El general Henry Arnold [ex comandante de la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos] era de la opinión que, “Hubo implicaciones políticas en la decisión [de lanzar la bomba]”, de acuerdo a la versión del teniente general Ira Eaker, su adjunto. Como con muchos eventos trascendentales en la historia, las teorías de conspiración también aquí se hicieron presentes. El lanzamiento de la bomba atómica no es la excepción. Dejando de lado la sugerencia absurda de que Estados Unidos tuvo que usar la bomba atómica por los 2 000 millones de dólares gastados en el Proyecto Manhattan, la principal teoría de la conspiración considera al lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón como un complot maquiavélico dirigido por el presidente Truman y su eminencia gris, el secretario de Estado James Byrnes para evitar que la Unión Soviética avance en el teatro del Pacífico. Byrnes, quien como Director de la Oficina de Movilización de Guerra de Roosevelt finalmente había solucionado el problema de gestión de la movilización económica de EE.UU. para la guerra, se había convertido en el Secretario de Estado el 3 de julio de 1945.
En las historias “revisionistas” de posguerra con respecto lanzamiento de la bomba atómica, el historiador norteamericano Gar Alperovitz es el principal exponente de la opinión de que se sacrificaron innecesariamente vidas japonesas en Hiroshima y Nagasaki como punto de partida en la denominada Guerra Fría. Se ha argumentado que la bomba atómica fue utilizada por Truman como una táctica cínica para evitar la ocupación militar soviética de más territorio después de la afirmación en Potsdam de Stalin abriría las hostilidades en el Frente asiático a mediados de agosto. Así protestó el físico británico P. M. S. Blackett que el lanzamiento de la bomba fue “la primera gran operación de la guerra fría diplomática con Rusia.” Esta opinión parece en gran medida sin fundamento a pesar de que el científico del Proyecto Manhattan Leo Szilard, quien conoció a Byrnes el 28 de mayo de 1945 informó que Byrnes estaba preocupado por el comportamiento en posguerra de la URSS. Las tropas rusas se habían trasladado a Hungría y Rumanía, y Byrnes pensó que sería muy difícil persuadir a la Unión Soviética para que retire sus tropas de estos países, que la URSS podría ser más controlable si era impresionada por el poderío militar estadounidense, y que una bomba podría impresionar a la Unión Soviética.
Los teóricos de la conspiración toman un fragmento similar de evidencia de una entrada en el diario de Walter Brown, asistente de Byrnes, quien escribió que Byrnes pronosticó que después del lanzamiento de la bomba atómica, “Japón se rendirá y la Unión Soviética no tendrá que participar más de la guerra”. Según se informa, Truman también dijo: “Si esto explota como creo que lo hará, ciertamente tendré un martillo sobre esos muchachos”. Sin embargo, esta evidencia a criterio del autor de nuestra fuente es un débil argumento para sostener el argumento de que las principales razones para usar la bomba atómica fueran geopolíticas.
Tal vez, los soviéticos lo vieron de otra manera. En sus memorias [1971], el mariscal de campo Gueorgui Zhúkov, que estuvo en la Conferencia de Potsdam, registró: “Entonces estaba ya claro que el Gobierno de los EE. UU. se proponía utilizar el arma atómica para conseguir sus objetivos imperialistas desde una posición de fuerza. Eso se confirmó prácticamente el 6 y el 9 de agosto de 1945: sin ninguna necesidad militar los norteamericanos arrojaron dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, pacíficas ciudades japonesas densamente pobladas.”
El autor de nuestra fuente reafirma que: “no hubo conversaciones políticas serias o alguna vez se han recuperado memorandos relacionados con el presidente Truman que indicaran que la decisión de lanzar la bomba se tomó por cualquier otra razón que no fuera poner fin a la guerra y salvar la vida de las tropas aliadas. Truman era claramente muy consciente de las implicaciones que tuvo la bomba atómica para las relaciones internacionales, pero desde los registros de reuniones internas de su administración, nunca fue un factor en la decisión de usar la nueva arma. Truman y Churchill pueden haber sospechado de Stalin, pero, no obstante, era un aliado; de hecho, el patrocinio de los Estados Unidos con las Naciones Unidas en la primavera de 1945, como organización que comprendería a la Unión Soviética en un protectorado global federado, era una clara evidencia de su expectativa de una relación positiva de posguerra con sus Aliados en tiempos de guerra. Incluso las previsiones económicas de los Estados Unidos durante posguerra se basaban en que la Unión Soviética se convertiría en un importante aliado en el mercado comercial. Asimismo, en la Conferencia de Potsdam, cuando Stalin anunció que honraría su promesa de Yalta de declarar la guerra a Japón a mediados de agosto de 1945, Truman expresó su complacencia. En sus conversaciones posteriores con el propio Churchill no hay evidencia que sugiera que las expresiones de Truman de beneplácito por la entrada de la Unión Soviética en la guerra no fueran sinceras. De hecho, la política de Roosevelt fue consistente en el hecho que fue su anhelo que sus aliados del este compartieran la carga de la derrota militar de Japón en sus dominios de Manchuria.”
FUENTES:
https://www.facebook.com/photo/?fbid=494323279366504&set=pb.100063665072371.-2207520000..
https://www.facebook.com/photo/?fbid=494323279366504&set=pb.100063665072371.-2207520000..
Fuentes:
“Hirohito´s War – The Pacific War 1941 – 1945” de Francis Pike (2015)
“Memorias y Reflexiones” Vol. 2 - Memorias de Gueorgui Zhúkov
Pedro Pablo Romero Soriano PS