Stalin y Zhúkov: la anécdota del caballo blanco

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Los mariscales y generales soviéticos dieron por sentado que Stalin encabezaría el desfile del 24 de junio de 1945. Al fin y al cabo, era él el comandante supremo (el Verjovny), el supuesto responsable de la gran victoria. Sin embargo, en Rusia, la tradición dictaba que los desfiles triunfales debía dirigirlos un hombre a caballo.
Una semana antes del acto, Zhúkov recibió órdenes de acudir a la dacha de Stalin. Éste preguntó al antiguo miembro de la caballería, que había combatido en la primera guerra mundial y también en la guerra civil, si todavía se veía capaz de manejar un caballo. “Aún monto de cuando en cuando” respondió Zhúkov. “En tal caso, vamos a hacer una cosa: tú encabezarás la parada, y Rokossovsky quedará al mando” dijo Stalin. “Te agradezco el honor”, declaró el mariscal; “pero ¿no sería mejor que la encabezaras tú? Al fin y al cabo, eres tú el comandante en jefe y, por tanto, a ti corresponde tal honor”. “Yo ya estoy muy mayor para eso. Tú eres más joven: te encargarás de encabezarla” arguyó Stalin. Al despedirse, le comunicó que montaría un semental árabe que se encargaría de mostrarle el mariscal Budionni.
Al día siguiente, Zhúkov se dirigió al aeródromo central a fin de observar los ensayos del desfile. Allí se encontró con Vasili, el hijo de Stalin, que quiso hablar con él en privado. “Te voy a revelar un gran secreto” le dijo: “Papá se ha estado preparando para dirigir la parada triunfal; pero ha sufrido un curioso incidente: Hace tres días, el caballo se desbocó en la escuela de equitación porque él no supo emplear las espuelas con maña. Papá se agarró a las crines e intentó mantenerse en la silla, aunque no lo logró, y al caer se hirió un hombro y la cabeza. Tras levantarse, escupió y dijo: “Que sea Zhúkov quien encabece el desfile; al fin y al cabo, él ha pertenecido a la caballería”. “¿Qué caballo estaba montando?”, preguntó Zhúkov, “un semental árabe blanco, el que montarás tú en la parada. Pero te ruego que no digas una palabra de esto a nadie”. Zhúkov le agradeció la confidencia, y durante los pocos días que quedaban no pasó por alto ninguna oportunidad de visitar al caballo y amaestrarlo.
La mañana del desfile se presentó lluviosa. De las gorras caían gotas de agua. Los soldados y oficiales habían recibido uniformes nuevos y medallas. A las diez menos tres minutos, Zhúkov montó al semental cerca de la puerta de Spassky en el Kremlin. Podía oír el rumor de los aplausos a medida que los miembros de la cúpula del Partido y el gobierno soviético tomaban posiciones en el mausoleo de Lenin. Cuando el reloj dio la hora, puso su caballo al paso en dirección a la Plaza Roja. ¡Las bandas rompieron a tocar Slav’sya! (“Gloria a ti”), de Glinka, para después callar. Rokossovsky, tan nervioso como él, dominaba con mano firme su corcel negro. El punto culminante del desfile llegó cuando marcharon hasta el mausoleo doscientos veteranos, uno detrás de otro, para arrojar a los pies de Stalin las banderas capturadas a los alemanes.


Konstantin Rokossovski en el corcel negro

Fotógrafo Yevgeny Jaldei autor de la foto de Zhúkov a lomos del caballo blanco en el preciso momento que se encontraba con sus cuatro cascos en el aire



FUENTES:
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=478646694286511&set=pb.100064235526662.-2207520000..&type=3

Historia de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: “Berlín – La Caída 1945” de Anthony Beevor


































 



Pedro Pablo Romero Soriano PS

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