normandía

El comandante del 2° Pelotón de la Compañía “D” del 506° Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División reconocido por su singular arrojo en combate en los enfrentamientos de su unidad en Normandía y Países Bajos, también se vio envuelto en sucesos que implicaron la ejecución de soldados alemanes en calidad de prisioneros, durante los primeros días que siguieron al desembarco aliado en la costa de Normandía. Precisamente, sobre el inicio de la batalla de Normandía, varios autores han escrito acerca de la disposición dada a los paracaidistas estadounidenses, con respecto a que “no tomaran prisioneros”. Se estima que las directivas verbales emitidas durante el preludio del Día “D” influyeron mucho en las posteriores acciones del teniente Ronald Speirs, durante los días siguientes.
En la opinión del historiador Gerald Linderman, “Existe amplia evidencia de que justo antes de la invasión de Normandía, oficiales de alto rango ordenaron que no se tomaran prisioneros. Se arguye que en la primera prioridad estaban las preocupaciones de que todos los paracaidistas en tierra serían requeridos como combatientes y por lo tanto no habría efectivos para la custodia de prisioneros.” La veracidad de tales órdenes como política oficial se enmarca en la controversia.
Richard “Dick” Winters interpretó la directiva de “no prisioneros” dada por Maxwell Taylor [comandante de la 101ª División Aerotransportada] en un plano diferente. Por supuesto, el general no quería que sus hombres tomaran prisioneros en las zonas de lanzamiento. Como Winters explicó más tarde a Ronald Speirs, Taylor “visualizó al dar esta orden de que la división caería en tres zonas de lanzamiento estrechas y, naturalmente, no quería que los hombres se dispararan entre sí”. Sin embargo, admitió Winters, “No recuerdo haber visto prisioneros alemanes esa noche, pero sí recuerdo bastantes disparos.”

Richard Winters.
Ronald Speirs adicionalmente tuvo un episodio que terminó con la muerte de un sargento a su cargo. Richard Winters nos describe: “...La artillería del regimiento había designado quince objetivos para ser bombardeados en las cercanías de Sainte Come du Mont. Para iniciar el ataque, el fuego del regimiento de artillería se ajustó hacia las líneas americanas, avanzando de a pocos en incrementos de 90 metros cada cuatro minutos. El coronel Strayer ordenó a la Compañía “D” que se prosiguiera con este “bombardeo rodante” hacia el objetivo. El teniente Speirs luego pasó por sus líderes de escuadrón ordenando verbalmente mantener su posición actual hasta que se coordine el fuego de artillería. Uno de sus sargentos ignoró las órdenes [aparentemente en estado de ebriedad]. Speirs repitió la orden y el sargento volvió a negarse a obedecer [según testimonio de posguerra este sargento tomó su subfusil y apuntó a Speirs], entonces Speirs disparó al sargento entre los ojos. El propio Speirs informó de inmediato el incidente al comandante de su compañía, el capitán Jerre S. Gross. Sin embargo, como Gross murió al día siguiente durante el asalto a Sainte Come du Mont, el incidente quedó allí. Ninguno de los soldados de Speirs dijo una palabra al Cuartel General superior”.

Adicionalmente, historias de asesinatos y ejecuciones sumarias cometidas por los defensores alemanes se difundieron por las tropas de paracaidistas como reguero de pólvora. El teniente Samuel Cromie, quien saltó de un C-47 llamado “Pluto”, testificó sobre las copiosas cantidades de derramamiento de sangre. “Vimos algunos paracaidistas colgados de los árboles”, declaró. “No habían tenido la oportunidad; sus arneses se habían enganchado en los árboles mientras flotaban y fueron simplemente ejecutados y pasados por bayoneta”. A los ojos de numerosos paracaidistas, la represalia contra prisioneros germanos no fue desmedida. Antony Beevor contextualiza esta acalorada animosidad y señala: “La lucha se volvió despiadada en ambos lados; de hecho, esa noche probablemente vio la lucha más cruel de toda la guerra en el frente occidental”. Los alemanes temían con razón a los invasores aerotransportados. Aunque las atrocidades no se cometieron universalmente, muchos combatientes aliados no pudieron resistir las tentaciones de las represalias. El paracaidista William Oatman afirmó haber descubierto a dos estadounidenses muertos con los genitales cortados y metidos en la boca. “no se atrevan a tomar prisioneros”, exigió su capitán a partir de entonces. "Disparen a esos bastardos”.
Ronald Speirs saltó sobre Normandía al mando de un pelotón de 15 hombres en la noche del 5 al 6 de junio de 1944. Una vez en tierra, Speirs se agrupó junto con los paracaidistas sargento Floyd Corrington y soldado de primera clase Arhur “Jumbo” DiMarzio recorriendo con cautela las curvas de la carretera D15 con rumbo a Brecóurt Manor. Faltaban menos de cuatro horas para que el sol se deslizara sobre los distantes setos. Corrington, Speirs y DiMarzio caminaban cautelosamente en fila. El sargento de repente levantó la palma de la mano y la apretó en un puño. Sus camaradas se detuvieron al instante y se agazaparon detrás de él. El grupo percibió sutiles murmullos más arriba el camino de tierra. Los soldados necesitaron sólo unos segundos para comprender completamente que eran voces alemanas y aguardaron en silencio.
En un instante, los tres soldados saltaron de las sombras, cada uno de ellos saltando sobre un enemigo desprevenido. Los seis hombres se enredaron en la grava durante una breve pelea física. Los paracaidistas se impusieron. Los alemanes inmediatamente levantaron los brazos: “Nicht schiessen!”. Se abrió una línea suelta de comunicación. “Después de unos minutos de tratar de hablar con ellos, les ofrecimos cigarrillos”, recordó DiMarzio. La razón de la pronta capitulación de los prisioneros pronto se hizo evidente. Los defensores costeros eran inexpertos, mal entrenados, y posiblemente recién reclutados. “Estaban un poco contentos de haber sido atrapados”, recordaba DiMarzio. "Ellos sonreían y nos decían: Alles ist kaput”. Mientras los relajados prisioneros fumaban los cigarrillos, Speirs se inclinó lentamente hacia DiMarzio y Corrington. “Vamos a tener que eliminarlos”, susurró. Señaló a uno de los rendidos. “Yo tomaré este, sargento, tú el del medio y Jumbo [DiMarzio] se queda con el último”.
A decir de DiMarzio, se quedó muy sorprendido con la frialdad en la decisión de Speirs. Sin embargo. DiMarzio defiende la decisión de Speirs, décadas después: “No había nada que pudiéramos hacer con los alemanes. Simplemente no había lugar para tenerlos como prisioneros”, la decisión fue tomada. Cada paracaidista dio unos pasos hacia atrás. Speirs y Corrington apuntaron sus Thompson hacia abajo; y DiMarzio acomodó su M-1 Garand en el hombro, de forma rápida. El pelotón de fusilamiento apretó los gatillos. Los alemanes que no esperaban ese final, se desplomaron en el barranco al costado del camino como marionetas sueltas de sus cuerdas.
El grupo de de Speirs continuó su camino. Justo más allá de la granja Marmion, los soldados de infantería de la 4° División estadounidense lograban un sólido progreso en las disputadas costas de la playa de Utah. Más allá de las dunas cubiertas de hierba les esperaban mayores peligros y retrasos. Su pivote hacia el sur en la granja Marmion colocó a Ronald Speirs y sus hombres en la dirección general de Audouville. La incertidumbre parecía la única certeza en esta etapa volátil de la campaña. Pequeños segmentos surtidos de la Compañía “D” (Dog) se volvió a reunir bajo el comando de Speirs, pero el teniente aún no había tenido noticias del comandante de la compañía Jerre Gross o del comandante del batallón Robert Strayer. Las preocupaciones de Speirs no presagiaba nada bueno para un cuarteto de soldados alemanes fatigados que avanzaban desde la dirección opuesta.
El pelotón estadounidense vio a los alemanes y avanzó rápidamente en la maleza densamente tupida. Se levantaron los fusiles, esperando que los objetivos se acercaran. El soldado DiMarzio entrecerró los ojos a través del follaje para ver a los alemanes tranquilos que carecían de cascos y armas. A primera vista, lucían gorros de lana y solo llevaban objetos personales. Di Marzio se arrastró con cautela fuera de la maleza para interceptar a los hombres que a todas luces iban camino a la rendición. Antes de que “Jumbo” DiMarzio pudiera dejar escapar la orden, "Kommen sie hier,” Speirs tiró de su manga, “No, shh, shh, tranquilo, tranquilo”, le dijo el teniente. Los alemanes permanecían apáticos. Uno de ellos vio a DiMarzio.
"¿Kamerad?" dijo el alemán, anticipando su propia rendición. el alemán ansioso se acercó aún más. Ahora consciente de que los alemanes probablemente estaban desarmados, Speirs apareció en solitario desde detrás de un gran árbol. Se quedó inexpresivo en el camino. Los aspirantes a cautivos estaban a diez metros de distancia, sin duda aliviados por la perspectiva de liberación. Con un rápido movimiento, Speirs levantó el subfusil Thompson y acribilló en forma inesperada a los cuatro alemanes. Los aspirantes a prisioneros cayeron al suelo, como sacos pesados. Realmente sorprendidos, los compañeros paracaidistas de Speirs emergieron de la vegetación. “Él acababa de matarlos”, recordaba DiMarzio sobre el episodio.
Según el erudito en la historia de las tropas aerotransportadas Mark Bando, los dos fatídicos días de Speirs en sus encuentros con alemanes rendidos hablan del hombre y del momento: “En una discusión podría afirmarse que el primer incidente estuvo justificado por las circunstancias, como conveniencia. En el segundo caso, los alemanes aspirantes a prisioneros podrían haber sido detenidos y entregados a las tropas que mantenían posiciones estáticas en Marmion”. Sin embargo, tal procedimiento habría desperdiciado un tiempo valioso, y Speirs no tenía tiempo de sobra. “Técnicamente, disparó al segundo grupo de alemanes, aunque desarmados, cuando aún no eran prisioneros”, observó Bando. Speirs “simplemente no había permitido que se rindieran”.
Décadas después Richard Winters evaluó a Speirs como uno de los mejores oficiales de combate del batallón. Escribió en sus memorias que Speirs se había esmerado para ganarse la reputación de “killer”. Winters declaró que llegó a conocer el incidente de los soldados alemanes ejecutados, pero optó por ignorar los cargos debido a la necesidad apremiante de mantener a un calificado líder de combate. Winters llegó a la conclusión de que, en el ejército actual, “Speirs habría sido juzgado en consejo de guerra y acusado de crímenes de guerra, pero en ese momento los oficiales como Speirs eran muy valiosos por su desempeño al enfrentarse al enemigo”.



FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=436021165215731&set=a.418790153605499

Historia de la Segunda Guerra Mundial

“Fierce and Valor – The True Story of Ronald Speirs and His Band of Brothers” de Jared Frederick y Erick Dorr” (2022)
“Band of Brothers - E Company, 506th Regiment, 101st Airborne From Normandy to Hitler's Eagle's Nest” de Stephen Ambrose (1992)
“Beyond Band of Brothers – The War Memoirs of Major Dick Winters” de Richard Winters y Cole Kingseed (2006) 





























 




Pedro Pablo Romero Soriano PS

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